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jueves, junio 30, 2016

Vuelve la burra al trigo: España 26J

Hace justo 4 meses escribía en este espacio sobre el resultado en las elecciones en España de diciembre de 2015: Elecciones en España: de cómo terminar con un presidente que la mayoría no eligió.
En aquel momento hacía un recuento del resultado así como de las  (im)posibilidades de que el PSOE formara un gobierno de coalición con los partidos emergentes.  Remarcaba que quizás lo novedoso y muy notorio del proceso electoral de diciembre era el fin del bipartidismo de la democracia española.
Pues bien pasó medio año de la jornada electoral y fue imposible hacer gobierno en coalición, lo que llevó a convocar nuevamente a elecciones generales este pasado 26 de junio. Las encuestadoras y el ánimo apuntaban a que Podemos, quien durante estos meses planteó alianza con el partido Izquierda Unida, iba a repuntar o quizás rebasar al PSOE para quedar como segunda preferencia y así lograra la posibilidad de formar gobierno.
La realidad: el abstencionismo aumentó, contrario a las predicciones Podemos no logró sobrepasar al PSOE y solo obtuvo 2 escaños más teniendo un total de 71; PSOE obtuvo 85 escaños, 5 menos que las elecciones pasadas, Ciudadanos pierde 8 escaños y se queda con tan solo 32; y el PP se alza como el ganador con 137 escaños 14 más que en las elecciones pasadas. Sin embargo esto deja en una situación más complicada a los españoles.
Por un lado el novedoso quiebre del bipartidismo se desquebrajó toda vez que el 55% de los votantes eligió a los ya tradicionales PP y PSOE, partidos que siguen hablándole a la España de 50 años o más y que deja a los jóvenes fuera de sus prioridades , de su discurso y sus propuestas.
Por otro lado el PP sigue sin tener la mayoría de 176 escaños para formar gobierno, lo cual lleva a Rajoy a la necesidad de negociar con los partidos que no han querido generar alianzas con el PP y que dadas sus plataformas sería como plantear que agua y aceite funcionen. Puede negociar con Ciudadanos, un partido joven pero con quien comparte idearios y propuestas desde la derecha. Sin embargo ello no plantea un escenario suficiente para lograr la mayoría y necesitarán 8 lugares más para declarar gobierno.
Su última opción es un gobierno en minoría mismo que tendría que ser aprobado por los diputados y de no llegar a ese acuerdo convocar a nuevas elecciones. Para ello tendrán que convencer a los demás partidos que voten a favor o bien se abstengan. Queda claro que los partidos de izquierda y extrema izquierda votarán en contra ¿qué pasará con PSOE que dados los resultados poco le conviene ir a otras elecciones, que no votará a favor pero que de abstenerse lograría que el PP lo logre?
Rajoy gobernará, el PP gobernará habiendo obtenido solo el 32% de la preferencia de los votantes, gobernará con una oposición absoluta, tendrá que negociar política pública, presupuestos y directrices con quien no las comparte. Presidirá en minoría con la premura de poder gobernar y llegar a acuerdos, en una España urgida de acciones y de soluciones a su crisis política, económica y sí también social. Gobernará un país con dos territorios que en sus resultados electorales muestran su cada vez más marcada diferencia con el resto: País Vasco y Cataluña.
La situación política de España invita a la autocrítica de un sistema que aunque democrático claramente es poco representativo, quizás esta oposición mayoritaria pudiera considerar una urgente reforma política. También toca a la ciudadanía hacer una reflexión a conciencia de su voto y de qué tan responsables son de lo sucedido.
Así vuelve la burra al trigo: Elecciones en España: de cómo terminar con un presidente que la mayoría no eligió.

– Melissa Ortiz Massó

Melissa Ortiz Massó es activista social especialista en poder legislativo, transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información. Promotora del Parlamento y Gobierno Abierto @melamalo

miércoles, junio 08, 2016

Bonita Democracia

BONITA DEMOCRACIA

Terminó la temporada electoral de este 2016 y tras una jornada de sorpresas para unos y de desencantos para otros vale la pena hacer un alto y pensar qué sucedió.
La mayor parte de la prensa anuncia esta jornada como un día de pérdida para el PRI y de ganar para el PAN, pero ¿qué hay detrás de esto? ¿De verdad ganó el PAN o la gente simplemente dice “no más”?
Llama la atención que particularmente Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas hayan por fin dejado al PRI detrás, después de décadas (casi nueve) de estar bajo gobierno priistas. Puede entenderse que bajo los niveles de violencia y crimen en los que viven, particularmente Veracruz y Tamaulipas, la gente decidiera probar otra opción ¿sin embargo qué opciones hay?
Parece ser que la gente votó desde el hartazgo, completamente comprensible, pero hay que preguntarse si de verdad se votó por una nueva opción, si de verdad el PAN tiene la facultad y la distinción para poder resolver estos grandes problemas que aquejan a la población de los estados que han ganado.
Cuesta trabajo entender qué propuestas se pueden plantear cuando en algunos de estos estados, como es el caso de Durango, Quintana Roo y Veracruz el PAN gana en alianza con el PRD partido que por definición y en planteamientos de agenda ha sido antagonista del PAN, si quisiéramos entenderlo como una alianza entre la derecha y la “izquierda”. ¿Cómo desde estos desencuentro lograrán acuerdos?
Quizás la gran sorpresa para el PAN es Chihuahua un estado tradicionalmente priista en donde gana con Javier Corral, un político panista que se ha caracterizado por sus constantes enfrentamientos con la propia cúpula del PAN y por en numerosas ocasiones no se ha alineado a la disciplina panista y más bien ha demostrado integridad y coherencia con los temas que ha empujado desde su trabajo como legislador. Será interesante ver qué tan íntegro se mantiene en la gubernatura y desde luego se le extrañará como legislador.
Por otro lado seguimos viendo tendencias priistas en estados que si bien ha pasado por transiciones que el PRI gane francamente no revela gran sorpresa tal es el caso de Hidalgo, Tlaxcala, Oaxaca y Sinaloa que pese a los índices de violencia, desacuerdo social, gran pobreza que anteriores gobiernos priista no han podido (o no ha querido) resolver, el voto les sigue favoreciendo.
Tenemos además el escenario de la Ciudad de México en donde la elección se caracterizó por su bajísima asistencia, sólo 30% del padrón asistió a votar. Muchos aducen la falta de información de qué se trataba la elección y lo atípico de la misma, la elección del constituyente. El resultado favorece en la elección a  Morena aunque dado el diseño de conformación del Constituyente el PRD es quien tendrá mayoría en la asamblea ¿democrático el proceso?
Qué pasa con las izquierdas en el país, cuando  Morena y PRD van separados y el PRD incluso prefiere una alianza con la derecha, que buscar un proyecto desde sus agendas con un movimiento más afín como Morena. ¿Qué hubiera pasado en Veracruz si el escenario hubiera sido una alianza del PRD-Morena y no con el PAN? Parece que el PRD no confía en su agenda, y está solo buscando la sobrevivencia electoral, sus alianzas con el PAN dan señales de no tener más propuesta ni solidez y desde luego de poca congruencia. A Morena por otro lado habrá que tenerla en el ojo dadas sus ganancias, si bien no en gubernaturas, sí lograron posicionarse de manera interesante en los congresos de Oaxaca, Veracruz y Ciudad de México, será su prueba de oro para ver qué tan opción pueden ser para quienes confían su voto rumbo al 2018 y habrá que ver que tan dispuestos o hábiles están para unir izquierdas y no irse solos, porque así me temo que poco lograrán a nivel nacional.
Otro proceso electoral más, tildándolo de democrático, pero lo cierto es que este país muestra cada día más que estamos lejos de la democracia cuando no hay verdaderas opciones que respondan a la ciudadanía. Cuando tenemos partidos aliados que tradicionalmente son antagonista; cuando el PAN se proclama ganador de algo que ni siquiera construyeron y que no queda claro que estén preparados o verdaderamente interesados para afrontar; cuando hay un PRI que gobierna al país y continúa en sus mismas prácticas sin ánimo de cambio pese al hartazgo de la ciudadanía; cuando ante la opción de dar espacio a la ciudadanía a que decida su futuro en la Ciudad de México ésta no cree en ello y los resultados le dan la razón, gana un partido que no tendrá la mayoría.
Y sobre todo esto unos legisladores que pareciera esperan las elecciones para tener moneda de cambio y que llevan meses discutiendo un urgente sistema anticorrupción como si este fuera la herramienta que les permitirá o darle el traste a sus opositores o acomodarlo a gusto para seguir en las mismas pero no generar cambios.
Y después de las elecciones ¿qué? ¿Esperar a ver si ahora sí viene un cambio? ¿Seguir sentados para tener solo como oportunidad de participación las elecciones? Bonita democracia…

