lunes, diciembre 05, 2016
Fidel Castro, el superhéroe
Por Amando Basurto.-
Se retiró, murió, lo homenajearon y ahora sus cenizas han sido sepultadas. Todo esto no ayudará, de manera alguna, a obtener una imagen más clara del valor, de la capacidad de liderazgo, ni de los errores de Fidel Castro. Como genio y figura, Fidel permanecerá en los anales de la historia bajo un grueso velo tejido tanto con desaprobación como con canonización revolucionaria. Mucho se ha escrito en la última semana sobre él; algunos textos enfatizan y refuerzan el carácter personalísimo de la revolución cubana y resultan elegíacos, otros se concentran en la descalificación caudillista y dictatorial de su liderazgo político, y algunos otros, especialmente obituarios, narran su historia desde un ángulo más privado y familiar. Me parece, sin embargo, que algo ha estado ausente: un relato de cómo Fidel se convirtió en un superhéroe. Es sobre este tema que ofrezco unas líneas aquí.
Fidel era un líder nato. Su activismo estudiantil lo llevó a presenciar tanto una revuelta en contra de Rafael Trujillo en República Dominicana como el masivo movimiento liberal de José Eliécer Gaitán en Colombia. No sólo era un gran orador, también destacaba por su articulada prosa y dotes atléticos. Pero Castro no era un ideólogo comunista ni anti-estadounidense en ciernes; muy por el contrario, en el año 1947 militaba en un partido anticomunista (Ortodoxo) y en 1948 se casa con Mirta Diaz (de familia adinerada) y pasan dos meses de luna de miel en las ciudades de Miami y Nueva York.
Su liderazgo rebelde encontró su mejor escaparate en las movilizaciones civiles en contra de la dictadura de Fulgencio Batista (quien tras un golpe de estado tomaba por tercera vez control directo del gobierno cubano en 1952). Los discursos de Castro en contra de Batista se concentraban en dos demandas centrales: la reinstauración del orden constitucional de 1940 y una agenda general de justicia social. Es con miembros del mismo Partido Ortodoxo que Fidel y Raúl organizan y realizan el ataque al cuartel Moncada (26 de julio de 1953) que pretendía iniciar una movilización armada masiva en contra de la dictadura. El fracaso de la rebelión significó la muerte para muchos de los alzados mientras otros, incluyendo los hermanos Castro, terminaron en prisión. De la autodefensa judicial de Fidel Castro heredamos el discurso y texto "La Historia me Absolverá" cuyos principales argumentos, es importante insistir, son en contra de la dictadura y de la grave situación de injusticia social en Cuba, pero no es un panfleto ni socialista, ni comunista y mucho menos anarquista. Fidel y Raúl fueron liberados tras dos años de cárcel porque, se puede deducir, Batista consideró que eran más peligrosos como presos políticos (y mártires en activo) que libres. Así que estos se exiliaron y organizaron el lanzamiento de la revolución desde México con financiamiento, por mediación de Carlos Prío, desde los Estados Unidos de América.
Tras el desafortunado desembarque rebelde cerca de Manzanillo, Cuba, y durante su reagrupamiento en Sierra Maestra, Fidel tuvo que liderar con mano de hierro, no sólo para evitar pillaje y violaciones a la población civil por parte de sus hombres (fenómeno que, a pesar de ser común en casos de rebeliones prolongadas, no es característico de la revolución cubana), sino también para controlar los bríos radicales de su propio hermano y de Ernesto Guevara. Éste es el Fidel que, desde la sierra, logra coordinar esfuerzos con los estudiantes y la sociedad civil tanto en Santiago como en La Habana.
Al triunfar la revolución (tras la huída de Fulgencio Batista) Castro encabeza el gobierno revolucionario y se prepara, no para visitar Moscú y alinear a Cuba al socialismo internacional soviético, sino para visitar las ciudades de Nueva York y Washington D.C. Con el fin de negociar el reconocimiento estadounidense al nuevo gobierno de Cuba. Castro es recibido multitudinariamente en los Estados Unidos como héroe, como el liberador de Cuba; pero el presidente Dwight Einsenhower, haciendo gala de incomprensibles desdén e ignorancia, decide no recibirlo y Castro sólo tiene oportunidad de hablar brevemente con Richard Nixon. ¿Por qué Einsenhower se rehusaría a sentarse con Castro, quien va hasta Washington a pedir audiencia? Si se hubiese dado el encuentro ¿quién creen ustedes que hubiese podido imponer condiciones? Evidentemente el presidente estadounidense pudo haber asegurado cierto respeto y seguridad a una parte de los intereses económicos de su país en la isla, aunque ya no más en las condiciones de semicolonialismo en las que Cuba se encontraba desde 1898; sin embargo, Einsenhower seguramente pensó que era más fácil intentar deshacerse del gobierno revolucionario de un manotazo. Castro entonces vio la oportunidad y la necesidad de utilizar a su favor el delicado equilibrio que la guerra fría representaba en ese momento y, aún sin declararse a sí mismo o al régimen cubano como socialista, estableció relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
En otra muestra de gran incapacidad diplomática, el gobierno de Einsenhower decidió organizar un golpe contrarevolucionario al estilo de aquel orquestado por la CIA en Guatemala contra el Gobierno de Jacobo Arbenz en 1954. Así se fraguó el fallido desembarco en Bahía de Cochinos que se llevó a cabo en abril de 1961. Bajo el liderazgo de Fidel Castro los cubanos lucharon contra este grupo paramilitar de exiliados cubanos dirigido, financiado y armado por la CIA no en defensa de la revolución sino en defensa de su independencia nacional. Es pues la miopía política estadounidense la que genera las condiciones y facilita que Fidel, héroe revolucionario, se convierta en un superhéroe cubano y en un mito viviente. Sólo después de la defensa de Bahía de Cochinos es que el régimen revolucionario cubano será declarado socialista.
Podemos pues estar de acuerdo o no con el régimen revolucionario cubano, podemos aplaudir los avances sociales y/o denostar las restricciones políticas en Cuba, podemos incluso tener predilección romántica por las revoluciones, por el "Ché", por el propio Fidel, pero lo que no podemos hacer es darnos el lujo de perder de vista que Fidel Castro el superhéroe, el dictador socialista, el padre de la patria, lo fue gracias no sólo a su gran capacidad individual de liderazgo político y militar sino a la torpe ortodoxia diplomática estadounidense. Hoy, la insensatez del discurso del presidente electo Donald Trump obliga a poner atención de nuevo a las consecuencias indeseadas que generan las malas decisiones tomadas desde la Casa Blanca.
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miércoles, noviembre 23, 2016
Pero pese a todo, ni excusas, ni esclusas.
