martes, marzo 11, 2014

El conflicto Ucraniano y la miopía diplomática

Por Amando Basurto-

La crisis política en Ucrania es compleja y cada día es más difícil discernir no sólo lo que está sucediendo sino todas las referencias históricas que se usan para legitimar una posición u otra. Del gobierno ucraniano sabemos que es altamente corrupto, dividido por élites políticas que intensifican y exaltan los radicalismos que han heredado, especialmente, de su historia post-Segunda Guerra Mundial (y que se mezclan con una larga historia de desventajosa vecindad con Rusia). Pero más allá de la 'partición ideológica', hay elementos de 'facto' que son importante tener presentes: el primero es la rusificación del este ucraniano y, la segunda, la existencia de la base naval rusa en Crimea.

La mayoría de la población que habita el este de Ucrania es no sólo de ascendencia (étnicamente) rusa sino que el idioma preponderante es el ruso. Esta población representa un escudo poblacional entre Ucrania y territorio formalmente ruso. La pregunta inicial es ¿por qué el Kremlin no hizo antes uso de la fuerza para arrebatar Crimea a Ucrania? La respuesta es simple: porque no había sido necesario. Mientras los gobiernos Ucranianos no representaran un riesgo a la seguridad de las instalaciones militares rusas, el gobierno ruso simplemente colaboraría con asistencia para asegurar la alianza entre gobiernos. El problema es que la corrupción ha hecho de esa asistencia trizas y la relación de 'cooperación' es interpretada (correctamente) por muchos Ucranianos como sumisión al poder Ruso. A esto hay que sumar la independencia de Kosovo en 2008 respaldada militarmente por los Estados Unidos de América y la ofensiva desde el occidente –específicamente la Organización del Tratado del Atlántico Norte– al expandir su 'defensa' misilística hasta el Este Europeo y el actual acercamiento de la Unión Europea a Ucrania. Esto ha puesto a Rusia en una posición geopolíticamente defensiva.

Por otro lado, calificar de 'fascistas' y 'neonazis' a los grupos que participaron en la rebelión contra el gobierno de Viktor Yanukovich termina ocultando lo que si son: grupos políticamente conservadores y radicalmente anti-rusos. El problema es que la rebelión termina no con la derrota del gobierno y la élite corrupta ucraniana sino con un acuerdo inter-élites en el que éstas deciden abandonar a Yanukovich a su suerte. Hay que recordar que después de dos jornadas muy violentas, el ejército abandonó la protección de los edificios gubernamentales, de manera tal que los 'manifestantes' tomaron la cede del gobierno mientras el Parlamento liberaba a la ex-Primer Ministra, Yulia Tymoshenko, que estaba en la cárcel por corrupción. La 'rebelión' la ganan las élites que salvan su posición en el poder (al nombrar inconstitucionalmente a Arseniy Yatsenyuk presidente interino) quienes por desgracia utilizan la presión generada desde la calle por la turba para disfrazar el golpe de estado de rebelión popular.

Ahora el gobierno de Vladimir Putin ha reforzado su presencia militar en Crimea, en parte a petición del primer ministro de esa región autónoma y en parte por necesidad, pues el ala anti-rusa más radical ha tomado el poder en Kiev. Aunque algunos claman que este movimiento fue premeditado, es muy difícil creer que el gobierno ruso haya querido “invadir Crimea” mientras tiene que garantizar la seguridad de los atletas que asisten a los juegos paralímpicos en Sochi. Pareciera que Putin está reaccionando a eventos que se han salido de control, y se ve obligado a hacerlo no sólo por protección de la fuerza naval en Crimea sino, también, por presión ejercida por grupos nacionalistas rusos que le están exigiendo actuar para proteger los intereses y las vidas de los rusos que viven en el este ucraniano. Ahora que el parlamento de Crimea ha votado y llamado a un referéndum para la secesión de Crimea y su incorporación a la Federación Rusa veremos un choque entre democracia y constitucionalismo, un choque entre decisión democrática de la mayoría de habitantes de Crimea y la ‘defensa’ de la constitución ucraniana; al final será la lucha entre un referéndum inconstitucional en contra de un gobierno inconstitucional.

Ante esto cabe preguntarse, ¿es la respuesta diplomática de los Estados Unidos y de la Unión Europea la más conveniente? ¿es en verdad necesario o prudente defender la soberanía ucraniana y correr el riesgo de escalar el conflicto? pero aun más importante, frente a la presión de “Occidente” ¿le quedará alguna opción a Putin más que demostrar su fuerza y jugárselas al límite con tal de no mostrar signos de debilidad? Es decir, ¿entenderán los gobiernos estadounidense y la Unión Europea que tratar de “ayudar” al gobierno ucraniano y otorgarle apoyo financiero (a pesar de su inconstitucionalidad y del alto grado de corrupción) solamente pone en mayor riesgo la integridad territorial de este país? Sólo nos queda esperar y ver si a los principales actores en esta crisis les queda espacio para mesurar sus acciones (por ejemplo Rusia podría negociar con Crimea la suspensión del referéndum del próximo día 16). Si esto no sucede la península de Crimea pasará a ser formalmente rusa (formalmente porque a pesar de lo que muchos dicen la península ha sido controlada por los rusos desde finales del siglo XVIII) y Ucrania perderá más que una porción del territorio. Mientras tanto, como es evidente en las declaraciones y entrevistas otorgadas por la ex-Primer Ministra Yulia Tymoshenko, el gobierno interino de Ucrania no cejará en el intento de hacer de su conflicto una conflagración mundial.