– Melissa Ortiz Massó

Melissa Ortiz Massó es activista social especialista en poder legislativo, transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información. Promotora del Parlamento y Gobierno Abierto @melamalo

viernes, febrero 26, 2016

Elecciones en España: de cómo terminar con un presidente que la mayoría no eligió

Melissa Ortiz Massó –

El pasado 20 de diciembre se llevaron a cabo elecciones generales en el Reino de España, unas elecciones muy esperadas tras una de las peores crisis económicas y sociales en España desde la llegada de la democracia. Unas elecciones con nuevos actores, nuevos partidos con una cara distinta y nuevos votantes. Todo ello  adelantaba el fin del bipartidismo del Partido Popular (PP) y el Partidos Socialista Obrero Español (PSOE).

En efecto el resultado trae las nuevas buenas: final del modelo bipartidista tras casi 4 décadas. Sin embargo no todo son buenas noticias, el resultado mete al Congreso y a los españoles en un dilema y atore del que a más de dos meses y sólo unos días de la investidura presidencial, no han podido salir.
De acuerdo al sistema electoral español para que un partido logre el encargo presidencial debe llegar a tener mayoría absoluta, es decir 176 diputados. En las elecciones el PP con Mariano Rajoy a la cabeza gana la mayoría de escaños en el Congreso con 123 votos, seguido del PSOE de Pedro Sánchez con 90, Podemos de Pablo Iglesias con 69 y Ciudadanos de Albert Rivera con 40 (el resto de los 6 partidos obtienen 28 escaños entre todos). Dados estos resultados el PP y el PSOE se ven en la necesidad de asegurar alianzas con los demás partidos para conseguir los diputados necesarios que les lleve a la Presidencia.

Esto no es solo un problema simple de aritmética. Entramos aquí en la discusión y en las etiquetas que entre uno y otros se han puesto o que bien han demostrado es su quehacer gubernamental o en sus plataformas, unos de izquierdas PSOE y Podemos y otros de derechas PP y Ciudadanos, con sus matices e intensidades, unos más en los extremos Podemos y PP y otros más en los centros PSOE y Ciudadanos. Son estas etiquetas las que pudiendo hacer las combinaciones posibles, en realidad hacen lo imposible: ponerlos de acuerdo.

El PP desde un inicio manifestó interés del apoyo de Ciudadanos pero aun así le era necesario negociar con el PSOE o Podemos, partidos que claramente no se sentarían con ellos sea por el deseo del poder exclusivo o por incongruencia de visiones políticas y morales. Igualmente para el PSOE, pese a tener uno de los peores resultados en su historia electoral, desde un principio manifestó la negativa a negociar con el PP y cederles la posibilidad de gobernar por un periodo más. Ante ello PSOE necesita sentarse con Ciudadanos y con Podemos para lograr el título, suena fácil sin embargo Ciudadanos y Podemos tienen clara la imposibilidad congeniar ni sentarse en conjunto porque sus visiones de España y de política social y económica no coinciden.

En medio de este embrollo de posturas y vale decir arrogancias, tras no tener un acuerdo que diera presidente a España, el Rey Felipe en su calidad de jefe de Estado decide el 2 de Febrero encargar (lo que ello signifique) a Pedro Sánchez del PSOE que forme coaliciones para obtener la Presidencia teniendo un mes para hacerlo.

En principio el próximo 2 de marzo Pedro Sánchez tendría que presentarse ante el congreso y obtener la investidura Presidencial. La prensa española ha dado cuenta desde el 3 de febrero a la fecha de todos los dimes y diretes entre los cuatro partidos, y el ir y venir de acusaciones, de desplantes y de una evidente lucha por el poder que deja ver lo alejados que están los partidos del interés primordial de la ciudadanía.

Notas van y vienen reflejando el nivel de negociación en el que cada partido se ha instalado. Un PP que le habla a una mayoría del electorado mayor de 40 años; un PSOE que insiste instalarse en la izquierda aunque sus propuestas y plataformas no reflejen esa postura; un Podemos que, pese a ser una novedosa opción para el electorado joven, no ha sabido comunicarse con la mayoría de adultos y que lejos de sostener sus propuestas pareciera que están luchando por los puestos y no la agenda; y por último Ciudadanos que siendo la cuarta fuerza y con solo 40 escaños apunta al ser el gran ganador, olvidando su cercanía al PP y prefiriendo pactar con el PSOE a cambio sí de lugares en el gobierno pero también de agenda.

Termina febrero y parece que España no tiene miras para llegar al 2 de marzo y tener presidente. Grave es, ante una recesión económica inminente, la presión de los jerarcas europeo y empresariales, pero quizás más grave para las y los españoles es estar atorados en un sistema electoral que les de pluralidad pero que no refleja necesariamente democracia. Un sistema en donde el Rey encarga a un partido sin mayoría que busque gobierno. Un sistema que hoy no les permite tener el gobierno que quisieran: las últimas encuestas hechas por Metroscopía muestran al PP como la preferencia de la mayoría (eso sí sin Rajoy al frente), el PSOE como segunda fuerza, Podemos como la tercera y Ciudadanos como la cuarta. Un sistema donde los representantes tan alejados de sus representados alegan por el poder y no por las agendas, lo que se escuchan son condiciones de negociación y no propuestas en común.

España se enfrenta a una crisis económica y social que no termina; con una Cataluña que amenaza independizarse; políticas laborales y de libertades que el pasado gobierno del PP impuso en una lógica liberal y regresiva en materia de derechos y ahora una crisis política que pudiera no terminar de la forma más democrática. Las opciones para la ciudadanía: estar cerca y presionando a sus representantes, exigir unas nuevas elecciones en junio y después de ellas una necesaria reforma política.




- Melissa Ortiz Massó


Melissa Ortiz Massó es activista social especialista en poder legislativo, transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información. Promotora del Parlamento y Gobierno Abierto @melamalo




[1] http://metroscopia.org/barometro-febrero-2016/

jueves, febrero 18, 2016

De la democracia cerrada a la democracia abierta


El Gobierno Abierto y los retos de la ciberdemocracia.

Durante el siglo XX la democracia se consolidó como herramienta legitimadora de gobiernos dado su carácter plural, representativo, incluyente, transparente y participativo. Sin embargo, los gobiernos democráticos han sido en su mayoría gobiernos cerrados, en los que cambió una clase política por otra, o bien, se incluyeron actores al sistema político, pero no hubo transformaciones sustanciales en la estructura política, que abrieran espacios de participación ciudadana más allá de procesos electorales, mismos que si bien son muy importantes, son sólo un forma de participación; algo así como la transición a la democracia en México.