Hace ya dos semanas de la elección de Donald Trump en los Estados
Unidos y parece que a algunos aún nos cuesta trabajo aceptar o entender el
resultado. El hecho de que Hillary Clinton haya ganado el voto popular por cerca
de un millón de votos pero perdido la elección, reaviva los cuestionamientos
sobre el sistema electoral estadounidense y probablemente –como en el año 2000
con la elección de George W. Bush- impacte en la legitimidad de la
Administración de Donald Trump; pero poco abona a pasar el trago amargo de la
elección y menos aún para dejar de preocuparnos por los cuatro años –ojalá no
sean ocho- que lentamente pasarán a partir del 20 de enero de 2017, cuando tome
juramento el presidente electo. La esperanza de que el Colegio electoral vote
el próximo 19 de diciembre en un sentido contrario a lo implícitamente
instruido a él por el voto estatal, pero obedeciendo al voto popular, es en
realidad un sueño de opio, sin ningún sustento histórico. Asumiendo, pues, una
inevitable presidencia de Donald Trump, tenemos que hasta ahora las señales que
ha dado no son nada halagüeñas, no obstante sus primeros mensajes la noche
misma de la elección.
La preocupación sobre una eventual presidencia de Trump creció
luego de las sorprendentes victorias del Brexit, en la Gran Bretaña, y del No
al Acuerdo de Paz, en Colombia. Conforme se acercaba el martes 8 de noviembre
la sorpresa se veía cada vez más lejana; posible, aunque poco probable y
viceversa. La preocupación creció cuando el FBI reavivó el tema de los e mails
de Clinton a sólo unos días de la elección; las encuestas que seguían
favoreciendo a la demócrata, ya no le daban la holgada victoria de semanas
anteriores y los estados indecisos comenzaban a inclinarse hacia Donald Trump.
La –ahora dubitativa- confianza de los demócratas, de los simpatizantes de
Clinton –que seguro había- y de quienes querían (o deseaban) evitar a toda costa
un triunfo del candidato Republicano, descansaba en que el voto femenino, el
latino y el de los negros, sumados a los anteriores, eran más que suficientes
para vencer a Trump y sus radicales, aún con la base dura del Partido
Republicano. Sin embargo, la confianza se convirtió el preocupación a tempranas
horas del martes 8; la preocupación en nerviosismo, al anochecer cuando
comenzaban a llegar los primeros resultados; el nerviosismo en incredulidad,
cuando la victoria de Donald Trump se perfilaba como inevitable; y finalmente,
la incredulidad en estupor, en angustia, con el twitt derrotista de Clinton a
las 19:55 : “gracias por todo”.
A pesar de que el abanderado del Partido Republicano hablaba de unión y de que se llevarían bien con todas las naciones –aunque no quedó claro si se
refería a las naciones dentro de su país o a las naciones en el ámbito
internacional- las señales que ha enviado a su país y al mundo, con los
nombramientos para su gabinete confirman que lo dicho por el entonces candidato
Trump, son verdaderas ideas o al menos intenciones reales, y no mero
posicionamiento electoral. Reince Priebus, presidente del Comité Nacional
Republicano y quien fungirá como jefe de gabinete, es una inteligente
designación, toda vez que su cercanía con Paul Ryan –presidente de la Cámara de
Representantes- podría facilitarle al Presidente Trump impulsar su Agenda; era
de esperarse alguien del Partido, cercano a la Cámara Baja, en ese puesto. Sin
embargo, las designaciones de Steve Bannon, Jeff Sessions, Rudy Giuliani, Mike
Flynn o Mike Pompeo, auguran una Administración conflictiva tanto al exterior
como al interior del país norteamericano. Racismo, beligerancia, militarismo y
maniqueísmo, son aspectos constantes en el perfil de estos individuos que –al
parecer- formarán parte esencial del gabinete de Donald Trump; la pluralidad
anunciada por Mike Pence, estará por verse.
La angustia sin duda debe convertirse en aceptación y estrategia; el
momento del espasmo ya pasó. La realidad es que Donald Trump será presidente y
hay que enfrentar la situación. Esta semana habrá ya reuniones entre equipos de
trabajo del gobierno mexicano, encabezado por el embajador Sada, y miembros del
gabinete del futuro presidente; los temas a tratar serán primordialmente
migración y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Evidentemente la idea es sondear las intenciones reales de la próxima
administración en temas clave de la Agenda bilateral, y con base en ello
determinar la estrategia a seguir e incluso la asignación de recursos.
Averiguar si el temor está justificado.
Pero tengamos presente, que pese a todo, pese a los
malos augurios, desalentadoras señales y advertencias (¿acaso?) veladas, las
amenazas para nuestro país, no vienen primordialmente del magnate neoyorquino y
su gabinete, del adverso entorno internacional y la inestable economía global,
sino de nuestra clase política, de la corrupción, de la impunidad, del
fortalecimiento del crimen organizado y de sus nexos con los gobiernos locales,
estatales y federal; de nosotros mismos como Estado. El daño que Trump le puede
hacer a México derivado de sus políticas es muy serio, pero palidece frente al
daño que nuestra clase política le sigue haciendo a nuestro país, a nosotros
mismos; y en mucho casos, nosotros, somos cómplices. Sin lugar a dudad la clase
política –el partido político que gusten- verá en Trump y su racismo, su
miopía, su ignorancia, una excusa para explicar la situación económica, la
falta de crecimiento, el desempleo; y con ello una esclusa a la presión social
(por todo lo anterior y) por la inseguridad, por los gobernadores que han
desfalcado a sus estados, por los 43 de Ayotzinapa, por la cada vez más
preocupante y creciente cifra de feminicidios en el país y las perennes
promesas incumplidas. Unas vez más, la culpa no está en (las barras y) las
estrellas, sino en nosotros mismos, pues en nosotros está el impulsar
mecanismos que permitan combatir estos y otros problemas del Estado mexicano.
Debemos exigir transparencia, rendición de cuentas y mayor participación
ciudadana en la toma de decisiones; y nosotros debemos participar.
jueves, noviembre 03, 2016
Algo está podrido…y no es en Dinamarca.
“Something is rotten in the
state of Denmark”, dice el centinela Marcelo al príncipe Hamlet antes de
que apareciera el fantasma de su padre, el Rey, anunciando su asesinato a manos
de su hermano, Claudio; por ello es que la frase es utilizada para hacer
referencia a la descomposición de un Estado o de un gobierno, debido a la corrupción,
la descomposición social, política, o las intrigas y luchas palaciegas. La
frase también podría aplicarse a México, pero no en un contexto literario o de
historia novelada, sino a la turbia, violenta y triste realidad, que no deja de
dolernos, de sorprendernos, de acostumbrarnos. Las historias –a veces
historietas- de gobernadores o ex gobernadores, que desde que estaban en
ejercicio de sus funciones eran acusados de corrupción, represión o incluso de
crimen organizado y luego de abandonar su cargo están prófugos habiendo dejado
a sus estados quebrados y endeudados, indignan, pero poco extrañan a una
población acostumbrada al encubrimiento de la clase política. Las ejecuciones,
la inestabilidad política, las reformas ineficientes, el desempleo, la inflación
y los “justicieros”, son simplemente expresiones de la, más que crisis,
descomposición del Estado mexicano.
Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz, solicitó licencia para
dejar su cargo 48 días antes de terminar su gestión y entregar el despacho al
panista de turbio pasado, Miguel Ángel Yunes. La razón, según Duarte Ochoa,
descansaba en su amor por Veracruz y
abrir la posibilidad a una investigación que lo exonerara de acusaciones como
lavado de dinero y delincuencia organizada, principalmente. Pero como se
anunciaba y cualquier persona con un uso eventual de su intelecto podía
adivinar, Javier Duarte aprovechó esa oportunidad para huir o al menos,
esconderse. La sospecha de pacto o encubrimiento –una vez más- ha dominado la
opinión pública. Y es que la evidencias de culpabilidad eran claras, las
pruebas de enriquecimiento ilícito y de fraude contra las arcas del estado eran
cosa de todos los días, meses, incluso años antes de que pidiera licencia
Javier Duarte.
