Hace apenas algunas semanas que inició la Administración Trump y
ya varios países se han enfrentado a polémicas, cuestionables o francamente
condenables señalamientos, acusaciones, decisiones, iniciativas, políticas,
ideas u ocurrencias de la Casa Blanca. Donald Trump y su presidencia
tuitatorial (dictadura tuitatorial, como la denominó Amando Basurto http://www.nomospolitico.com/index.php/item/la-dictadura-tuitatorial-de-donald-trump?category_id=6
) han mantenido al mundo en un hilo esperando a ver cuál es su siguiente
ocurrencia, de qué magnitud y contra quién. México, Alemania, Australia, China,
Yemen, los musulmanes y hasta el Papa Francisco han sido algunos de los
objetivos de Trump y sus tuits, pero sobre todo de sus políticas. Sin embargo,
aunque Trump encabece el gobierno estadounidense, tal vez deberíamos
preocuparnos más por su principal estratega Stephen Bannon, a quien mucho
consideran el poder detrás del poder o el verdadero mandatario.
Ha llamado mucho la atención –por lo decir lo menos- el poder que
ha cobrado Bannon y la influencia que tendrá en la toma de decisiones, al darse
a conocer que ocupará un cargo en el Consejo de Seguridad Nacional (CSN). Esta
modificación a la estructura del CSN, es decir otorgarle un lugar formal a un
asesor, no tiene precedentes en la política estadounidense y es aún más
polémica, toda vez que Trump le limitó la participación al Consejo, del Jefe
del Estado Mayor Conjunto y del Director de Seguridad Nacional, a sólo algunas
reuniones. El nombramiento ha generado duras críticas no sólo de medios como el
New York Times, el Washington Post, Time, BBC o The Guardian, sino de parte
importante de la clase política como los demócratas Nancy Pelosi, Bernie
Sanders, Harry Reid y Robert Reich, e incluso de algunos republicanos como el
senador John McCain.
Stephen Bannon –quien trabajara en Goldman & Sachs y que
fundara la organización Government Accountability Institute (GAI) que investiga
políticos en diversos temas- fue miembro fundador del sitio web Breitbart News,
y su director desde 2012 hasta 2016, cuando dejó el cargo para convertirse en
el jefe de la campaña presidencial de Donald Trump. Breitbart News Network es
un sitio web creado en 2005 por Andrew Beitbart, con una agenda conservadora y
pro israelí; sin embargo, al hacerse cargo Bannon de Bretibart –debido al
fallecimiento de su fundador- el sitio web se volvió radical, siendo ubicado hoy como de
ultraderecha. De hecho el propio Stephen Bannon lo consideraba –y lo considera-
la plataforma del Alt right. Alt right o Alternative right, es un movimiento
de extrema derecha en los EEUU que promueve la supremacía blanca, el
nacionalismo blanco, el antisemitismo, el populismo de derecha, la islamofobia
y la oposición a la inmigración legal o ilegal. Esta radicalización de
Breitbart permitió fuertes alianzas con organizaciones de ultraderecha en
Europa, e incluso establecer una sede en Londres y otra en Jerusalem. Este
éxito, y su papel en la cinematografía como productor, le otorgó el
reconocimiento de el Leni Rifenstahl de
la ultraderecha estadounidense.
Ahora Bannon parece estar empujando su agenda o la de Alt right desde la Casa Blanca, al
suspender la Administración Trump el programa de refugiados sirios, bloquear el
ingreso de personas de siete países de mayoría musulmana, preparar la expulsión
de inmigrantes ilegales, presionar a diversas ciudades –llamadas santuario-
para que colaboren con Washington en la detención y deportación de dichos
migrantes o la nominación de Neil Gorsuch a la Suprema Corte. A esto habría que
agregar la aparente intención de la Administración Trump de aislar
políticamente al Papa Francisco –a quien Bannon acusa de socialista- o al menos
presionarlo a través del cardenal estadounidense en el Vaticano, Raymond Burke.
Ya sea el Rifenstahl o Goebbels de la ultraderecha -aunque en dado
caso creo que el comparativo es injusto para aquéllos, pues el símil sería con
Karl Rove, Dick Cheney y/o Richard Perle en la Administración Bush- Stephen
Bannon ha permitido darle prioridad o al menos articular la Agenda de la Alt right con la de Trump, en caso de
que estas sean distintas, al menos en matiz. Algo similar sucedió con la
Administración de George W. Bush y el Neoconservadurismo, cuando -gracias a los
atentados del 11 de septiembre de 2001- individuos como Wolfowitz, Rumsfeld,
Cheney o Perle lograron establecer la agenda neoconservadora en Washington. No
obstante, a diferencia de aquel momento, Bannon –y otras personas cercanas a
Trump como Kellyane Conway o Jared Kushner, unos de los monumentos al nepotismo
trumpiano- no han necesitado de un evento traumático para impulsar su agenda, simplemente
la han impuesto.
Esto lo que nos dice es que los tuits, las
ocurrencias, iniciativas o las políticas de la Administración Trump, no sólo
tienen más fondo de lo que podríamos haber pensado, sino que son parte de una
agenda que proviene no de un empresario que cree que es CEO de la United States
Company, sino de un grupo político bien establecido y con amplias relaciones en
los medios de comunicación, las finanzas y los movimientos de ultraderecha como
el Tea Party o el Ku Klux Klan. Afortunadamente, a diferencia de los
neoconservadores, no tienen tanto posicionamiento en ámbitos como las
universidades o la clase política tradicional, por lo que sin duda enfrentarán
resistencia desde muchos frentes. Pero, desafortunadamente, la Alt right apuesta a la irracionalidad, a
la sin razón, a las emociones, al miedo, al odio, lo que hace que tenga mucho
apoyo en la población afectada por la clase política tradicional –ya sea
demócrata o republicana- y sus promesas incumplidas y su corrupción, los
sofismas y costos del libre comercio y la globalización. Escenario que, huelga
decir, no sólo viven los Estados Unidos. El fantasma de la ultraderecha, aquí
representado por Bannon y la Alt right,
recorre mucho más que Europa.