En consecuencia, la distancia entre los intereses de los gobiernos, los partidos y los políticos, con respecto a los de la sociedad en su conjunto (o de grupos dentro de ella) se ha ampliado, generando con ello una severa crisis del sistema o mostrando su verdadero rostro. El descontento e incluso el hartazgo ante tal situación es claro, evidente y está en expansión, sin embargo, la apatía y la parálisis política de grandes sectores de la población, resultantes de la ignorancia (o de su prima sexy, la desinformación) así como de falta de mecanismos de participación o denuncia, están siendo revertidas gracias a la mega expansión de la web (y sus versiones) al ciberactivismo (desde Wikileaks hasta Anonymous) así como a la constante presión y participación de individuos y organizaciones no gubernamentales en diversos temas.

Como uno de los resultados de esta tríada, o al menos coincidiendo con ella y con la crisis de los gobiernos democráticos cerrados, está la Open Government Partnership (OGP; Alianza por el Gobierno Abierto, AGA, en español) que es una iniciativa multilateral encaminada a propiciar compromisos concretos por parte de los gobiernos para promover la transparencia en la información gubernamental y garantizar el libre acceso a ella; aumentar la participación ciudadana en los asuntos públicos; y la colaboración entre el sector público, el privado y la sociedad (en toda su diversidad) aprovechando las nuevas tecnologías a fin de combatir la corrupción y robustecer la gobernanza. Es decir, construir desde distintos polos un verdadero gobierno democrático abierto; la redundancia es discutible.

A la fecha y luego de poco más de cuatro años de existencia, la AGA cuenta con 68 países y se configura como una de las iniciativas internacionales voluntarias más vigorosas, con un desarrollo vertiginoso y un respaldo financiero seguro al menos al mediano plazo, condición sine que non para el desarrollo de los procesos indispensables para la tranformación de los gobiernos y el impulso de la participación ciudadana. Ahora bien, aunque AGA ha impulsado importantemente el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información como herramientas eje en la ampliación de la participación ciudadana –lo que es comprensible desde una visión urbana y/o de un país desarrollado- es indispensable subrayar que los procesos de Gobierno Abierto no pueden limitarse a la plasticidad de las “apps” o de la web 2.0, 3.0, etcétera. Éstos deben adaptarse a las necesidades y condiciones de países en desarrollo o tan disímbolos (¿acaso plurisímbolos?) como México; he ahí el reto que se nos presenta en la construcción de la democracia abierta.

El pasado mes de octubre se llevó a cabo en la Ciudad de México la Cumbre Global de la Alianza, reuniendo a más de 3500 asistentes de más de 70 países. Más allá de la Cumbre misma, en donde allende el intercambio de experiencias nacionales y locales en la construcción del Gobierno Abierto, fue evidente la diferencia de condiciones en las que se desarrollaba el proceso mismo, así como de voluntades y niveles de compromiso gubernamental. Por ejemplo, México ha hecho importantes avances en el marco de la AGA -no sin cuestionamientos, tal es el caso del Plan de Acción 2011-2012, elaborado sin la participación de la sociedad civil- como la creación de un Secretariado Técnico Tripartita (STT) que encabeza y articula acciones o programas de diversas dependencias de gobierno dentro de AGA, y está conformado por una representación del Ejecutivo Federal (la Oficina de la Estrategia Nacional Digital de la Presidencia), una representación del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) y una representación del Núcleo de Organizaciones de la sociedad civil. Pero contrariamente al espíritu de AGA y de la idea de Gobierno Abierto, ha sido dudoso su accionar (por decir los menos) en temas de corrupción e impartición de justicia.
 
Por último, cabe destacar que el eje temático de la Cumbre fue la vinculación de AGA con los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Esta concatenación entre AGA y ODS, abre un abanico de oportunidades y de sinergias temáticas que representa una invitación a la participación ciudadana para avanzar en los temas que la comunidad internacional ha destacado como críticos en el mediano plazo. La construcción de esta democracia abierta, de este Gobierno Abierto (en transición, por cierto, a un Estado Abierto) está permitiendo a la ciudadanía definir la agenda local, nacional y/o global de acuerdo a percepciones, realidades e intereses comunes, frente a intereses particulares (de gobierno, de partido o individuales). Pero es imperativo tener claro que estos procesos, no serán tersos y que nuestra participación es una condición sinne que non. Estos son los retos de la democracia abierta, nuestros retos como ciudadanos.

martes, marzo 11, 2014

El conflicto Ucraniano y la miopía diplomática

Por Amando Basurto-

La crisis política en Ucrania es compleja y cada día es más difícil discernir no sólo lo que está sucediendo sino todas las referencias históricas que se usan para legitimar una posición u otra. Del gobierno ucraniano sabemos que es altamente corrupto, dividido por élites políticas que intensifican y exaltan los radicalismos que han heredado, especialmente, de su historia post-Segunda Guerra Mundial (y que se mezclan con una larga historia de desventajosa vecindad con Rusia). Pero más allá de la 'partición ideológica', hay elementos de 'facto' que son importante tener presentes: el primero es la rusificación del este ucraniano y, la segunda, la existencia de la base naval rusa en Crimea.

La mayoría de la población que habita el este de Ucrania es no sólo de ascendencia (étnicamente) rusa sino que el idioma preponderante es el ruso. Esta población representa un escudo poblacional entre Ucrania y territorio formalmente ruso. La pregunta inicial es ¿por qué el Kremlin no hizo antes uso de la fuerza para arrebatar Crimea a Ucrania? La respuesta es simple: porque no había sido necesario. Mientras los gobiernos Ucranianos no representaran un riesgo a la seguridad de las instalaciones militares rusas, el gobierno ruso simplemente colaboraría con asistencia para asegurar la alianza entre gobiernos. El problema es que la corrupción ha hecho de esa asistencia trizas y la relación de 'cooperación' es interpretada (correctamente) por muchos Ucranianos como sumisión al poder Ruso. A esto hay que sumar la independencia de Kosovo en 2008 respaldada militarmente por los Estados Unidos de América y la ofensiva desde el occidente –específicamente la Organización del Tratado del Atlántico Norte– al expandir su 'defensa' misilística hasta el Este Europeo y el actual acercamiento de la Unión Europea a Ucrania. Esto ha puesto a Rusia en una posición geopolíticamente defensiva.

Por otro lado, calificar de 'fascistas' y 'neonazis' a los grupos que participaron en la rebelión contra el gobierno de Viktor Yanukovich termina ocultando lo que si son: grupos políticamente conservadores y radicalmente anti-rusos. El problema es que la rebelión termina no con la derrota del gobierno y la élite corrupta ucraniana sino con un acuerdo inter-élites en el que éstas deciden abandonar a Yanukovich a su suerte. Hay que recordar que después de dos jornadas muy violentas, el ejército abandonó la protección de los edificios gubernamentales, de manera tal que los 'manifestantes' tomaron la cede del gobierno mientras el Parlamento liberaba a la ex-Primer Ministra, Yulia Tymoshenko, que estaba en la cárcel por corrupción. La 'rebelión' la ganan las élites que salvan su posición en el poder (al nombrar inconstitucionalmente a Arseniy Yatsenyuk presidente interino) quienes por desgracia utilizan la presión generada desde la calle por la turba para disfrazar el golpe de estado de rebelión popular.