El ahora ex gobernador deja al estado de Veracruz en quiebra y
profundamente endeudado; debiendo cerca de cuatro mil millones de pesos tan
sólo a Soriana y a municipios. Por cierto, parte de la deuda a Soriana es
producto de la compra de monederos electrónicos que se repartieron en la campaña
electoral de Enrique Peña Nieto en 2012. A los ilícitos de Duarte en términos
financieros –que es necesario expresarlos en cantidades cuasi inimaginables-
habría que añadir el crecimiento de la inseguridad, del crimen organizado y la
persecución, desaparición o asesinato de periodistas incómodos; alrededor de 20
periodistas muertos, incluido uno asesinado en la Ciudad de México. Pero amén
de todas estas sospechas, pruebas o advertencias, Javier Duarte Ochoa gobernó,
abusó, reprimió y desfalcó tranquilamente al estado de Veracruz, por 5 años, 10
meses y 12 días. Lo que sucede en este momento, es crónica de una impunidad y
encubrimiento anunciados y conocidos.
Caso similar es el del ex gobernador de Sonora, el panista
Guillermo Padrés, quien es acusado de enriquecimiento ilícito y desvío de
recursos, por más de 30 mil millones de pesos, según la actual gobernadora
Claudia Pavlovich. Al momento Padrés cuenta con una orden de aprehensión y más
de 200 indagatorias en su contra por irregularidades fiscales malos manejos de
las finanzas estatales, es decir, fraude. Pero al igual que Duarte y que muchos
otras casos anteriores, presentes y futuros, la respuesta de sus partidos, así
como de las autoridades locales y federales, es tardía, insuficiente e
ineficiente. La indignación, crece.
La descomposición del gobierno no se limita a la corrupción o al
enriquecimiento ilícito, sino a su incapacidad para impartir justicia y
garantizar la seguridad sus ciudadanos. La respuesta de la ciudadanía ha ido
desde las autodefensas hasta el linchamiento comunitario, pasando por la
justicia de propia mano, incluso con sartenes. Hace unos días -el 31 de
octubre- se conocieron dos casos de ciudadanos que ante la ineficacia
consuetudinaria de las autoridades, así como por el hartazgo de la inseguridad,
decidieron hacer justicia por su propia mano, asesinando a los asaltantes. Uno
de esos casos se presentó en la carretera México-Toluca a la altura de La
Marquesa, cuando cuatro individuos asaltaron un autobús de pasajeros, quienes
al salir del transporte fueron atacados por uno de los pasajeros, quien los
hirió y finalmente los ejecutó; el “justiciero” –asesino o ambos- regresó sus
pertenencias a los pasajeros pidiendo sólo que “le hicieran el paro”, es decir,
que no le denunciaran. El otro caso fue la madrugada del mismo día en
Aguascalientes, donde tres mujeres defendieron su hogar de un asaltante armado
con un machete, dándole muerte con sartenes y ladrillos. Ambos casos si bien
son profundamente cuestionables, también son comprensibles. ¿Qué hacer cuando
las autoridades no cumplen, cuando son incapaces o cuando de plano están
coludidas con el crimen? Cuando la gente ve la clase política se beneficia a
costa de ella, que los abusos de acumulan y se combaten sólo en apariencia, ¿es
de extrañar que la respuesta sea como las que hemos visto? Las probabilidades
de que casos como el de La Marquesa o Aguascalientes se repitan son muy altas;
el hartazgo crece y siempre tiene límites. En efecto, algo está podrido en
México, pero recordemos –y volviendo al Bardo de Avón- que “la culpa, mi querido Brutus, no recae en las
estrellas, sino en nosotros que estamos bajo ellas”.
martes, octubre 25, 2016
La violencia que nos pega y ¿no nos hace nada?
Hace unos días conversando con una conocida colombiana que se encontraba en Ciudad de México hablábamos de lo emocionada que estaba por estar en México y de sus deseos de dejar su país natal para venir a vivir acá, buscando una mejor vida y nuevas oportunidades de desarrollo. Por un lado, al escuchar esto me dio gusto saber que alguien de fuera vive el país de esta forma: un lugar de nuevas oportunidades y de desarrollo personal y profesional. Por otro lado, no pude evitar advertirla y decirle que no idealizara un país que si bien tiene efectivamente esas posibilidades también está inmerso en un caldo rancio de corrupción y de violencia que no puede evitar sentirse.
Me sorprende entonces la respuesta del resto de los comensales, acusándome de exagerar de no querer ver que “no estamos tan mal” como Colombia. No entraré en puntos de comparación entre la situación de Colombia y la de México, pero si quisiera reparar en el punto de México.
Este texto pudiera parecer necio, o quizás redundante, pero de verdad me parece sorprendente que en ciertos sectores sociales y geográficos del país insistamos en ser tan ciegos ante lo que nos está sucediendo. ¿Es quizás nuestro clasismo que nos deja ciegos ante la situación que vive la mayor parte del país, o nuestro urbano-centrismo que no nos deja ver más allá de nuestras cómodas colonias?
Solo algunos apuntes de lo que sucede en nuestro país en una semana:
El diario El País da cuenta de un campo de exterminio en el desierto de Coahuila en dónde al parecer se encuentran como 4600 restos óseos de a saber cuántas personas víctimas de los Zetas. El sólo encabezado es espeluznante, pero también es aterrador leer que es un campo encontrado hace más de un año, por familiares de personas desaparecidas, y en dónde las autoridades han hecho todo lo posible por ocultar el sitio, los datos y el debido proceso para procesar las evidencias y generar algún tipo de respuestas.
Por otro lado, se vivió el #MércolesNegro o Paro de Mujeres al grito de #NiUnaMenos. Miles de mujeres en todo el país se concentraron para hacer un Paro de Labores y concentraciones para demandar un alto a la violencia feminicida. Si bien la convocatoria respondió a hecho sucedidos en Argentina, donde una adolescente fue brutalmente violentada y asesinada, las mujeres de México no sólo por un acto de sororidad salen a las calles, salen porque nuestro país es uno de los que más feminicidios tiene en la región. Es un problema estructural y el Estado no responde apropiadamente. Por ejemplo, el Estado de México fue obligado a activar la alerta de Género y pese a ello en lo que va del año muere una mujer diariamente por razones de feminicidio en la entidad.
Esta misma semana en el Estado de México un juez federal encargado de llevar casos de narcotráfico fue asesinado mientras se ejercitaba.
En Jalisco un grupo de 7 personas fue privada de su libertad, uno de ellos asesinado y 6 de ellos mutilados, al parecer por una revancha entre grupos de narcomenudistas.
Y la cereza del pastel Javier Duarte exgobernador de Veracruz acusado de numerosos actos de corrupción y delincuencia organizada se fuga en las narices ¿o con la anuencia? del Estado.
