Por Amando Basurto –
El presidente de Francia –François Hollande– anunció formalmente el día de ayer que su gobierno reconoce y promete asistencia al grupo rebelde que ha puesto en jaque al gobierno de Siria por alrededor de 20 meses. Después de muchos esfuerzos por parte de los rebeldes, el gobierno francés es el primer occidental en declarar abierta y formalmente su apoyo diplomático (y probablemente después con armamento). El primer gran paso lo tuvieron que dar los diversos grupos rebeldes al negociar con el Consejo de Cooperación del Golfo y conformar una sola fuerza político-militar. Desde el domingo el grupo rebelde se denomina “Coalición Nacional de las Fuerzas Revolucionarias y de Oposición Sirias,” y está formalmente dirigido por Ahmed Moaz al-Khatib.
Khatib es un geólogo Sunita que también ha sido imam (clérigo musulmán, líder de oración) de la Mezquita Umayyad en Damasco y profesor de Sharia (ley islámica). Como un opositor histórico del régimen Assad, Khatib ha promovido por años reformar el sistema político sirio para convertir a éste en un país plural y democrático. Tras su último periodo en prisión, el ahora líder formal de la Coalición se refugió en Egipto el pasado mes de julio. Su perfil de Sunita educado y moderado le otorga una posición estratégica en la consecución de los objetivos diplomáticos de la Coalición que por ahora se concentran en el reconocimiento.
Como ya había apuntado en un artículo publicado aquí el 16 de febrero pasado, reconocer el status de beligerancia de los grupos rebeldes sirios es, y desde el principio ha sido, la opción más razonable y coherente para auxiliar en aquel conflicto civil. Reconocer diplomáticamente la beligerancia de la Coalición significa que otros Estados y Organismos Internacionales le reconocen garantías internacionales pero también le asignan responsabilidad político-internacional sobre el conflicto y su solución. Los rebeldes, de esta manera, se vuelven sujetos de crédito y podrían convertirse en sujetos de asistencia militar. Esto implica otorgar espacio jurídico-político al grupo rebelde y delimitar el reconocimiento general de la soberanía del Estado Sirio.
El gobierno estadounidense también reconoció a la Coalición pero lo hizo de manera sigilosa y hasta timorata. Parece ser que la inteligencia estadounidense no ha dado del todo el visto bueno a la capacidad de Khatib de ordenar las fuerzas rebeldes en su totalidad y de garantizar que la Coalición no albergará extremistas o miembros de al-Qaeda. Los gobiernos británico y alemán, hasta el momento, siguen viendo a los toros desde detrás de la barrera, prometiendo apoyar los esfuerzos de pacificación del Consejo de Cooperación del Golfo. Por otro lado, los gobiernos ruso y chino (quienes han usado su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU) deberán repensar su posición, porque mantener el apoyo irrestricto al gobierno de Assad ya no es una alternativa viable. A ningún país le conviene convertir el conflicto Sirio en un conflicto indirecto (proxy war) entre grandes potencias. También es prioritario evitar que el conflicto se regionalice, lo que implica no sólo que el gobierno turco debe mantener la cordura y no caer en provocaciones sino mantener a Israel lejos de intervenir en el conflicto.
El reconocimiento francés a la Coalición rebelde indica que la Unión Europea, en medio de su crisis financiera, no tiene una política exterior consistente y unísona. Sin embargo, el mismo reconocimiento también confirma la consistencia de una política del Estado francés de recuperar su carácter de actor internacional con iniciativa; no olvidemos que fue a iniciativa de Nicolás Sarkozy (y tras recibir éste en París a miembros del Consejo Nacional Libio de Transición) que las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte asistieron a los rebeldes libios para derrocar al gobierno de Muamar el Gadafi.
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miércoles, noviembre 14, 2012
El primer paso serio de diplomacia en Siria
jueves, febrero 16, 2012
Rebelión en Siria
Por Amando Basurto.-
El presidente Bashar
al-Assad quema las naves e invierte toda su morralla política en decretar el
fin del gobierno de emergencia (que ha estado activo desde 1963) y en una
reforma constitucional que termine con el unipartidismo. Liberalizar el país en
medio de una revuelta resulta usualmente en una estrategia fallida. Es posible
que la República Árabe Siria llegue pronto a su fin como la conocemos hoy, pero
no lo hará sin agotar todas las instancias de fuerza y fuego que tiene a su
alcance. Evitemos pues opiniones ideológicamente ingenuas, a nadie nos sirven.