Ahora el gobierno de Vladimir Putin ha reforzado su presencia militar en Crimea, en parte a petición del primer ministro de esa región autónoma y en parte por necesidad, pues el ala anti-rusa más radical ha tomado el poder en Kiev. Aunque algunos claman que este movimiento fue premeditado, es muy difícil creer que el gobierno ruso haya querido “invadir Crimea” mientras tiene que garantizar la seguridad de los atletas que asisten a los juegos paralímpicos en Sochi. Pareciera que Putin está reaccionando a eventos que se han salido de control, y se ve obligado a hacerlo no sólo por protección de la fuerza naval en Crimea sino, también, por presión ejercida por grupos nacionalistas rusos que le están exigiendo actuar para proteger los intereses y las vidas de los rusos que viven en el este ucraniano. Ahora que el parlamento de Crimea ha votado y llamado a un referéndum para la secesión de Crimea y su incorporación a la Federación Rusa veremos un choque entre democracia y constitucionalismo, un choque entre decisión democrática de la mayoría de habitantes de Crimea y la ‘defensa’ de la constitución ucraniana; al final será la lucha entre un referéndum inconstitucional en contra de un gobierno inconstitucional.

Ante esto cabe preguntarse, ¿es la respuesta diplomática de los Estados Unidos y de la Unión Europea la más conveniente? ¿es en verdad necesario o prudente defender la soberanía ucraniana y correr el riesgo de escalar el conflicto? pero aun más importante, frente a la presión de “Occidente” ¿le quedará alguna opción a Putin más que demostrar su fuerza y jugárselas al límite con tal de no mostrar signos de debilidad? Es decir, ¿entenderán los gobiernos estadounidense y la Unión Europea que tratar de “ayudar” al gobierno ucraniano y otorgarle apoyo financiero (a pesar de su inconstitucionalidad y del alto grado de corrupción) solamente pone en mayor riesgo la integridad territorial de este país? Sólo nos queda esperar y ver si a los principales actores en esta crisis les queda espacio para mesurar sus acciones (por ejemplo Rusia podría negociar con Crimea la suspensión del referéndum del próximo día 16). Si esto no sucede la península de Crimea pasará a ser formalmente rusa (formalmente porque a pesar de lo que muchos dicen la península ha sido controlada por los rusos desde finales del siglo XVIII) y Ucrania perderá más que una porción del territorio. Mientras tanto, como es evidente en las declaraciones y entrevistas otorgadas por la ex-Primer Ministra Yulia Tymoshenko, el gobierno interino de Ucrania no cejará en el intento de hacer de su conflicto una conflagración mundial.

miércoles, julio 11, 2012

La democracia mexicana: farsas, tragedias e impugnaciones


Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley.

Los resultados de la elección federal del pasado primero de julio, han dejado al descubierto –una vez más- los problemas, pendientes, debilidades y vacíos de nuestro sistema electoral; otra arista de la (al parecer) perenne problemática institucional mexicana. Se ha logrado mucho desde las elecciones limitadas de los años setenta, el fraude –ese sí, a todos luces- de 1988 y su “caída del sistema”, la (hasta cierto punto) cuestionable elección de Ernesto Zedillo y la sospechosista de Felipe Calderón Hinojosa, doce años después de aquella. La jornada es, sin duda alguna, menos oscura, es transparente aunque confusa; no está exenta de fallas, pero es mucho más confiable que otros ejercicios. Sin embargo, nuestra transición a la democracia, sigue siendo una camino lleno de farsas, tragedias e impugnaciones.

Los reclamos de AMLO y, hay que decirlo, de buena parte de las izquierdas, incluyendo movimientos ciudadanos, están cayendo en la irracionalidad, las suposiciones, el fanatismo, la nada extraña falta de autocrítica y una clara falta de visión a futuro, e inclusive realismo. No haría daño reflexionar un poco sobre algunos de estos argumentos que sostienen (débilmente) la impugnación; misma que se entiende más como una expresión irracional (en el sentido de la filosofía política) del hartazgo y frustración, que como una respuesta articulada y razonada frente a la profunda inequidad del proceso. Lo delicado, es que lo que se necesita –y desde hace 12 años, al menos- es lo segundo, y no lo primero.

En efecto EPN ganó la elección presidencial teniendo a más del 60% del electorado en contra de su candidatura, pero eso no lo hace una imposición, ni ilegítimo; y en todo caso el porcentaje se amplía con AMLO y JVM. Pretender que se desconozca a EPN o que renuncie y sea (nombrado) presidente AMLO, sí sería una imposición. No pretendo ser un apólogo del IFE, ni defensor de EPN o el PRI -¡jamás!- pero clamar “¡Fraude!” o “¡Impugnación!” es un asunto muy serio y debe estar documentado con pruebas irrefutables, no suposiciones, aunque estén fundamentadas en la razón o la historia. No invito al silencio, ni a la sumisión, pero sí a la responsabilidad que supone la presentación de pruebas, a fin de demostrar allende cualquier duda los ilícitos en materia electoral.
A ver, separemos tres cuestiones elementales: una cosa es la jornada electoral en su conjunto, otra el conteo de los votos y aún otra las condiciones en que se desarrolla el proceso electoral en sentido amplio. La primera obedece a los acontecimientos que suceden el día de la elección, ya sea dentro, fuera, cerca o en los alrededores de las casillas; así como todo aquello que impacte en la votación, de manera directa o indirecta, en todo el territorio nacional. Esta fue muy accidentada, no fue tersa, impoluta o inmaculada; nada más lejano a ello. Pero eso no la hace fraudulenta per se. Cierto, el IFE reportó más de mil incidentes el 1º de julio, pero la gran mayoría obedecieron a problemas al instalar las casillas; como las más de 70 casillas en Tamaulipas que tuvieron que cambiar de lugar o que retrasaron su apertura debido a la lluvia. Ahora bien, existen muchos reportes de compra del voto –Soriana y Monex- lo cual debe investigarse y es nuestra obligación exigir penas EJEMPLARES para quienes hayan cometido dichos ilícitos. Eso sí puede calificarse como fraude.

La Ley General de Medios de Impugnación en Materia Electoral es muy clara al señalar que no se puede ejercer presión o violencia física para influir en el resultado de la elección, de hacerlo sería causa de nulidad en la casilla (Artículos 75, 76, 77 y 77 bis). Pero también es clara la Ley al señalar que se deben comprobar dichas acciones, y para que se anule la elección se deben anular el 25% del total de casillas instaladas. No dudo de la compra de votos, pero sí dudo que haya sido exclusivo del PRI; ¿acaso no recordamos las elecciones internas del PRD? ¿ya olvidamos que alguna o algunas tuvieron que ser anuladas, precisamente por la compra de votos? Y también dudo que la compra de votos pueda cambiar el 25% de las casillas, y en consecuencia anular la elección; lo cual por cierto, haría el TEPJF, no el IFE. Por supuesto queda la duda de cómo comprobar que hubo compra del voto; ¿cómo comprobar que Juan Pérez cambió su voto a cambio de una despensa o un horno de microondas? Si estamos insatisfechos con los criterios del COFIPE, del TEPJF o con la Ley mencionada, entonces hay que organizarnos, hay que presionar para que se modifiquen. Pero esas reglas del juego, esos actores, esos árbitros, fueron avalados por los Partidos políticos, no fueron impuestos. El fraude desde la autoridad electoral, al menos en esta elección, es una farsa, un ardid, un sofisma o retórica, pero la limpieza de la jornada electoral también lo es. No porque haya dados cargados, o una conspiración a todo lo largo del territorio nacional para evitar que AMLO sea presidente, sino porque hay permisividad para la trampa, para el cochupo. Porque hay árbitros con muy pocos dientes, e interesados en que eso se mantenga. El IFE no aprobó la Ley, sino el Congreso.
La segunda, el conteo de los votos, se refiere simple y llanamente a eso, al ejercicio de sacar las boletas de las respectivas urnas y ubicarlas en el montoncito que le corresponde: PAN – PRD – PRI – PANAL – Nulos, y posteriormente contar las boletas no utilizadas. Corroborar las cifras finales de la casilla y  registrar el resultado en la sábana respectiva, con la anuencia y aprobación de los representantes de los partidos que ahí se encuentren. En esta elección, vale recordarlo, hubo representantes de todos los partidos políticos en poco más del 96% de las casillas; y simpatizantes de AMLO en más del 98% de ellas. Se reporta el resultado al IFE, se lleva la urna al Instituto, y ahí se lleva a cabo el conteo rápido, que es sólo una muestra estadística y una proyección del resultado. El miércoles posterior a la elección de realiza el cómputo de todas las casillas, y ése es el resultado final, que ratifica el Consejo General del IFE. A grandes rasgos, eso sucede en esta etapa del proceso, y en ella es muy difícil que exista manipulación alguna, toda vez que quienes participan son ciudadanos –no a partidistas muy probablemente, pero tampoco militantes- y además ¡hay representantes de los partidos en las casillas! Por si fuera poco, la UNAM -que de algún prestigio goza y no es de corrupta- analizó los procedimientos del Instituto Federal Electoral y los aprobó –podríamos decir- con Mención honorífica. Ahora, cierto, un buen conteo no significa equidad, ni legitimidad, aunque sí legalidad. De cualquier forma, esa sería otra discusión.