En verdad ¿qué necesitamos para reaccionar? ¿nos tiene que suceder en primera persona para hacer algo? ¿Cómo podemos aceptar que una semana en nuestras vidas esté llena de estas noticias? ¿Cómo dejar seguir la vida viviendo en “Democracia” y tener más de 26 mil desaparecidos y decenas de miles de personas asesinadas en los últimos 12 años?
Cuestionémonos seriamente qué estamos haciendo y sobre todo qué estamos dejando que se haga y con esto me refiero a las autoridades quienes parecen las más ciegas de todos. Empiezan ya los aires de cambio de gobierno y faltan dos años, pero ya hay esa urgencia para que cambien las cosas.
Dentro de este pesimismo pensemos en ser personas más conscientes y más participativas del cambio de autoridades que necesitamos y también de cambio de actitud, de no normalizar, ni dejar de ver lo que pasa porque está pasando.
- Melissa Ortiz Massó
Melissa Ortiz Massó es activista social especialista en poder legislativo, transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información. Promotora del Parlamento y Gobierno Abierto @melamalo
lunes, octubre 10, 2016
Apuntes sobre el segundo debate
Por Amando Basurto –
No me
extrañaría que, debido al tono y políticas propuestas, los debates
presidenciales entre Hillary Clinton y
Donald Trump sean de los más vistos en la historia. Ya sea por interés o morbo,
gente alrededor del mundo ha estado al pendiente ya sea de su transmisión o de
los resultados. No es seguro que los debates tengan un relevante impacto sobre
las preferencias electorales, sin embargo los ataques mediáticos alrededor de
los debates parece tendrán una mayor influencia no sólo sobre la percepción de
los electores sino sobre las bases de apoyo partidistas de los candidatos. Aquí
les presento 3 puntos sobre el debate que me parece relevante tener en cuenta.
1. Más
allá de los rounds de ataques mutuos, Donald Trump mostró no estar preparado
para un debate así (y mucho menos para ser presidente). Trump ha practicado
durante más de un año un discurso mediocre que está cimentado sobre
generalizaciones infundadas y el abuso de adjetivos que le impiden hablar de un
solo tema de manera directa y concisa; por ello no respondió a la mayoría de
las preguntas que se le hicieron durante el debate de ayer. Eso no significa
que le haya ido mal en la percepción de su desempeño en el debate; la
popularidad de Trump prueba que a muchos estadounidenses les importa poco que
su discurso sea difuso y falto de propuestas precisas (a pesar de que a muchos
de nosotros nos sorprenda que alguien pueda sobrevivir un debate sin contestar
puntualmente ninguno de los temas que allí se trataron), lo que parece importar
es que Trump adorne con “carácter” y “decisión” sus promesas de atacar y
cambiar el status quo. La crisis en
el partido republicano ha llevado a presentar una dupla de candidatos
radicalmente opuesta a la de 2008, aquella en que un senador con gran
experiencia política (John McCain) lideraba una propuesta secundada por una
gobernadora (Sarah Palin) cuya retórica se concentraba en embestir contra el status quo. En aquel entonces la
ignorancia de Palin era contrapesada con el sentido común de McCain, no creo
que Mike Pence tenga ni la capacidad ni el interés de compensar por la falta de
preparación de Trump.
2. Por
su parte Hillary Clinton y su equipo de campaña parecen haber optado por una
estrategia que evite parecer que están a la defensiva. De tal manera que
Clinton se preocupó, tal vez de más, por guardar la compostura y no responder
asertivamente los ataques de su oponente. No es una casualidad que desde el
inicio del debate Clinton citara de nuevo a su “amiga” Michelle Obama diciendo
“when they go low, we go high”; es
obvio que ese es el tono que han decidido guardar en los debates (mientras los
mensajes mediáticos de la campaña y la filtración de información van en sentido
opuesto, lo cual ayuda a la percepción que muchos tienen de que Hillary Clinton
no es honesta sino doble-cara). Sin embargo, el mensaje mesurado de Clinton
parece denotar una combinación de debilidad y condescendencia dirigido más a no
perder el apoyo de sus seguidores que a buscar el apoyo de quienes se dicen indecisos.
Esto significó, por ejemplo, perder la oportunidad de enfatizar el tono
dictatorial/autoritario que tienen no sólo la propuesta que hace Trump de
forzar a los países de origen a recibir a sus nacionales deportados desde los
Estados Unidos sino, también, la advertencia que hace de llevar a cabo una
investigación especial para encarcelar a Hillary Clinton una vez que él tome
posesión de la presidencia.
3. Los
“periodicazos” contra Trump sobre la evasión de impuestos federales y sobre las
expresiones que muestran lo soez del tono de su relación con y el trato a las
mujeres en general le hicieron mucho daño a la campaña en general pero, especialmente,
a este debate. Trump y su equipo de campaña fueron incapaces de desviar la
atención hacia los escándalos de acoso sexual de William Clinton y por ello
erraron en infligir mayor daño a la campaña de Hillary. Esto fue evidentemente
un error de “timing” mediático. Donald Trump ya había advertido muchas veces en
público que su campaña hablaría y enfatizaría el maltrato a las mujeres del que
se acusa a Bill Clinton tratando de caracterizar a Hillary como su cómplice,
pero nunca encontraron un momento oportuno para hacerlo y, antes de que
sucediera, el video con el audio en el que Trump tiene una “conversación entre
hombres” (locker-room talk) fue
filtrado a los medios. Esto desencadenó una reacción tardía por parte de los
estrategas republicanos: primero lanzando un mensaje de disculpa muy tarde por
la noche y, después, organizando el evento con mujeres presuntamente acosadas
por Bill Clinton sólo unas horas antes del debate y con un efecto mediático
disminuido (que además no parece va a ser contestado por parte de la campaña de
Clinton).
Amando Basurto Salazar
Doctor en Política por la New School for Social Research, N.Y. y Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México @amandobasurto
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miércoles, septiembre 28, 2016
El detalle está en los pormenores del debate
Por Amando Basurto–
Y llovieron los comentarios tras el debate entre los candidatos presidenciales Donald Trump y Hillary R. Clinton. La mayoría se concentró en juzgar quién ganó, cómo el debate cambiaba las condiciones de la carrera electoral, si el valor del peso mexicano respondió como se esperaba, si alguno o los dos candidatos tienen talante y aplomo presidencial, etcétera. Especial atención se puso, en México, al hecho que el primer país que Trump mencionó en el debate –casi inmediatamente– fue precisamente el nuestro. Y es cierto, es importante tener una idea del posible impacto político del debate (aunque en verdad se exagera cuando se cree que los debates influyen relevantemente en las preferencias) en relación no sólo con proceso electoral sino, también, con el futuro de la política exterior estadounidense.
