El día de ayer dio inicio el 68vo. Debate General de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. En estos "debates", los jefes de Estado presentan discursos en los que exponen su agenda global y/o regional y, usualmente, instan a los demás miembros a secundar sus propuestas clave para el año.
Se esperaba que el discurso de este año de Barack Obama se centrara en la política exterior estadounidense hacia oriente medio. Y efectivamente, el terrorismo, la inestabilidad en Irak, la guerra civil en Siria, la dictadura militar en Egipto, la nueva presidencia de Irán y la renovación de las negociaciones entre Israel y Palestina son temas a los que Obama se refirió tratando de dejar en claro las posiciones de su gobierno. En general, el discurso de Obama hizo evidente nuevos elementos en el juego geopolítico y enunció las bases de política exterior de lo que resta de su mandato.
Un primer elemento a destacar es que el gobierno de los Estados Unidos está empeñado en evitar que los sucesos en Siria se conviertan en una reedición de la guerra fría. Porque aunque algunos acusan a Obama por su falta de decisión para actuar en contra del gobierno de Assad, en realidad lo que sucedió es que el gobierno ruso movió sus piezas de ajedrez para evitar abrir dos frentes en el conflicto Sirio. Ya "no estamos en la Guerra fría" explicó Obama, refiriéndose a que no hay un gran esquema ideológico detrás de los intereses políticos y humanitarios estadounidenses en Siria. Y es cierto que los intereses nacionales de los Estados Unidos en Siria no son de primer orden. Evidentemente, lo que más le preocupa al gobierno de Barack Obama es que el territorio sirio no se convierta en refugio de terroristas y que la inestabilidad política en ese país coadyuve a descarrilar el nuevo proceso de paz entre Israelíes y Palestinos.
Esto parece ser también el tenor de la relación estadounidense con el gobierno de Egipto, al que no califica de dictadura sino de un "gobierno interino" que remplazó a Mohammed Morsi respondiendo "a los deseos de millones de egipcios que creen que la revolución tomó un rumbo equivocado." Este no es un elemento nuevo sino uno reciclado de los anales de la cooperación entre el gobierno estadounidenses y dictaduras "convenientes"; el objetivo es, también en este caso, generar un ambiente de estabilidad que no ponga en riesgo la negociación Israel-Palestina a la vez de no permitir el acceso al poder a grupos considerados "extremistas".
La preponderancia del tema de Palestina sólo es igualada, según el propio Obama, por el riesgo que significa el programa nuclear del gobierno de Irán. Tras la elección de Hassan Rouhani el discurso del gobierno iraní ha tomado un tono mucho más moderado y esto ha permitido el relajamiento en las relaciones con los Estados Unidos de América. La posibilidad de reiniciar las relaciones diplomáticas rotas por más de 30 años comienza con el anuncio de que el Secretario de Estado, John Kerry, iniciará conversaciones con el gobierno iraní, de manera conjunta con la Unión Europea, para evitar así el desarrollo de armamento nuclear en ese país.
Finalmente, Obama enunció lo que puede llamarse la Doctrina Obama hacia el Medio Oriente que incluye cuatro puntos: primero, evidentemente, el gobierno estadounidense se reserva el derecho de usar fuerza militar cuando sea necesario para salvaguardar sus intereses; segundo, reconoce como estratégico asegurar el flujo de energéticos desde la región; tercero, se reserva también el derecho a la acción directa en casos de prevención de terrorismo; y cuarto, cero tolerancia al desarrollo de armamento de destrucción masiva.
A estos cuatro puntos hay que sumar el "sermón" que le ofreció a los Estados miembro al criticar la parálisis en la que ha caído la ONU en casos de "intervención humanitaria". Este sermón incluyó un comentario simplón sobre el uso del principio de "soberanía" como escudo para tiranos sin mencionar que la política exterior estadounidense ha sido y es escudo para dictadores. Y, para terminar, en un derroche de complacencia con la señora Samantha Power (representante estadounidense ante la ONU) Obama delineó el deseo de su gobierno de convertir a la ONU, que "fue designada para prevenir guerras entre Estados", en una institución que prevenga "matanzas dentro de los Estados"; es decir, de transformar a la ONU, que es una institución internacional, en una agencia de policía supranacional. Eso, creo yo, no sucederá en el corto plazo.
Mostrando entradas con la etiqueta ONU. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ONU. Mostrar todas las entradas
miércoles, septiembre 25, 2013
viernes, noviembre 30, 2012
El reconocimiento como Estado observador no-miembro de Palestina en la ONU
Por Amando Basurto
Hace unas semanas escribí sobre el primer paso serio de diplomacia en Siria. El reconocimiento de beligerancia de la Coalición rebelde siria significó otorgar a quienes luchan contra el régimen de Bashar Al-Assad una legitimidad internacional que va acompañada con derechos pero también con obligaciones. El principio de racionalidad es muy simple: un grupo o comunidad–nacional o internacional– actúa con respecto al marco legal y político que se le presenta en cada ocasión; en este caso la Coalición rebelde siria puede seguir actuando fuera de todo marco jurídico y de responsabilidad política (comúnmente mal-llamada anárquicamente) o podía ser incluido en un marco en el que sea responsable de su actuar (incluyendo los abusos que se cometan).