La tercera, es decir las condiciones en que se desarrolla el proceso electoral en sentido amplio, es en buena medida –a mi parecer- la clave del problema en nuestra transición a la democracia. El proceso fue claramente inequitativo, las irregularidades son la regularidad; el caos, la falta de certidumbre, de transparencia, el sospechosismo, la debilidad, temor y acotamiento del árbitro, son la norma, lo normal. Lo que debe estar ahora en nuestra mira es precisamente eso, las condiciones del sistema político-electoral, y del político en su conjunto. Si hubiera ganado AMLO, ¿hubiera estado todo bien? No, las tareas seguirían pendientes, al menos muchas de ellas. Recordemos que algunas de las leyes que el Gobierno del DF ahora presume –y hace bien- fueron detenidas por AMLO, quien por ejemplo quería someter a referéndum algunos derechos de la comunidad LBGTQ. Cosas de la vida, una diputada panista le corrigió la plana. Hay que presionar a los legisladores -vía personal, ONG’s o Movimientos ciudadanos- para que no sea permisible la compra del voto o cualquier otra ilegalidad, para que haya equidad en el proceso, para que haya penas duras ante alguna infracción o ilícito. Si creemos que la Segunda Vuelta electoral resolverá el problema de la legitimidad, entonces presionemos para que se legalice, se regule de forma precisa y no de forma espontánea. Sólo consideremos que la segunda opción de quienes simpatizan con el PAN es el PRI, por cuestiones de Agenda, y no el PRD.

Hay que aceptar, no guste o no, que el voto favoreció al PRI y su candidato; es decir, no sólo a EPN, sino al PRI, eso puede apreciarse en los resultados de la elección general, no sólo presidencial. Afirmar que quienes votaron por el PRI son corruptos o ignorantes, es un error y una irresponsabilidad. Hay millones de personas que eligieron esa opción, y seguramente la mayoría lo hizo consciente de su decisión; no coincido con ellos, en lo absoluto, pero tampoco puedo descalificarlos, ni acusarlos. Merecen respeto a su voto, amén del desacuerdo.
El resultado parece ser definitivo y no se ven signos, pruebas, de que un fallo del TEPJF vaya en sentido opuesto; en consecuencia debemos trabajar con las elecciones intermedias de 2015 y las federales d 2018 en mente. Presionemos por una Reforma del Estado que abra espacios de toma de decisión política, por la transparencia y el acceso a la información, por imponer límites a los grupos de interés, por otorgar dientes a los órganos que lo requieren a fin de articular y construir condiciones democráticas. Consolidemos la rendición de cuentas y sus mecanismos. Construyamos un sistema democrático.

La democracia, una vez más, es mucho más que elecciones; participar es mucho más que votar; rendir cuentas trasciende la re elección y las instituciones gubernamentales; la inequidad no es fraude, la ilegalidad sí lo es. Pensar lo contrario es una farsa y una tragedia.

viernes, junio 08, 2012

Respuesta al sospechosismo sobre #YoSoy132


Comparto algunas de las críticas y/o señalamientos que se hacen con respecto al Movimiento estudiantil #YoSoy132, al cual pertenezco. Me parece, y así lo intenté, que la agenda debía ser más política (estructural) y menos anti EPN, pues con ello se eliminaría –como sucedió- la posibilidad de un debate con todos los candidatos, así como la interlocución con un probable Presidente electo. Además el impacto sería inconmensurablemente mayor si se hubiese logrado un acuerdo/compromiso de una Reforma política. Tienen razón, el Movimiento no es apartidista pues nace de un No a EPN, aunque no está claramente inclinado hacia favorecer a un candidato, sí lo está contra uno de ellos; esto anula el apartidismo. Si fuera anti sistema democracia presidencialista, anti sistema político -por ubicarlo anti algo, lo que no es indispensable- sería apartidista, y la cuestión es que EPN en este momento representa precisamente un sistema político con el que no se está de acuerdo, pero los demás también; Enriqye Peña Nieto (EPN) representa la impunidad que parece caracterizar -en buena medida, pero únicamente- al PRI. Esta "personalización" del Movimiento se explica porque éste surge de aquél de la Ibero, por y en condiciones muy específicas.

Creo que el Movimiento debió buscar compromisos para una Reforma política que abra espacios en la toma de decisiones políticas y gubernamentales -referéndum, plebiscito, revocación de mandato, rendición de cuentas- a fin de trascender el 1o de julio e impactar en la estructura política, transitando hacia una democracia mixta. Pero no se decidió así en las Asambleas; en todo caso, le dieron un segundo lugar a esas cuestiones. Me parece que el #YoSoy132 no pudo o no supo leer su impacto coyuntural, amén de su probable permanencia, en cuyo caso estaría por verse qué peso político-social representaría. El peso en las primeras dos o tres semanas era un hecho, y tenía la capacidad de sentar a negociar a casi cualquier fuerza política –recordemos que el Senado le abrió las puertas del recinto legislativo, lo que fue ignorado. Ahora es una incógnita.

Las críticas y sospechas mencionan la falta de capacidad de autocrítica; de ello no estoy del todo convencido. En la UNAM, sección a la que pertenezco, hay muchas constantes discusiones de diversos temas, en ellas se critican algunas cuestiones y decisiones del Movimiento. Creo que parte de la intolerancia de la que es acusado el #YoSoy132 -en unos momentos hablaré de los errados conceptos- viene porque el Movimiento ha sido más que cuestionado atacado, en muchas ocasiones sin fundamentos, y le estamos endilgando a los jóvenes una responsabilidad que no deberían tener, al menos no sólo ellos. En vez de apoyarlos, también en las calles, sólo lo hacemos en facebook o twitter cuando no se les critica. Las batallas sólo, te ponen muy a la defensiva. Recordemos que es un Movimiento muy joven, y que en únicamente pocos días tuvieron que "evolucionar" de 131 jóvenes en la Universidad Iberoamericana a un Movimiento estudiantil de más de 50 centros de estudio, con una Agenda mucho más amplia que "Sí somos universitarios y no manipulados"...Qué bueno que muchos de sus críticos apoyen o simpaticen con Movimientos estudiantiles y sociales de otras latitudes, ellos también tuvieron y tienen sus problemas, fallas, deficiencias, pero aún así fueron apoyados, ya que el hartazgo era generalizado...pregúntenle a los egipcios.