Es en los detalles del discurso de los candidatos que encontramos señales sobre lo interesante o lo insensato de sus proyectos. Aquí les presento una lista de tres detalles del debate llevado acabo el pasado lunes que pueden ver de nuevo aquí:
1. Donald Trump indicó que va a repatriar (o evitar la fuga) de compañías a travez de imponer un arancel que haga muy costoso producir fuera de los Estados Unidos e introducir dichos productos en el mercado estadounidense. Hay quienes han calificado esta política como “proteccionista”, pero no lo es en estricto sentido. Repatriar una compañía o todo un sector industrial a travez del uso punitivo de aranceles no significa protegerles sino obligarles, no es pues una propuesta proteccionista sino disciplinario-mercantilista. Ya que el objetivo no es proteger a un sector productivo sino obligar a producir dentro del territorio estadounidense (posiblemente con mano de obra estadounidense) sería necesario asegurarse de que esta opción implique costos de producción menores al costo que representa el pago del arancel y por lo tanto una muy poco probable reducción del precio de mano de obra en los Estados Unidos. El plan de Trump podría difícilmente crear empleos, y si lo hace serían mal pagados y de mala calidad muy probablemente. Cabe señalar que el candidato republicano es muy claro en su propuesta “we have to stop them [las compañías] from leaving”; es decir, su proyecto pretende alinear al sector privado (por lo menos una parte) bajo un a política pública de repatriación industrial. No han a estar felices muchos empresarios.
2. Hillary Clinton camina sobre una línea muy delgada cuando se refiere al problema de racismo en los Estados Unidos y su expresión en abuso policiaco que sistemáticamente sufren las comunidades afroamericanas e hispanas en buena parte del país. ¿Cómo hablar de los efectos judiciales del racismo sin que los cuerpos policiacos y sistemas judiciales locales se sientan atacados? ¿cómo referirse y proponer soluciones al racismo sin atender los problemas de exclusión social y económica estructurales? Este no es un tema de simple “ley y orden”, como supone Donald Trump, sino un tema de justicia en el más amplio sentido de la palabra; es decir, de compaginar la aplicación de la ley con un completo respeto a los derechos civiles de los ciudadanos. Trump tiene razón, sin embargo, cuando afirma que el partido demócrata ha defraudado históricamente a las comunidades afroamericana e hispana al no impulsar políticas que realmente reduzcan los diferenciales de bienestar o permitan la regularización de migrantes sin documentos sin antecedentes penales, así que Clinton requiere volver a ganar la confianza de ambas para movilizarlas electoralmente.
3. Es obvio que Donald Trump confunde su “éxito” empresarial con tener las cualidades para conducir la economía y política exterior estadounidense; como si fuese igual dirigir una o varias empresas y presidir un país (en México ya sufrimos los efectos devastadores cuando un presidente de la CocaCola fue electo como presidente de la república). Esta confusión es lo que lleva a Trump a pensar que los acuerdos bilaterales y regionales de defensa mutua se pueden transformar en simples contratos de prestación de servicios militares, ¿cómo? pues simplemente haciendo saber a los aliados históricos de los Estados Unidos que la defensa mutua sólo será posible si pagan por los “tremendos servicios” (Trump dixit) que reciben o se tendrán que defender ellos mismos (volviendo ahora si de facto a las fuerzas armadas estadounidenses en mercenarios). Esto es, pues, otra expresión del mercantilismo-punitivo militar que Trump dice planea usar como estrategia de política exterior. La postura de Trump termina siendo congruente: si para no pagarle a personas que han prestado sus servicios para sus compañías Trump ha “taken advantage of the laws of the nation”, cree que puede hacer lo mismo con respecto a los servicios prestados a estados militarmente aliados al sacar provecho del derecho internacional transgrediendo el principio pacta sunt servanda (los acuerdos deben ser cumplidos) que es fundamental para la gobernabilidad construida en el último siglo.
Y llovieron los comentarios tras el debate entre los candidatos presidenciales Donald Trump y Hillary R. Clinton. La mayoría se concentró en juzgar quién ganó, cómo el debate cambiaba las condiciones de la carrera electoral, si el valor del peso mexicano respondió como se esperaba, si alguno o los dos candidatos tienen talante y aplomo presidencial, etcétera. Especial atención se puso, en México, al hecho que el primer país que Trump mencionó en el debate –casi inmediatamente– fue precisamente el nuestro. Y es cierto, es importante tener una idea del posible impacto político del debate (aunque en verdad se exagera cuando se cree que los debates influyen relevantemente en las preferencias) en relación no sólo con proceso electoral sino, también, con el futuro de la política exterior estadounidense.
Es en los detalles del discurso de los candidatos que encontramos señales sobre lo interesante o lo insensato de sus proyectos. Aquí les presento una lista de tres detalles del debate llevado acabo el pasado lunes que pueden ver de nuevo aquí:
1. Donald Trump indicó que va a repatriar (o evitar la fuga) de compañías a travez de imponer un arancel que haga muy costoso producir fuera de los Estados Unidos e introducir dichos productos en el mercado estadounidense. Hay quienes han calificado esta política como “proteccionista”, pero no lo es en estricto sentido. Repatriar una compañía o todo un sector industrial a travez del uso punitivo de aranceles no significa protegerles sino obligarles, no es pues una propuesta proteccionista sino disciplinario-mercantilista. Ya que el objetivo no es proteger a un sector productivo sino obligar a producir dentro del territorio estadounidense (posiblemente con mano de obra estadounidense) sería necesario asegurarse de que esta opción implique costos de producción menores al costo que representa el pago del arancel y por lo tanto una muy poco probable reducción del precio de mano de obra en los Estados Unidos. El plan de Trump podría difícilmente crear empleos, y si lo hace serían mal pagados y de mala calidad muy probablemente. Cabe señalar que el candidato republicano es muy claro en su propuesta “we have to stop them [las compañías] from leaving”; es decir, su proyecto pretende alinear al sector privado (por lo menos una parte) bajo un a política pública de repatriación industrial. No han a estar felices muchos empresarios.
2. Hillary Clinton camina sobre una línea muy delgada cuando se refiere al problema de racismo en los Estados Unidos y su expresión en abuso policiaco que sistemáticamente sufren las comunidades afroamericanas e hispanas en buena parte del país. ¿Cómo hablar de los efectos judiciales del racismo sin que los cuerpos policiacos y sistemas judiciales locales se sientan atacados? ¿cómo referirse y proponer soluciones al racismo sin atender los problemas de exclusión social y económica estructurales? Este no es un tema de simple “ley y orden”, como supone Donald Trump, sino un tema de justicia en el más amplio sentido de la palabra; es decir, de compaginar la aplicación de la ley con un completo respeto a los derechos civiles de los ciudadanos. Trump tiene razón, sin embargo, cuando afirma que el partido demócrata ha defraudado históricamente a las comunidades afroamericana e hispana al no impulsar políticas que realmente reduzcan los diferenciales de bienestar o permitan la regularización de migrantes sin documentos sin antecedentes penales, así que Clinton requiere volver a ganar la confianza de ambas para movilizarlas electoralmente.
3. Es obvio que Donald Trump confunde su “éxito” empresarial con tener las cualidades para conducir la economía y política exterior estadounidense; como si fuese igual dirigir una o varias empresas y presidir un país (en México ya sufrimos los efectos devastadores cuando un presidente de la CocaCola fue electo como presidente de la república). Esta confusión es lo que lleva a Trump a pensar que los acuerdos bilaterales y regionales de defensa mutua se pueden transformar en simples contratos de prestación de servicios militares, ¿cómo? pues simplemente haciendo saber a los aliados históricos de los Estados Unidos que la defensa mutua sólo será posible si pagan por los “tremendos servicios” (Trump dixit) que reciben o se tendrán que defender ellos mismos (volviendo ahora si de facto a las fuerzas armadas estadounidenses en mercenarios). Esto es, pues, otra expresión del mercantilismo-punitivo militar que Trump dice planea usar como estrategia de política exterior. La postura de Trump termina siendo congruente: si para no pagarle a personas que han prestado sus servicios para sus compañías Trump ha “taken advantage of the laws of the nation”, cree que puede hacer lo mismo con respecto a los servicios prestados a estados militarmente aliados al sacar provecho del derecho internacional transgrediendo el principio pacta sunt servanda (los acuerdos deben ser cumplidos) que es fundamental para la gobernabilidad construida en el último siglo.