Hace unas semanas escribí sobre el primer paso serio de diplomacia en Siria. El reconocimiento de beligerancia de la Coalición rebelde siria significó otorgar a quienes luchan contra el régimen de Bashar Al-Assad una legitimidad internacional que va acompañada con derechos pero también con obligaciones. El principio de racionalidad es muy simple: un grupo o comunidad–nacional o internacional– actúa con respecto al marco legal y político que se le presenta en cada ocasión; en este caso la Coalición rebelde siria puede seguir actuando fuera de todo marco jurídico y de responsabilidad política (comúnmente mal-llamada anárquicamente) o podía ser incluido en un marco en el que sea responsable de su actuar (incluyendo los abusos que se cometan).
El día
de ayer se dio otro paso diplomático importante en la búsqueda de la resolución
al conflicto entre Israel y el pueblo palestino. La Asamblea General (AG) de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció el status de Estado
observador no-miembro a Palestina. ¿Qué significa? En pocas palabras, que la
Autoridad Palestina (un gobierno hasta ayer no reconocido internacionalmente
como Estado) ahora es reconocida como un gobierno legítimo de un Estado
legítimo que aún no es miembro del sistema de Naciones Unidas. De hecho, este
reconocimiento allana el camino para presionar a que el Consejo de Seguridad reconozca
finalmente su status de Estado miembro de pleno derecho.
En este
caso, la Asamblea General de la ONU fue el escenario en el que la voluntad
política de reconocer al Estado Palestina se expresó de manera contundente. 138
estados votaron a favor, mientras 41 se abstuvieron y solamente 9 votaron en contra.
Es de destacarse que México (si “México” porque, aunque el nombre de nuestro
país es Estados Unidos Mexicanos, así se lee en el personalizador de la
delegación mexicana sin necesidad de cambiarle el nombre al país [nota para el presidente
saliente]) votó a favor de la resolución. Pero aún más destacado es el hecho
que sólo una de las superpotencias miembro del Consejo de Seguridad haya votado
en contra: los Estados Unidos de América (junto con Israel, Canadá,
Palau, Micronesia, la República Checa, Panamá, Nauru y las Islas Marshal). Esto pone mayor presión sobre el gobierno de Barack
Obama al señalarlo como el único miembro del Consejo de que aún se reúsa a
reconocer el status de Estado a Palestina.
La
reelección del presidente Obama y el control de los demócratas sobre el Senado
estadounidense le otorgan un mayor espacio de maniobra; sin embargo, no parecen
estar listos para dar el siguiente paso en la resolución de este conflicto. No
es de extrañar que la posición temerosa e indecisa que el gobierno
estadounidense ha mostrado con respecto al conflicto en Siria se asemeje a su
decisión de votar en contra el día de ayer. Y no es que los conflictos sean
similares o que uno pretenda calificar con tabula rasa la política exterior del
vecino del norte, sino de evidenciar que el gobierno estadounidense no ha
sabido liderar a la comunidad internacional en la solución de los conflictos
del “medio oriente.”
La
resolución de ayer expresa claramente que la mayoría de los estados miembros de
la ONU, al igual que el Secretario General, consideran que es necesaria la
formación de dos estados independientes para resolver el conflicto
israelí-palestino. También deja en claro que la solución del conflicto no pasa por
ni termina en la formación de dos estados, sino que comienza con el reconocimiento del estado palestino para que, en
igualdad de condiciones y responsabilidades jurídicas, éste pueda llevar a buen
término las negociaciones necesarias. El principio de racionalidad en el
reconocimiento de la Coalición rebelde siria no es muy distinto en el caso del
reconocimiento de Palestina como Estado: mientras que Palestina no sea un Estado
reconocido, su responsabilidad internacional será muy limitada.
Paradójicamente, si el gobierno israelí quiere asegurar que la autoridad
palestina sea sujeta a responsabilidad internacional, tiene que aceptar primero
la formación de un estado con el poder institucional necesario para hacerlo. Así
como la guerra es un fenómeno entre Estados, la paz sólo es posible entre Estados con autoridad e igualdad
de circunstancia jurídica. Las negociaciones de paz seguirán estando condenadas
al fracaso mientras sean realizadas entre un estado y el “brazo político” de
“un grupo terrorista.” Es por ello que es un asunto de interés nacional para
Israel reconocer al estado palestino; pero también sido un asunto de interés
nacional el mantener a los palestinos sin una estructura política estable que
les garantice derechos.
La
reacción del gobierno israelí a la resolución de la Asamblea General ha sido de
completa descalificación. A corto plazo, el conflicto parece no tener solución
y requerirá mayor presión internacional sobre el gobierno de Israel. Por su
parte, los estadounidenses deben detener los chantajes políticos de un lado y
poner las cartas claras sobre la mesa, liderando de nuevo un proceso de paz que
los involucra directamente por la enorme asistencia financiera y militar que le
han otorgado al gobierno de Israel. El gobierno mexicano, por su lado, tomó la
decisión adecuada y votó con enorme sentido de diplomacia y estrategia. Eso
siempre hay que reconocerlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)