Por último, sólo quisiera señalar algo que de alguna manera sigue preocupándome y -hasta cierto punto- extrañándome. Me refiero a la mala comprensión y en consecuencia utilización de algunos conceptos clave, tales como tolerancia y aún más democracia. Tolerancia tiene más que ver con inequidad que con equidad, me explico. Cuando uno tolera, se ubica por encima del otro ya sea moral, ideológica, racial o intelectualmente; la cuestión es de derechos, no tolerancia. El Otro tiene el derecho de disentir y expresarlo, estoy obligado a reconocer y aceptar su diferencia, no a tolerarla. El Movimiento de derechos civiles por afroamericanos (EEUU) o el Movimiento feminista, no buscaron -o buscan- tolerancia, sino equidad, derechos.

Por otra parte, se maneja democracia como sinónimo de democracia liberal, y no son lo mismo. No señalaré por qué ambos pueden ser hasta antitéticos, esa es una discusión teórica que no tiene sentido establecer en este momento, pero sí por qué uno es distinto de otro en aspectos elementales, y que esta "confusión" genera lecturas erróneas e incomprensión de escenarios y estrategias. Hace un par de semanas escuché que el coordinador de campaña de Josefina Vázquez Mota (JVM) afirmaba que "un demócrata no puede estar a favor o justificar la violencia como instrumento de la política" -palabras más o menos; argüir tal cosa demuestra una gran confusión o ignorancia, y señalamientos similares he escuchado en diversos ámbitos. Democracia es el gobierno del pueblo -y eso en una concepción matizada y modernizada, pues en un principio era la perversión de la República- sustituyendo mecanismos o gobiernos cerrados, y para que se diera un cambio en ellos -mecanismos y gobierno- era indispensable -no sé si la conjugación sea correcta, eso espero- un movimiento político en las calles, por lo regular violento. Abrir espacios de poder, de toma de decisión, no es fácil y por lo regular carece de vías legales e institucionales; la historia nos ha enseñado eso. Por tanto, un demócrata no puede estar contra la utilización de la violencia como una herramienta legítima, si bien NO deseable, de la política. No es lo mismo a ser apólogo de la violencia; nadie, en su sano juicio, puede serlo. Al menos no per se.

La democracia liberal, es sólo un tipo de democracia, aunque no lo crean no es la única. Esta sí supone un dominio del marco jurídico sobre el político, lo que es cuestionable desde un punto de vista teórico e inclusive práctico; las elecciones dudosas de 2006 así lo ejemplifican. Aclaro, en aquella elección anulé mi voto, pero yo no sé quién ganó y me hubiera gustado saberlo. La elección fue cuestionable, eso es indiscutible. En la democracia liberal el poder de los ciudadanos se limita a la representación -a cargo de los partidos políticos- y ahí se da la discusión; ahí se expresa el pluralismo. Por cierto, ¿cómo logran acuerdo visiones alternas y/o antitéticas? ¿Cómo se toman decisiones en el Congreso? Por votación, ¿cierto? Esas son matemáticas, no racionalidad, si acaso razonabilidad, no son los mismo.

P. S.
Uno de los más recientes ataques o sospechas sobre #YoSoy132, señala la relación entre el Movimiento y Carlos Slim - Andrés Manuel López Obrador (AMLO). La relación sospechosista es la siguiente: Carlos Slim es cercano a AMLO, Miguel Torruco –empresario turístico y una persona influyente en el medio- es cercano a AMLO, Slim y Torruco son consuegros, otro de los hijos de Torruco (al parecer esa es la relación) es estudiante de la Ibero, y líder –como se señala es la acusación sospechosista- del #YoSoy132. La misma acusación se pregunta ¿en dónde estaban los maestros y autoridades de la Ibero, que permitieron faltas de respeto y agresiones a EPN? El blog que promovió esto, también afirma que es la primera vez que se cuestiona a un candidato de esta manera, señala que no era necesario tanto Movimiento, pues con el simple voto se expresa al sentir popular. A esto respondo de la siguiente manera:

1.     El movimiento estudiantil #YoSoy132 no tiene líderes, es algo que no pueden comprender quienes no han estado en uno. El Movimiento estudiantil del 68, no tenía líderes, sino representantes; este es el mismo caso. ¿Cómo podría un muchacho controlar o influir, manipular, etc., a más de 54 centros de estudios de toda la República? Las expresiones de la Ibero, fueron organizadas, no orquestadas. Y si buscáramos relaciones consanguíneas de políticos o de la élite del poder, encontraríamos un sin fin de complots globales.
2.     Las Universidades son foros abiertos de expresión, discusión, debate, o eso deberían ser. Los candidatos no están al margen de ello, ni deben estarlo. No están por encima de nada, ni de nadie. Son, a fin de cuentas, nuestros empleados, nuestros servidores públicos. Los maestros y autoridades universitarias no deben limitar ni coartar la libertad de expresión; eso fueron, expresiones. Ni siquiera fueron mentiras.
3.     Claro que otros candidatos han sido cuestionados o “agredidos”, tal vez peor que a EPN en la Ibero; Diego Fernández de Cevallos o Francisco Labastida Ochoa, son ejemplos claros de ello.
4.     El voto popular es una forma de expresar una opinión política, pero lejos está de ser la única, aún en tiempos electorales. El pueblo es actor político cuando se convierte en legislador o cuando sale a la calle; eso dicen algunos teóricos de la política, no es sólo mi opinión. Decir que el pueblo debe expresarse sólo en las urnas es una visión muy estrecha de la dinámica político-social o muy manipuladora y temerosa.

Finalmente, para quienes dudan del peso de los medios de comunicación, los Medios no pueden imponer un candidato o presidente, pero pueden influir determinantemente en ambos casos, creer que no tienen esa capacidad, es una opción, pero es falsa. Casos hay muchos en la historia; pueden preguntarle al propio Al Gore.

viernes, junio 01, 2012

Se consolida #YoSoy132 y trasciende posturas iniciales

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley

El pasado miércoles 30 de mayo en Ciudad Universitaria se realizó la Primera Asamblea del Movimiento #YoSoy132, reuniendo a 54 universidades del país, públicas y privadas, logrando una participación de más de 6,500 personas; como es de suponer muchas de ellas no pudieron desplazarse a la Ciudad de México, pero continúan articulándose a través de la Internet. Este paso era fundamental para la consolidación del Movimiento y su posible y –definitivamente- deseable trascendencia política, al expresar el descontento generalizado y dirigirlo a puntos que impacten la estructura democrática mexicana, así como las condiciones en que ella de desarrolla.

En la Asamblea #YoSoy132 definió que es un movimiento político y apartidista, incluyente, plural y pacífico. Esto fue uno de los principales e incluso polémicos acuerdos, ya que a cinco semanas de la elección y ante un claro –y ya reconocido- desplazamiento de las preferencias electorales, en buena medida por el propio Movimiento,  debía aclarar y/o definir si seguiría sin apoyar tácitamente a un candidato o hacerlo. Existen diversas críticas, evidentemente priístas en su mayoría, que señalan que no es apartidista toda vez que si bien no apoyan claramente a un candidato –aunque sobresalen pancartas de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las marchas, arguyen- sí son anti Enrique Peña Nieto (EPN), y eso diluye su apartidismo. Lo que parecen no entender estos críticos, es que EPN representa un sistema, una élite del poder, una clase política, que rechazan los estudiantes –y me atrevería a asegurar, millones de personas en el país representadas por estos jóvenes, por #YoSoy132- cosa que se aclara en el comunicado de la Asamblea, aunque ya podía adivinarse. Mismo caso parece sufrir el columnista Ricardo Alemán, quien se pregunta ¿quién paga este movimiento? ¿quién está detrás? Detrás, señor Alemán, están la indignación y el hartazgo de muchos años; menuda carga le hemos heredado a estos muchachos. En consecuencia, la sociedad –y principalmente- los profesores universitarios debemos estar con ellos, pero no sólo en las redes sociales.