- Amando Basurto Salazar
Doctor en Política por la New School for Social Research, N.Y. y Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México @amandobasurto
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miércoles, septiembre 14, 2016
Cuentas perennes, cuentas que no cuadran, cuentas que también cuentan.
Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley
Los dos últimos años de la Presidencia de Enrique Peña Nieto, serán parte de un sexenio –otro más- en que el combate a la corrupción.
En 2012 el candidato del PRI –en esta ocasión Enrique Peña Nieto-
hablaba una vez más del nuevo PRI, de lo distinta que sería su administración,
de la renovación del Partido y su liderazgo, de honestidad, de transparencia,
de apertura, de promesas. Pero tras cuatro años de su presidencia, nos
encontramos con lo mismo de siempre, con el mismo PRI del Corporativismo, de
las promesas incumplidas, de los discursos vacíos, del enriquecimiento, de la
corrupción, de la mezquindad. En campaña, el candidato Peña Nieto hablaba del
renovado PRI con nombres como Javier Duarte Gobernador de Veracruz), César
Duarte (Gobernador de Chihuahua) y Roberto Borge (Gobernador de Quintana Roo);
cuatro años después esos mismos nombres están ligados a acusaciones de
corrupción, malversación de fondos, sobre endeudamiento y uso indebido de
propiedad estatal. Pero como en el viejo PRI, la impunidad acompaña a las
acusaciones. Pero no nos engañemos, corrupción e impunidad caracterizan también
a otros partido políticos mexicanos; Guillermo Padrés, Cuauhtémoc Blanco…
El propio presidente y su gente más cercana –Angélica Rivera, Luis
Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong- fueron muestra de ese viejo/nuevo PRI al
encontrarse claras muestras de conflicto de intereses –al menos- en la
adquisición de inmuebles del grupo HIGA y no haber consecuencia alguna gracias
a la exoneración por parte de Virgilio Andrade (Secretaría de la Función
Pública) mas que el despido de los periodistas que dieron a conocer el ilícito;
y por supuesto, una disculpa a destiempo, confusa, vacía. En ese mismo tenor sospechosista y falto de transparencia
están Alfredo Castillo Cervantes (ex Comisionado de Seguridad para Michoacán y
ahora titular de la CONADE) y Luis Enrique Miranda (SEDESOL), funcionario que
no ha hecho su declaración patrimonial completa y llega convenientemente a
Desarrollo Social, en vísperas de las elecciones de 2018. Con ello sus nombres y
oscuros antecedentes se unen a otros notables e impunes políticos, como Fidel
Herrera –otrora gobernador de Veracruz- que como castigo a su deplorable y
corrupto gobierno, EPN lo designó cónsul en Barcelona.
La presidencia de EPN –además de seguir con la histórica impunidad
gubernamental- se ha caracterizado por los movimientos en el gabinete, ya sean
polémicos o cuestionados; desde la renuncia de David Korenfeld a CONAGUA, la de
Humberto Benítez a la PROFECO, hasta la remoción de Jesús Murillo Karam (PGR),
la de Luis Videgaray (Hacienda), de Emilio Lozoya (PEMEX), de Enrique Ochoa
(CFE), el ir y venir de José Antonio Meade (Hacienda, SRE, SEDESOL, Hacienda) o
la inexplicable permanencia de Aurelio Nuño en la SEP o de Claudia Ruíz Massieu
en la Cancillería; ¿tiene sentido la interlocución una canciller que no dirige
la política exterior? ¿Le interesará a Roberta Jacobson dialogar con Ruiz
Massieu? La salida de Luis Videgaray -el artífice de las reformas de Peña Nieto
y de la visita de Donald Trump- es hasta ahora el movimiento más aplaudido,
pero (muy) probablemente ni el otrora secretario de Hacienda saldrá del círculo
cercano del Presidente y su proyecto político, ni la razón de su salida sea la
que queremos creer: el precio de su torpeza en la visita del candidato
republicano. Es decir, es más probable que la salida de Videgaray obedezca a
una estrategia del Grupo Atlacomulco teniendo en mente la gubernatura del
Estado de México y/o la Presidencia de la República, que a una seria reprimenda
por el costo mediático de la visita de Donald Trump.
Mientras parte de la clase política en todo el país incrementa cuentas
qué ajustar –aumentando así la impunidad y el desánimo social- el presupuesto
de ingresos y egresos presentado hace unos días, trae cuentas que no cuadran
dada la situación del país. Uno pensaría que la inseguridad es una de las
principales amenazas al Estado mexicano, o al menos uno de los problemas más
alarmantes –sin mencionar la pobreza o la falta de desarrollo- sin embargo este
rubro sufrió diversos recortes. Michoacán es uno de los estados con más
problemas de inseguridad, así como inestabilidad y conflictos derivados de la
(necesaria o al menos explicable) aparición de las autodefensas y la prevención
del delito a nivel nacional una de las tareas urgentes a fin de combatir
estructuralmente la inseguridad en sus distintos niveles, sin embargo en ambos
casos los programas desaparecieron para 2017. Esto sin mencionar que la ayuda
federal que reciben los estados para combatir la delincuencia disminuyó en casi
mil millones de pesos, ni la disminución del 65% en el presupuesto de
Plataforma México o de la Fiscalía para la Búsqueda de Personas Desaparecidas,
entre otros recortes al presupuesto de egresos en temas graves de nuestro país.
Los dos últimos años de la Presidencia de Enrique Peña Nieto, serán parte de un sexenio –otro más- en que el combate a la corrupción.
jueves, agosto 11, 2016
El gobierno del “poquito” conflicto de interés
Por Amando Basurto –
Un viejo dicho reza que los perros sólo a periodicazos aprenden. ¿Habrá perros que ni así aprendan? La nota de The Guardian que señala el préstamo a Angélica Rivera de un departamento –contiguo al suyo en Miami– por parte de Ricardo Pierdant ha inundado medios de información y redes sociales. Dimes y diretes de un lado y otro. La comunicación oficial niega tanto que la señora Rivera haga de ese departamento su “hogar” como que el señor Pierdant sea un “potencial contratista” del gobierno federal. Mientras unos aprovechan y atacan a la muy vilipendiada figura presidencial otros se lanzan al ruedo oficialista a defender a la parejita presidencial con altiva prestancia periodística. Que si The Guardian es una fuente confiable o no; que si The Guardian se presta a un juego anti-peñista; que si los lambiscones de siempre desdicen a todos y defienden la impopular administración federal; que si los medios de siempre tergiversan la información en un complot multinacional en contra de la benemérita institución presidencial.
