Por Amando Basurto
Hace unas semanas escribí sobre el primer paso serio de diplomacia en Siria. El reconocimiento de beligerancia de la Coalición rebelde siria significó otorgar a quienes luchan contra el régimen de Bashar Al-Assad una legitimidad internacional que va acompañada con derechos pero también con obligaciones. El principio de racionalidad es muy simple: un grupo o comunidad–nacional o internacional– actúa con respecto al marco legal y político que se le presenta en cada ocasión; en este caso la Coalición rebelde siria puede seguir actuando fuera de todo marco jurídico y de responsabilidad política (comúnmente mal-llamada anárquicamente) o podía ser incluido en un marco en el que sea responsable de su actuar (incluyendo los abusos que se cometan).
Hace unas semanas escribí sobre el primer paso serio de diplomacia en Siria. El reconocimiento de beligerancia de la Coalición rebelde siria significó otorgar a quienes luchan contra el régimen de Bashar Al-Assad una legitimidad internacional que va acompañada con derechos pero también con obligaciones. El principio de racionalidad es muy simple: un grupo o comunidad–nacional o internacional– actúa con respecto al marco legal y político que se le presenta en cada ocasión; en este caso la Coalición rebelde siria puede seguir actuando fuera de todo marco jurídico y de responsabilidad política (comúnmente mal-llamada anárquicamente) o podía ser incluido en un marco en el que sea responsable de su actuar (incluyendo los abusos que se cometan).
El día
de ayer se dio otro paso diplomático importante en la búsqueda de la resolución
al conflicto entre Israel y el pueblo palestino. La Asamblea General (AG) de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció el status de Estado
observador no-miembro a Palestina. ¿Qué significa? En pocas palabras, que la
Autoridad Palestina (un gobierno hasta ayer no reconocido internacionalmente
como Estado) ahora es reconocida como un gobierno legítimo de un Estado
legítimo que aún no es miembro del sistema de Naciones Unidas. De hecho, este
reconocimiento allana el camino para presionar a que el Consejo de Seguridad reconozca
finalmente su status de Estado miembro de pleno derecho.
En este
caso, la Asamblea General de la ONU fue el escenario en el que la voluntad
política de reconocer al Estado Palestina se expresó de manera contundente. 138
estados votaron a favor, mientras 41 se abstuvieron y solamente 9 votaron en contra.
Es de destacarse que México (si “México” porque, aunque el nombre de nuestro
país es Estados Unidos Mexicanos, así se lee en el personalizador de la
delegación mexicana sin necesidad de cambiarle el nombre al país [nota para el presidente
saliente]) votó a favor de la resolución. Pero aún más destacado es el hecho
que sólo una de las superpotencias miembro del Consejo de Seguridad haya votado
en contra: los Estados Unidos de América (junto con Israel, Canadá,
Palau, Micronesia, la República Checa, Panamá, Nauru y las Islas Marshal). Esto pone mayor presión sobre el gobierno de Barack
Obama al señalarlo como el único miembro del Consejo de que aún se reúsa a
reconocer el status de Estado a Palestina.
La
reelección del presidente Obama y el control de los demócratas sobre el Senado
estadounidense le otorgan un mayor espacio de maniobra; sin embargo, no parecen
estar listos para dar el siguiente paso en la resolución de este conflicto. No
es de extrañar que la posición temerosa e indecisa que el gobierno
estadounidense ha mostrado con respecto al conflicto en Siria se asemeje a su
decisión de votar en contra el día de ayer. Y no es que los conflictos sean
similares o que uno pretenda calificar con tabula rasa la política exterior del
vecino del norte, sino de evidenciar que el gobierno estadounidense no ha
sabido liderar a la comunidad internacional en la solución de los conflictos
del “medio oriente.”
La
resolución de ayer expresa claramente que la mayoría de los estados miembros de
la ONU, al igual que el Secretario General, consideran que es necesaria la
formación de dos estados independientes para resolver el conflicto
israelí-palestino. También deja en claro que la solución del conflicto no pasa por
ni termina en la formación de dos estados, sino que comienza con el reconocimiento del estado palestino para que, en
igualdad de condiciones y responsabilidades jurídicas, éste pueda llevar a buen
término las negociaciones necesarias. El principio de racionalidad en el
reconocimiento de la Coalición rebelde siria no es muy distinto en el caso del
reconocimiento de Palestina como Estado: mientras que Palestina no sea un Estado
reconocido, su responsabilidad internacional será muy limitada.
Paradójicamente, si el gobierno israelí quiere asegurar que la autoridad
palestina sea sujeta a responsabilidad internacional, tiene que aceptar primero
la formación de un estado con el poder institucional necesario para hacerlo. Así
como la guerra es un fenómeno entre Estados, la paz sólo es posible entre Estados con autoridad e igualdad
de circunstancia jurídica. Las negociaciones de paz seguirán estando condenadas
al fracaso mientras sean realizadas entre un estado y el “brazo político” de
“un grupo terrorista.” Es por ello que es un asunto de interés nacional para
Israel reconocer al estado palestino; pero también sido un asunto de interés
nacional el mantener a los palestinos sin una estructura política estable que
les garantice derechos.
La
reacción del gobierno israelí a la resolución de la Asamblea General ha sido de
completa descalificación. A corto plazo, el conflicto parece no tener solución
y requerirá mayor presión internacional sobre el gobierno de Israel. Por su
parte, los estadounidenses deben detener los chantajes políticos de un lado y
poner las cartas claras sobre la mesa, liderando de nuevo un proceso de paz que
los involucra directamente por la enorme asistencia financiera y militar que le
han otorgado al gobierno de Israel. El gobierno mexicano, por su lado, tomó la
decisión adecuada y votó con enorme sentido de diplomacia y estrategia. Eso
siempre hay que reconocerlo.