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lunes, septiembre 03, 2012

El Partido Republicano y la política de la enemistad, 2ª Parte

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley


(Entre excepcionalismo, conservadurismo y sofismas)

La Convención Nacional Republicana concluyó el jueves 30 de agosto con la misma tesitura discursiva de los días anteriores; radicalismo conservador, excepcionalismo, elitismo disfrazado y/o hipócrita, falsa conciencia de clase (media) e intentos de la fórmula (Mitt) Romney/(Paul) Ryan –más bien fallidos- de mostrarse cercanos al estadounidense común, promedio, clasemediero. Por supuesto que sorpresa hubiera sido un cambio en la estrategia de comunicación, sin embargo, aunque las encuestas a posteriori arrojan a la fórmula Republicana ya arriba de la Demócrata entre 3 y 5 puntos, con lo que podría pensarse en el éxito de la Convención y sus objetivos electorales, quedaron patentes –una vez más- las debilidades del GOP (Grand Old Party, como es también conocido el Partido Republicano); siendo éstas, la poca conexión de Mitt Romney con el electorado, en este caso con la Convención; el distanciamiento entre fórmula y el electorado dado su elitismo; los falaces argumentos en muchos casos para criticar a la Administración Obama; y la dificultad para atraer a las minorías, dada la plataforma Romney/Ryan, y sus propias posturas políticas en temas como el aborto, la inmigración y derechos de la comunidad LGBTQ.

En los días previos los discursos más importantes habían estado a cargo de Ann Romney (esposa del candidato presidencial), Chris Christie (gobernador de New Jersey), Condoleeza Rice (otrora miembro del gabinete de G. W. Bush) y Paul Ryan (el candidato a la Vicepresidencia). Ellos habían ya definido el matiz discursivo de la Convención y de la Campaña, por lo que el cierre se esperaba apoteósico –más aún por los inconvenientes que había causado el huracán Isaac- y estaría a cargo de el Senador por Florida y miembro del Tea Party, Marco Rubio, un invitado sorpresa –Clint Eastwood- y Mitt Romney, con el reto de conectar con la audiencia tanto o más que su compañero de fórmula.

El Senador Marco Rubio –considerado hace tan sólo unas semanas como probable compañero de fórmula de Mitt Romney- acentuó en su discurso el excepcionalismo estadounidense al comentar el viaje de sus padres desde Cuba hacia los Estados Unidos y afirmando que “no habría límites hasta dónde podría llegar, porque era estadounidense”. Rubio acudió a conceptos como esperanza, grandeza, American dream y excepcional, tanto para atacar a la Administración Obama como para inspirar al electorado Republicano y conservador. Siendo un ejemplo de la Promesa de la Vida Americana –además de ser latino y a pesar de serlo- ya se percibe a Marco Rubio un miembro fundamental en el futuro del GOP. Al igual que otros oradores antes y después que él, Rubio reconoció a Obama como una buena persona, buen padre –hasta buen golfista; una crítica velada- pero un mal presidente, un mal líder, que además amenaza el Sueño americano con tantas leyes, normas, multas…con tanta intervención estatal.

Mitt Romney lejos estuvo del cierre apoteósico que el momento le exigía. Criticó a la Administración -sin atacar en lo personal a Obama, con lo que perseguía no hacerse de una mala imagen con algunas minorías- y trató de ubicar a la fórmula como la esperanza de la gloria y el sueño estadounidenses. Pero durante su largo discurso nunca conectó con la audiencia, se percibía a un orador muy distante emocionalmente, no inspiraba, no emocionaba, no manejaba a los delegados. Fue un reflejo de la dinámica y el sentir de la Convención; recordemos que Romney llegó a ella sin el apoyo necesario para ser el candidato del GOP. Ya en ella hubieron algunos altercados entre simpatizantes del ex Gobernador de Massachusetts y delegados que apoyaban a otros candidatos, como Ron Paul, y que afirmaban que Romney no podría vencer a Obama en noviembre. La falta de unidad se reflejó en el discurso de Romney; así como su falta de liderazgo, simpatía, empatía y oratoria.

El ex Gobernador Romney dio claras pistas de lo que sería su Administración al señalar, por ejemplo, que mientras Obama había prometido “disminuir el crecimiento de los océanos y curar el planeta”, él sólo le prometía a los estadounidenses “ayudarlos y a sus familias”; ¿significará eso, “sin importar el costo”? El parroquialismo norteamericano ha costado mucho, la satisfacción de la sociedad consumista estadounidense –como de todas aquellas que se componen de consumidores antes que de ciudadanos- y sus corporaciones ha impactado profundamente en el deterioro del Medio ambiente y generado conflictos alrededor del mundo; parece que una Administración Romney seguiría ese camino. No dejó lugar a dudas sobre su enfoque en política exterior cuando hizo mención a la necesidad de mayor fortaleza ante Rusia, China, Irán y Corea del Norte, así como un claro apoyo a Israel.