En vez de un análisis complejo pero apresurado les comparto una sencilla reflexión sobre el caso: En tanto se aclara, demuestra o desmiente que en efecto haya “poquito” conflicto de interés en el caso de este departamento vale la pena preguntarse ¿qué no hay quien asesore al presidente y a su señora sobre los riesgos publicitarios de sus acciones? Porque ya en este momento, en lo que se deslindan (ir)responsabilidades, las consecuencias del periodicazo son prácticamente irrevocables. No se trata de defender a la señora Rivera, ni a Peña, pero parece que o alguien no está haciendo su chamba o la señora simplemente hace caso omiso a las “asesorías” (si es que estas existen).
Porque no se necesita ser un especialista en “comunicación institucional” para entender que la bajísima aprobación del desempeño del presidente (alrededor del 30%) tiene una relación directa y proporcional con la credibilidad que se le otorga. Todo lo que diga, haga o deje de hacer un presidente tan impopular (y su familia) será usado en su contra en las cortes mediáticas. ¿Por qué entonces utilizar un departamento “prestado”? ¿Qué acaso al presidente y a su señora no les alcanza para vivir y vacacionar sin pedir prestado un departamento, un yate o un avión y así facilitar “sospechosismos” que van a tener que salir a desmentir ante quienes les creemos poco o nada?
Todavía retumba en nuestros corazones la frase que pronunció cuando se disculpó muy sentidamente con nosotros: los servidores públicos “somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos y en esto reconozco que cometí un error”. Alguien no le está poniendo mucha atención a sus discursos señor presidente; si esto no es un claro caso de conflicto de interés o evidencia de tráfico de influencias, no le queda sino cambiar de asesores, de amigos o de esposa. ¿No le parece que le está costando demasiado tiempo y recursos estar esquivando tanto periodicazo? ¿O acaso ya es un deporte estilo salinista (ni los veo ni los oigo)? ¿Qué tanto margen de maniobra cree usted que aún tiene? ¿Cuáles son sus cálculos? Creo que su calculadora se quedó sin batería desde hace tiempo y usted, como Bora Milutinović, se ha guardado de más los cambios de asesores y de gabinete.
- Amando Basurto Salazar
Doctor en Política por la New School for Social Research, N.Y. y Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México @amandobasurto
jueves, agosto 04, 2016
Hillary Clinton y Donald Trump, a 96 días de la elección.
Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley
¿Pánico en el Partido Republicano?
Luego de las turbulentas convenciones del Partido Republicano y el
Demócrata –en Cleveland y Filadelfia, respectivamente- está definida (todo
parece indicar) la carrera presidencial que terminará en noviembre entre el
millonario Donald Trump y la ex Senadora y otrora Secretaria de Estado, Hillary
Clinton. Trump se impuso sorpresivamente a candidatos que contaban tanto con
experiencia política, como con el respaldo de la clase política republicana y a
jóvenes promesas del Partido; tal fue el caso de Jeb Bush, Rick Perry, Chris
Christie, Marco Rubio o Ted Cruz, entre otros. Clinton por su parte, logró
vencer con más dificultades de las previstas a un Bernie Sanders, quien si bien
no obtuvo la nominación, sí pudo influir en la definición de la plataforma del
Partido, dada la gran cantidad de delegados y respaldo popular; ahora, la
candidata no está obligada a apegarse a la plataforma, pero deberá al menos
seguir los ejes del programa de Sanders, si quiere contar con el apoyo de sus
simpatizantes. Pero, ¿cómo inician la carrera ambos candidatos? ¿Qué
perspectiva tienen?
El proceso demócrata para definir a su candidato, culminó en medio
de escándalos tanto del Partido mismo como de la entonces pre candidata Hillary
Clinton; escándalos que incluso hicieron necesaria una investigación del FBI
por el manejo irresponsable de información clasificada vía correo electrónico
desde la Secretaría de Estado. A fin de cuentas fue exonerada, permitiéndole
así seguir en la búsqueda de la nominación; lo que pareció más una decisión
política que judicial. Clinton también enfrentaba –y enfrentará durante la
campaña presidencial- cuestionamientos con respecto a su responsabilidad en el
ataque al consulado estadounidense en Bengasi (Libia). Por último, el Partido
Demócrata sufrió unas horas antes del inicio de su Convención un ataque
cibernético, mediante el cual se filtraron cientos de correos electrónicos en
los que se mencionaba la estrategia del establishment demócrata para asegurar
la candidatura de la ex senadora. Estos problemas sin duda representan una
dificultad para la campaña de Clinton, principalmente Bengasi y los e-mails,
sin embargo el buen posicionamiento en estados clave, la maquinaria electoral
demócrata y la superioridad en el financiamiento (a fines de julio Clinton ha
reaudado cuatro veces más que Trump, según la Federal Election Comission) presentan
una muy halagüeña perspectiva a Hillary Clinton. A esto habría que agregar los desatinos en la
campaña de Donald Trump.
La estrategia de Trump o su personalidad -ya a estas alturas no
está claro qué domina la campaña- se ha caracterizado por ser altisonante,
burda, absurda y confusamente anti minorías. Gracias a esto ganó la nominación
republicana, pues le habla a aquellos que no se sienten representados por los
candidatos tradicionales del Partido Republicano o Grand Old Party (GOP), a
aquellos trabajadores afectados por la Globalización; una especie de Barack
Obama de la derecha. Obama le hablaba a los liberales que querían más reformas,
más cambios, más gobierno, más democracia y menos capitalismo salvaje,
liderazgo y no hegemonía; Trump, le habla a quienes buscan mano dura en
seguridad, en migración, en política internacional, menos gobierno y más
Mercado. Pero esta exitosa estrategia –demos el beneficio de la duda- está
mostrando muy temprano en el día su falibilidad en la elección general.
Trump se ha alejado claramente de las minorías –sin duda un muy
bajo porcentaje de mujeres, latinos, musulmanes o negros votarán por él, si es
que alguno lo hace- y con ello de muchos electores independientes, pero también
lo ha hecho de su propio partido; y
eso se acrecienta día con día. A sólo semanas de haber aceptado la candidatura,
Donald Trump entró en un desafortunado debate con el padre del capitán Humayun
Kahn, muerto en servicio en Irak; con Paul Ryan (Speaker of the House) y con el
senador John McCain, al no apoyarlos en su reelección para sus respectivas cámaras;
y con la Comisión para los Debates Presidenciales (Comission for Presidential
Debates, CPD), por programar convenientemente
para Hillary Clinton –afirma Trump- dos de los tres debates presidenciales
coincidiendo con juegos de la NFL; sin embargo, el calendario de debates se
hizo público el 23 de septiembre de 2015. Esto sin mencionar la exigencia de
que haga públicos sus declaraciones al Internal Revenue Service (ISR); tema por
demás delicado, al parecer.