Mantenerse como apartidista fortalece al propio Movimiento, pero lo que logra su posibilidad de trascender la coyuntura es la ampliación de objetivos políticos en y al margen de la coyuntura electoral. En ese sentido la Asamblea estableció su identidad política al estar en contra de la manipulación y las imposición mediáticas que pretenden restaurar el viejo régimen; señalar el autoritarismo, violencia de Estado y opacidad en la toma de decisiones y otras prácticas antidemocráticas del régimen priísta. En lo referente a la coyuntura electoral, #YoSoy132 hizo un llamado a la participación ciudadana –allende el IFE, dada su limitada credibilidad- para garantizar un proceso limpio, sin sospechosismos. Pide un código de ética para los medios de comunicación, vigilado por (y con la creación de) un Ombudsman.

El Movimiento también definió su Agenda post electoral, concentrándose en la relación entre medios de comunicación y procesos democráticos, transparencia y rendición de cuentas, política educativa, salud y ciencia tecnología. En estos temas hay cuestiones importantes como gratuidad de la educación, erradicar el analfabetismo, incremento del presupuesto a ciencia y tecnología, divulgación científica y la creación de una Secretaría que atienda precisamente dicha área. Sin embargo, me parece que #YoSoy132 debió ser más incisivo en una Reforma política que abriera espacios en la toma de decisiones políticas y gubernamentales (referéndum, plebiscito, revocación de mandato). Con ellas, se atacaría la concentración de poder y se comenzaría a construir un nuevo modelo democrático, una nueva relación entre representantes y representados; menor poder para el gobernante, mayor responsabilidad para la ciudadanía.

Las resoluciones ahora se votarán en cada universidad y el próxima Martes 5 de junio se comunicarán las resoluciones finales de #YoSoy132. Pero la tarea pendiente para quienes deseamos dar un paso más en la transformación de este país, es apoyar al Movimiento, también con críticas y señalamientos, pero no sólo apoyarlo con un like de Facebook.

Creo que #YoSoy132, es la tinta roja que está expresando nuestro descontento.

P. S. Quien esto escribe es parte del Movimiento.

miércoles, noviembre 30, 2011

Sobre la "primavera árabe" y su complicada perspectiva.

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley.


Hace unos meses vimos con asombro cómo países con añejos gobiernos autoritarios, se cimbraban ante la presión de las masas en la calle, en las plazas, en la Internet. El clamor popular por participación, inclusión y derechos civiles hicieron que gobiernos con décadas en el poder tuvieran que prometer reformas, ceder espacios políticos o declinar al ejercicio del poder. En algunos casos, como el egipcio, las promesas de reformas a corto o mediano plazo no fueron suficientes y los mandatarios fueron obligados renunciar.

A meses del inicio de estos movimientos –el final de ellos no se ve próximo y aún es pronto- no está claro el rumbo que tomarán las revueltas populares en la región. En el amanecer de la “primavera árabe” había la esperanza –o la idea- de que una ola de revoluciones demoliberales recorrerían el norte africano y Medio Oriente, sin embargo, no eran pocas las voces que advertían –y aún hoy- que estos movimientos no residían en el espíritu democrático, sino que atendían a crisis particulares ajenas a los valores e ideales de la democracia occidental. No obstante, cabe la aclaración de que no toda democracia es liberal, pero sí debería ser participativa, y eso es el común denominador de los movimientos sociales árabes de los últimos meses.

Autoritarismo, malas administraciones, demografía y desempleo, fueron los principales detonantes de una crisis que comenzó en Túnez y que aún está por verse su alcance y profundidad. El problema que ahora enfrentan las revoluciones árabes es, al igual que muchas revoluciones, abrir un espacio político real ante fuerzas que pretenden –luego de aprovechar el ímpetu democrático- limitar y contener el clamor popular.

Egipto es particularmente foco del escepticismo, pues del gobierno militar de Hosni Mubarak se transfirió el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA); de un gobierno militar  a otro. El CSFA prometió transferir el poder a un gobierno civil luego de organizar elecciones para fines de 2012, pero ante el reclamo popular y de las diversas fuerzas políticas –como los partidos liberales y los Hermanos Musulmanes- ha ofrecido adelantar los comicios para mediados de 2012 e inclusive –en las últimas horas- la organización de un gobierno civil de transición a manos de un antiguo colaborador de Mubarak, Kamal al Ganzuri. Propuesta rechazada por las distintas fuerzas políticas.

El problema de Egipto es cómo organizar un gobierno de transición legítimo y consensuado; ¿cómo negociarán fuerzas tan disímbolas como los ocho partidos islamistas y los catorce liberales, entre ellos socialdemócratas? Habrá que esperar probablemente a los comicios escalonados para el Parlamento que tendrán lugar entre este lunes 28 de noviembre y febrero del próximo año. ¿Cómo quedará la correlación de fuerzas, si se calcula que un 20-30% apoya a los Hermanos Musulmanes y un 20% a los partidos liberales? El restante 50% del electorado no tiene una  postura definida. Esto amén de las rivalidad entre el CSFA y los Hermanos Musulmanes, que divide importantemente al país.

Otro foco de atención y escepticismo, con sobrada razón, es Siria, pues en las últimas semanas ha habido un recrudecimiento de la represión por parte del gobierno a los movimientos civiles que protestan contra cuarenta años de gobierno de la familia del presidente Bashar al Assad. Esto ha generado por un lado una severa crisis humanitaria en gran parte del país, y por otro una gran oleada de refugiados sirios a Turquía. El escenario llama cada vez más la atención de potencias que por diversos motivos, sobre todo geopolíticos, quisieran intervenir en la región y así tener influencia en la reconfiguración política de la región, no únicamente Siria.

Países como Libia o Túnez ya están dando los primeros pasos en la conformación de un nuevo gobierno –el primero debe organizar comicios constituyentes en ocho meses y el segundo recién ha inaugurado su Asamblea Constituyente- pero todavía queda por ver –al igual que en Egipto y Yemen que apenas ha anunciado medidas para nuevas condiciones políticas- qué papel tendrá la sociedad en la reconfiguración sociopolítica, e incluso las fuerzas políticas organizadas.

