jueves, agosto 04, 2016

Hillary Clinton y Donald Trump, a 96 días de la elección.

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley


¿Pánico en el Partido Republicano?

Luego de las turbulentas convenciones del Partido Republicano y el Demócrata –en Cleveland y Filadelfia, respectivamente- está definida (todo parece indicar) la carrera presidencial que terminará en noviembre entre el millonario Donald Trump y la ex Senadora y otrora Secretaria de Estado, Hillary Clinton. Trump se impuso sorpresivamente a candidatos que contaban tanto con experiencia política, como con el respaldo de la clase política republicana y a jóvenes promesas del Partido; tal fue el caso de Jeb Bush, Rick Perry, Chris Christie, Marco Rubio o Ted Cruz, entre otros. Clinton por su parte, logró vencer con más dificultades de las previstas a un Bernie Sanders, quien si bien no obtuvo la nominación, sí pudo influir en la definición de la plataforma del Partido, dada la gran cantidad de delegados y respaldo popular; ahora, la candidata no está obligada a apegarse a la plataforma, pero deberá al menos seguir los ejes del programa de Sanders, si quiere contar con el apoyo de sus simpatizantes. Pero, ¿cómo inician la carrera ambos candidatos? ¿Qué perspectiva tienen?
El proceso demócrata para definir a su candidato, culminó en medio de escándalos tanto del Partido mismo como de la entonces pre candidata Hillary Clinton; escándalos que incluso hicieron necesaria una investigación del FBI por el manejo irresponsable de información clasificada vía correo electrónico desde la Secretaría de Estado. A fin de cuentas fue exonerada, permitiéndole así seguir en la búsqueda de la nominación; lo que pareció más una decisión política que judicial. Clinton también enfrentaba –y enfrentará durante la campaña presidencial- cuestionamientos con respecto a su responsabilidad en el ataque al consulado estadounidense en Bengasi (Libia). Por último, el Partido Demócrata sufrió unas horas antes del inicio de su Convención un ataque cibernético, mediante el cual se filtraron cientos de correos electrónicos en los que se mencionaba la estrategia del establishment demócrata para asegurar la candidatura de la ex senadora. Estos problemas sin duda representan una dificultad para la campaña de Clinton, principalmente Bengasi y los e-mails, sin embargo el buen posicionamiento en estados clave, la maquinaria electoral demócrata y la superioridad en el financiamiento (a fines de julio Clinton ha reaudado cuatro veces más que Trump, según la Federal Election Comission) presentan una muy halagüeña perspectiva a Hillary Clinton.  A esto habría que agregar los desatinos en la campaña de Donald Trump.
La estrategia de Trump o su personalidad -ya a estas alturas no está claro qué domina la campaña- se ha caracterizado por ser altisonante, burda, absurda y confusamente anti minorías. Gracias a esto ganó la nominación republicana, pues le habla a aquellos que no se sienten representados por los candidatos tradicionales del Partido Republicano o Grand Old Party (GOP), a aquellos trabajadores afectados por la Globalización; una especie de Barack Obama de la derecha. Obama le hablaba a los liberales que querían más reformas, más cambios, más gobierno, más democracia y menos capitalismo salvaje, liderazgo y no hegemonía; Trump, le habla a quienes buscan mano dura en seguridad, en migración, en política internacional, menos gobierno y más Mercado. Pero esta exitosa estrategia –demos el beneficio de la duda- está mostrando muy temprano en el día su falibilidad en la elección general.
Trump se ha alejado claramente de las minorías –sin duda un muy bajo porcentaje de mujeres, latinos, musulmanes o negros votarán por él, si es que alguno lo hace- y con ello de muchos electores independientes, pero también lo ha hecho de su propio partido; y eso se acrecienta día con día. A sólo semanas de haber aceptado la candidatura, Donald Trump entró en un desafortunado debate con el padre del capitán Humayun Kahn, muerto en servicio en Irak; con Paul Ryan (Speaker of the House) y con el senador John McCain, al no apoyarlos en su reelección para sus respectivas cámaras; y con la Comisión para los Debates Presidenciales (Comission for Presidential Debates, CPD), por programar convenientemente para Hillary Clinton –afirma Trump- dos de los tres debates presidenciales coincidiendo con juegos de la NFL; sin embargo, el calendario de debates se hizo público el 23 de septiembre de 2015. Esto sin mencionar la exigencia de que haga públicos sus declaraciones al Internal Revenue Service (ISR); tema por demás delicado, al parecer.
Los desatinos (al menos) semanales de Trump han provocado que su jefe de campaña, Paul Manafort, exprese su frustración con respecto a la falta de disciplina del candidato; que cada vez más miembros de la clase política republicana declaren que votarán por Clinton o al menos no lo harán por su partido; que su compañero de fórmula, Mike Pence, lo contradiga abiertamente con respecto al apoyo a Ryan y McCain; y que los sondeos en estados clave como Pensilvania, Virginia, North Carolina, Nevada, Colorado o Florida, se vayan decantando por la candidata demócrata. Esto es mortal para la campaña de Trump, pues no sólo los demócratas tienen virtual ventaja en el Colegio electoral (202 votos contra 154) sino que hasta fines de julio Clinton cuenta con 84 millones de dólares, frente a los 22 de Trump. A este respecto vale la pena mencionar que el millonario neoyorkino podría optar por financiamiento federal –que asciende a 96 mdd- con lo que alcanzaría a Clinton, pero tendría que renunciar al financiamiento privado; no obstante, el perfil anti gobierno federal de Trump, hace prácticamente nula esa posibilidad.
Ante tal escenario el Partido Republicano podría asumir una escandalosa derrota en la elección presidencial pero proteger el Congreso –que parece ser la opción elegida- apoyar a un candidato que no les simpatiza y que podría traer altos costos, o aplicar el artículo 9 de la Comisión Nacional Republicana y cambiar al candidato. Esto no ha sucedido, pero ya que el artículo establece esa posibilidad en caso de “muerte, renuncia o cualquier otra cosa”, se abre esa alternativa. La pregunta es ¿hasta dónde llegará el pánico del Partido Republicano? Una cosa es cierta, con las semanas se incrementa.

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