Los desatinos (al menos) semanales de Trump han provocado que su
jefe de campaña, Paul Manafort, exprese su frustración con respecto a la falta
de disciplina del candidato; que cada vez más miembros de la clase política
republicana declaren que votarán por Clinton o al menos no lo harán por su
partido; que su compañero de fórmula, Mike Pence, lo contradiga abiertamente
con respecto al apoyo a Ryan y McCain; y que los sondeos en estados clave como
Pensilvania, Virginia, North Carolina, Nevada, Colorado o Florida, se vayan
decantando por la candidata demócrata. Esto es mortal para la campaña de Trump,
pues no sólo los demócratas tienen virtual ventaja en el Colegio electoral (202
votos contra 154) sino que hasta fines de julio Clinton cuenta con 84 millones
de dólares, frente a los 22 de Trump. A este respecto vale la pena mencionar
que el millonario neoyorkino podría optar por financiamiento federal –que
asciende a 96 mdd- con lo que alcanzaría a Clinton, pero tendría que renunciar
al financiamiento privado; no obstante, el perfil anti gobierno federal de
Trump, hace prácticamente nula esa posibilidad.
Ante tal escenario el Partido Republicano podría asumir
una escandalosa derrota en la elección presidencial pero proteger el Congreso
–que parece ser la opción elegida- apoyar a un candidato que no les simpatiza y
que podría traer altos costos, o aplicar el artículo 9 de la Comisión Nacional
Republicana y cambiar al candidato. Esto no ha sucedido, pero ya que el
artículo establece esa posibilidad en caso de “muerte, renuncia o cualquier
otra cosa”, se abre esa alternativa. La pregunta es ¿hasta dónde llegará el
pánico del Partido Republicano? Una cosa es cierta, con las semanas se
incrementa.
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jueves, julio 21, 2016
Sistema Nacional Anticorrupción: Pedir perdón está bien, pero no es suficiente.
Después de poco más de un año de haberse
publicado la reforma constitucional para la creación del Sistema Nacional
Anticorrupción (SNA) este lunes 18 de julio el Presidente Enrique Peña promulgó
las 7 leyes que dan el marco para el SNA.
El SNA pretende generar coordinación
entre los distintos poderes y niveles de gobierno y la ciudadanía (el sistema
contempla la creación de un Comité Coordinador, encabezado por un ciudadano y
un Comité de Participación Ciudadana integrado por cinco ciudadanos) con la
idea de prevenir, controlar y sancionar los actos y prácticas de corrupción.
El
marco legal del Sistema se construye por las siguientes leyes:
1.-
Ley General del Sistema Nacional
Anticorrupción. Básicamente en ésta, se describen las características del
SNA, cómo se va a coordinar en los distintos niveles de gobierno y cómo se
creará un Sistema Nacional de Fiscalización y una Plataforma Digital Nacional.
2.- Ley General de Responsabilidades
Administrativas. Esta ley explica la responsabilidad y obligación de
servidores públicos para presentar su declaración patrimonial, de intereses y
declaración fiscal.
Las
modificaciones a esta ley fueron las que se impulsaron desde el movimiento
ciudadano #3de3 y tal cuál se dio la aprobación no queda del todo claro o
definido si estas declaraciones serán o no públicas.
3.- Ley de Fiscalización y Rendición de
Cuentas de la Federación, y las reformas a la Ley de Coordinación Fiscal y a la
Ley General de Contabilidad Gubernamental. Esta ley y paquete de reformas,
le otorga a la Auditoría Superior de la
Federación mayores elementos y “dientes” para el combate de la corrupción.
4.-
Se crea además el Tribunal Federal de
Justicia Administrativa que llevará la tarea de sancionar tanto a
servidores públicos como a particulares que incurran en faltas graves.
5.-
Reformas a la Ley Orgánica de la
Procuraduría General de la República. Es en esta donde se establece la
creación de la Fiscalía Especializada de Combate a la Corrupción. Cabe destacar
que esta fiscalía será un órgano autónomo.
6.-
Reformas al Código Penal Federal. Es
aquí donde se enlistan las sanciones y los tipos de actos de corrupción. Todo
se establece tanto para funcionarios públicos como para particulares.
7.-
Reformas a la Ley Orgánica de la
Administración Pública Federal. En esta Ley se establecen elementos que
darán más fuerza y autoridad a la Secretaría de la Función Pública para la
prevención y combate de la corrupción.
A partir
de ahora comienza quizás la parte más complicada. Sí, si nos pareció complejo
el proceso para la creación y reforma de estas leyes, lo que sigue en realidad
es el paso más importante: echar a andar y hacer realidad este sistema. Toca
romper la tradición de que en México tenemos muy buenas leyes…que son se
cumplen.
A
las autoridades les queda un gran tramo por andar y a la ciudadanía nos toca
estar muy atenta también de lo que sigue y por qué no, hacer un alto y pensar
en qué significa la corrupción en nuestro cotidiano y ver más allá de nuestras
narices.
Vivimos
en un país donde la corrupción se ha normalizado a tales niveles que en muchos
hogares no se entiende la vida sin corrupción o destinar parte del presupuesto
familiar para pagos y sobornos para poder acceder a servicios públicos. Según
datos de Transparencia Mexicana 33% del ingreso de una familia que gana un
salario mínimo se destina a estos pagos, estamos
además hablando de las familias más desfavorecidas.
Detengámonos
a pensar que la corrupción en nuestro país no es solo el dar una “mordida” al
“poli” para evitar una infracción. Veamos a la corrupción como uno de los
principales factores que afectan los Derechos Humanos en nuestro país y que
violenta hasta extremos tales como la desaparición o muerte de tanta gente en
los últimos años.
Sí,
la corrupción no es un tema cultural, no es parte de nuestros genes, pero la
tenemos muy interiorizada y toca detenerse a pensar cuán corruptos somos o cuan
familiarizados estamos con ella.
Como
ciudadanos nos quejamos de que nunca pasa nada, porque ciertamente así hemos
visto un ir y venir de ex gobernadores o personajes de la clase política que tras
actos de corrupción evidentes y a veces comprobados terminan como embajadores,
cónsules o estudiando maestrías en otros países. Parece que las cosas están
cambiando, hoy vemos un anuncio del SNA acompañado de una estrategia jurídica
del gobierno para evitar los candados que próximos exgobernadores de Chihuahua,
Quintana Roo y Veracruz intentaron generar para librarse de rendir cuentas.
El
Sistema no es una varita mágica que de un día para otro cambie las cosas y
borrón y cuenta nueva. Estoy segura que mucho costará erradicar décadas de
prácticas y mentalidades corruptas. Sin embargo hay señales e instrumentos
legales y transformación institucional que dan pie a que como ciudadanía
comencemos también a hacer cambios y exigir cuentas.
Nos
toca estar atentos e ir conociendo cómo es que el Sistema funcionará, cómo
podremos acceder a la denuncia, segura y efectiva y ver que existan
consecuencias, y cómo ser nosotros actores activos para que esto marche bien.
Al gobierno le toca hacernos saber cómo el Sistema estará a nuestro alcance. A
las organizaciones y a la academia, estar vigilantes que las personas que se
escojan para los puestos ciudadanos y la Fiscalía sean las adecuadas.
Seamos
pues nosotros también responsables de que esto funcione y que sea efectivo. Seamos pues responsables
también de nuestros actos y asumamos consecuencias porque aunque pedir perdón está
bien, no es suficiente.
Melissa Ortiz Massó
Melissa Ortiz Massó es activista social especialista en poder legislativo, transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información. Promotora del Parlamento y Gobierno Abierto @melamalo
melissa@nomospolitico.com | http://nomospolitico.com/ | https://nomospolitico.wordpress.com/|http://nomospolitico.blogspot.com/
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