Una y
otra vez se escucha decir, o se lee en los medios, que son pocos los días que
le restan al régimen de Bashar
al-Assad, presidente de Siria. Por fin, durante estas dos semanas hemos podido
ver imágenes más claras de lo que en aquel país acontece. Y si, confirmamos que
es un caso grave de violencia. Pero aún es muy difícil hacerse de información
que lleve a un juicio claro e identifique plenamente al “grupo opositor”.
Los
medios noticiosos no se cansan de recetarnos las viejas formas de hacer crónica
sin tener clara idea de los sucesos y sin el mínimo rigor en el uso de la
palabra. Y no es necesario ser un literato para poder distinguir entre “manifestantes”
y “rebeldes.” La diferencia es fundamental en estos casos. Los primeros protestan
públicamente tratando de alzar la voz –a veces con desobediencia civil– pero
dentro del marco legal y político vigente. Los segundos toman calles y
enfrentan a los cuerpos de seguridad utilizando algún tipo de arma y, aún más
importante, desafían y exigen la dimisión de quienes están a cargo del gobierno
y el cambio de la estructura legal y política. Sin esta distinción se vuelve
imposible comprender lo que sucedió en Libia y lo que está acaeciendo en Siria.
Simplemente no se puede comprender la posible racionalidad que tienen los
embates que el ejército Sirio lanza contra sus opositores en las calles de Hama.
Al
igual que sucedió en Libia, la sensación que dejan las notas mediáticas es que
el gobierno ha utilizado una fuerza militar desmedida para detener “manifestaciones
pacíficas.” Sin desechar la posibilidad de que estos regímenes en verdad
sobre-reaccionen a manifestaciones civiles en sus países, es simplemente muy
difícil creer que el gobierno Sirio esté gastando tantos recursos en detener
“manifestaciones pacíficas.” Las imágenes que hora tenemos muestran a dos
fuerzas (incomparablemente) armadas enfrentándose. Y no se trata –en lo más
mínimo– de defender al gobierno Sirio, sino en reconocer la dignidad de
rebeldía de aquellos hombres y mujeres que han decidido levantarse en contra de
un régimen opresor. Me parece que es denigrante llamar “manifestantes” a un
grupo de rebeldes (o revolucionarios).
Utilizar
la denominación correcta no sólo permite tener una visión más clara de lo que
está sucediendo (el gobierno Sirio está peleando por su subsistencia y Bashar
al-Assad por su vida), también permite utilizar argumentos más inteligentes que
el de “intervención humanitaria,” como el de reconocimiento de “beligerancia”.
Reconocer el status de beligerancia significa que otros Estados y Organismos
Internacionales le reconocen garantías internacionales al grupo que, en este
caso, se ha levantado en contra del régimen Sirio (Consejo Nacional Sirio y el
Ejército Sirio de Liberación). Esto implica otorgar espacio jurídico-político
al grupo rebelde y calificar el principio de soberanía del Estado Sirio.
Esto
explica tanto la portada del último número de The Economist como el contenido
del artículo titulado “How to set Syria Free” (¿Cómo liberar Siria?) en su
interior. La portada del número publicado el 11 de febrero pasado no muestra a
un grupo de manifestantes sino a un nutrido grupo de rebeldes, muchos de ellos
armados con rifles Kalashnikov. Después de explicar las razones por las que
bombardear al ejército Sirio jugarían a favor de gobierno de al-Assad (y en
contra de un desorganizado y desunido Ejército Sirio de Liberación), The
Economist propone que el grupo rebelde muestre unidad y convenza a Kurdos y
Cristianos de apoyarlos en contra del régimen. Acto seguido, la editorial
propone que Turquía establezca y defienda una zona de seguridad (safe haven) al noroeste de Siria como la
“creada para los Kurdos en el norte de Irak,” que permita la agrupación y
entrenamiento del Ejército Sirio de Liberación y la formación de una “oposición
creíble.” Lo meritorio del artículo es que en vez de recurrir al discurso
“humanitarista” señala que lo que hay que hacer es reconocer y en su caso
apoyar a los rebeldes. El grave problema es que parece ignorar por completo que
los Kurdos son un grupo étnico que ha luchado históricamente por su
independencia y se ubican al norte de Irak, norte de Siria y este de Turquía.
De hecho, la mayor concentración poblacional de Kurdos se ubica en Turquía. Esto
significa que si el gobierno turco aceptase establecer una zona de seguridad
también aceptaría la posibilidad implícita de que en algún momento se cree una
dentro de su territorio para proteger a la población kurda. Eso, muy
probablemente, no va a suceder.
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