En efecto es dudoso que haya un espíritu demoliberal impulsando a la “primavera árabe” como fenómeno amplio, pero sin duda se encuentra en algunas fuerzas políticas, así como otras filosofías políticas. Lo que sí está presente es la participación ciudadana en la reconfiguración política de sus Estados, ese es sin duda un ejercicio democrático que buena falta hace en otros horizontes. Lo que está por escribirse es sin lugar a dudas la parte más complicada e interesante en la refundación o reorganización de un Estado: la organización de un nuevo sistema político, o al menos diferente; un proyecto o idea de nación incluyente, participativo y con amplios derechos y obligaciones sociopolíticas.


martes, noviembre 22, 2011

La democracia en tiempos de liberalismo y republicanismo descafeinados


Hay quienes piensan que la realidad virtual es en verdad una realidad sin esencia, sin contenido. Especulan que vendrá el día en que no estaremos seguros si lo visto existe ahí frente a nosotros, si lo que escuchamos y saboreamos son más allá de estímulos cuya existencia no cuestionamos.
Sin embargo, cuando uno observa etiquetas como las que rezan: “leche deslactosada,” “café descafeinado” e incluso la de aquella mantequilla que se llama “I can’t believe it is not butter,” uno no puede sino cuestionar si no es que ya vivimos en una realidad sin esencia, vaciada de contenido. Es decir, si no es que ya convivimos en una sociedad en la que nos convencemos los unos a los otros de que a pesar de estar vacía de contenido, esta realidad es la más real posible. En este mismo sentido, nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo en donde los absolutos ideológicos –ya sean políticos o religiosos– conviven con una generalizada incredulidad y desconfianza hacia todo lo que pretenda ser homogenizante o universalista.
La modernidad, con su ilustración ultranacionalista, prometió entre otras cosas un orden interestatal construido sólidamente sobre la institucionalización de la legitimidad político-estatal y la normalización jurídica de las relaciones entre los estados. La modernidad también prometió el fin de los dogmas a través de la defensa de la pluralidad y el individuo. Mientras la razón se convertía en el eje definitorio de lo humano, la personalidad jurídica y la diferencia de opinión garantizaban individualidad.
Es la modernidad misma la que trae consigo la colisión sociopolítica con el viejo régimen rígidamente estamentario. El republicanismo de la Roma clásica –patricio, altamente jerárquico y que había sido reemplazado por proyectos monárquicos absolutistas– contendía ahora contra el liberalismo. El primero le otorga a lo político un rol esencial en la condición humana del hombre. El Estado, en este caso, es una expresión refinada de civilidad. El segundo, igualitario e individualista por definición, otorga preeminencia al individuo por sobre la sociedad y sobre la comunidad política. El liberalismo disloca al individuo de su entorno político y naturaliza al mercado como su esfera primaria de acción. El ser humano es un ente social porque satisface sus necesidades y deseos en el mercado y requiere del Estado sólo como un garante del orden y la legalidad.
Desde el siglo XIX hemos sido testigos del debate constante entre republicanismo y liberalismo. Entre aquellos que consideran la pertenencia a una comunidad política como esencial en la estructura ontológica del ser humano y los que asumen que el individuo, por ser autónomo, debe de ser protegido en sus bienes y derechos del poder político del Estado. La constancia de dicho debate no es simplemente una consecuencia de que  ninguno haya triunfado del todo, sino también de que el debate se ha desarrollado en el contexto de desconfianza e inconsistencia ideológica de la modernidad.
Más allá del debate mismo, lo que podemos apreciar cada vez con mayor intensidad es que el liberalismo y el republicanismo han sido vaciados de contenido, descafeinados pues. Y no es sólo que a algunos se les ha ocurrido diluir las diferencias entre los dos al afirmar que el liberalismo es una ideología con raíces en el republicanismo (algo que es obvio a menos que se crea que el liberalismo haya tenido un origen ex nihilo), sino también por una intención generalizada de simplemente encontrar puntos intermedios, de falsa convergencia, entre ambas filosofías políticas.
Este es el contexto en el que el concepto de democracia ha sido utilizado como justificador y legitimador de la versión diluida tanto del liberalismo como del republicanismo. Desafortunadamente, esto ha significado un vaciado, aun más radical, del contenido del concepto de democracia y su sobreutilización ideológica. Intentos liberalizadores como el de Norberto Bobbio, modernizadores como el de Giovanni Sartori y globalizadores como el de David Held han requerido hacer creer a sus lectores que la democracia –aquella que era evidentemente un viciado sistema político desde Platón hasta James Madison– tiene una versión mejorada en la virtuosa “democracia moderna, liberal y representativa.” Esto no sólo ha significado la bancarrota conceptual de la democracia –una bancarrota en la que la democracia ha dejado de significar demos kratos– sino también el establecimiento de un espacio de confort intelectual, un mero lugar común plagado de clichés “democráticos” que cubre al mundo con un manto super-ideológico que clama ser parte esencial del mismísimo fin de las ideologías.
Hoy la “democracia,” y todo lo “democrático,” no refiere más aquel sistema político cerrado, excluyente, de participación política directa que se caracterizaba por su inestabilidad; pero tampoco refiere simplemente un sistema político alternativo o probable. Ahora es, mejor dicho, el sistema o la característica que justifica y legitima a todo aquel sistema político con elecciones frecuentes y con cierta igualdad jurídica que garantice “un ciudadano, un voto.” Aquí es donde la democracia descafeinada –desdemocratizada– surte su primer efecto: nos hace olvidar casi por completo que el republicanismo de la Roma clásica era un sistema representativo, en el que el Senado jugaba el papel central; y nos pretende hacer olvidar también que la igualdad de derechos individuales es un principio liberal por definición y no democrático.
¿Cómo es que un orden político que combina republicanismo y liberalismo descafeinados acaba denominándose “democracia”? No es asunto menor ni gratuito; llamar democracia a las repúblicas liberales contemporáneas hace creer a los que viven en ellas que en verdad gobiernan o que en un futuro esperadamente cercano la sociedad gobernará o pondrá al gobierno netamente a su servicio. Es la expresión más alta del simulacro boudrillardiano; es el momento en el que la leche deslactosada remplaza completamente a la leche, el momento en el que el café descafeinado es verdadero café.
Pero el problema del desfondamiento conceptual, y el consiguiente abuso ideológico de la democracia, no termina allí, en una burla política de oligarquías ocultas detrás de la llamada “voluntad popular.” El segundo efecto ideológico de la democracia liberal (desdemocratizada) es geopolítico y estratégico. No sólo es la legitimación de un republicanismo liberal poco igualitario y altamente clasista, sino también es la justificación más utilizada históricamente en la política expansionista e intervensionista estadounidense.
Si los grandes imperios europeos se expandieron bajo premisas civilizatorias, los Estados Unidos de América se expandieron e intervienen alrededor del mundo bajo premisas democratizadoras. Como el republicanismo liberal (“democracia”) genera estabilidad política y libertad económica, la política exterior estadounidense ha insistido en promover su instauración alrededor del planeta, voluntariamente o a la fuerza.
Para que el concepto de democracia jugase un rol central en la política exterior estadounidense debió de ser desfondado de todo contenido y reideologizado. El proceso fue largo y tortuoso y aquí sólo lo enlisto en sus generalidades.
En primer lugar, hubo que crear un discurso y un imaginario público que permitiera el uso de la palabra democracia para referirse, ya no a aquel sistema cerrado de participación política, sino a un sistema que permitiera el libre juego de los intereses de las élites locales y nacionales estadounidenses, lo cual sucedió con la retórica que acompañó la democracia Jacksoniana de los 1830. El gran propagandista y publicista de la democracia a la americana fue Alexis de Toqueville.
El segundo momento de transición sucedió durante la presidencia de Woodrow Wilson. En tiempos de la gran guerra, la potencia mundial en ciernes decidió enfilar sus armas contra aquellos imperios trasnochados que atentaban contra la expansión de los mercados internacionales. Si el Jacksonianismo había descafeinado a la democracia haciéndola segura para el mundo, Wilson ahora intentará instaurar un mundo seguro para esa democracia descafeinada.
Hoy, finalmente, pareciera que todo sistema político debe de ser más o menos democrático en su versión más light. La falta de consenso sobre su definición es lo que ha permitido el abuso discursivo e ideológico del concepto “democracia”. El concepto se ha vuelto no sólo el catalizador del intervencionismo estadounidense, también se ha convertido en el eje legitimizador del proyecto hegemónico cultural occidental. La mejor manera de mantener el status quo es no siendo estrictos con el uso del concepto democracia; este ensayo es un intento de cambiar eso.