Romney siguió la línea crítica de oradores como el ex Gobernador de Florida, Jeb Bush –hermano de G. W. Bush- cuando lo llamaba a responsabilizarse del fracaso de su Administración y dejar de culpar a la anterior con respecto a la crisis financiera que vive el país –y buena parte del mundo- desde 2008; sin embargo una encuesta realizada por Washington Post-ABC News muestra que el 54% de los estadounidenses responsabilizan a la Administración Bush y el 32% a la de Obama. Por cierto, ¿alguien sabe por qué no fueron G. W. Bush o Dick Cheney a la Convención? ¿Y Sarah Palin? Es la primera vez que un ex candidato a la Vicepresidencia –haya perdido o ganado- no da un discurso en la Convención siguiente.

Es verdad, podría sostenerse que este argumento de la responsabilidad en la crisis es cuestión de enfoques, no obstante muchos otros han sido datos manipulados, verdades a medias o francas falacias; es decir, son sofismas que engranan los ataques contra Barack Obama, y no es que algunas de las críticas no carezcan de verdad, sino que la mayoría de los argumentos hacen ver al GOP y su fórmula como algo que no es. Tal es el caso de la crítica al recorte de Obama por 700 mdd al Medicare por parte de Paul Ryan; éste, olvidó mencionar que su proyecto presupuestal tenía un recorte muy similar, sólo que el Representante por Wisconsin dirigía parte de esos recursos a las aseguradoras y Obama a programas sociales.

En resumidas cuentas, la Convención Nacional Republicana deja al GOP y su fórmula Romney/Ryan con más preguntas que respuestas, y más dudas para los votantes; simpatizantes y no tanto. Paul Ryan es un buen orador y conecta con el público, pero Romney sigue distante Ambos son vistos como parte de una élite demasiado lejana de la cotidianidad como para entender al estadounidense promedio; sus esfuerzos por ser vistos como ejemplos del American dream, pueden ser contraproducentes, sobre todo porque es evidente su falsedad. ¿Alguien le habrá creído a Paul Ryan, cuando comentó que a diferencia de mucha gente durante esta Administración (Obama) él nunca vio su trabajo como lavaplatos y mesero, como algo más que sólo un escalón, una experiencia en su vida? Por supuesto que así lo vio, era un trabajo de verano de un joven universitario de familia acomodada. ¿Y cuando Ann Romney recordó los días en que ella y Mitt vivían en un sótano? Pero de qué está hablando; ella hija de un Alcalde y él de un Gobernador; ¿en un sótano? ¿mesa de latón? ¡Por favor!

La semana pasada -27 al 31 de agosto- fue la semana Republicana; con altas y bajas, tinos y desatinos, pudimos ver la estrategia de Romney/Ryan. Esta semana será la Demócrata, y también podremos observar las fortalezas y debilidades de la fórmula Obama/Biden, así como su estrategia defensiva y de contraataque. Pero a fin de cuentas las temas básicos serán economía –lo que podría favorecer a los Republicanos- programas sociales como Obamacare –la moneda en el aire- y la administración de las finanzas en los estados clave de Ohio, Virginia y Florida.

miércoles, agosto 08, 2012

Mitt Romney y algunos temas que pueden definir la elección

(Política exterior, financiamiento y compañero de fórmula)

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley


A semanas de la Convención Nacional Republicana, que se realizará el 27 de agosto en Tampa (Florida), y en la cual el Grand Old Party (o Gallant Old Party, GOP, como también se le conoce al Partido Republicano) elegirá a sus candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia de los Estados Unidos, el otrora gobernador de Massachusetts y virtual candidato –Mitt Romney- no convence a amplios sectores del electorado, incluidos republicanos. Sus desatinos en la gira por Europa y Medio Oriente, su cuestionado plan económico y su constante chaqueteo ideológico –lo que ha sido motivo de constantes parodias en diversos medios estadounidenses- han contribuido a la accidentada campaña de Romney; no obstante, no evitaron que lograra recaudar mucho más dinero que la campaña de reelección del Barack Obama en los últimos tres meses. La limitada fuerza de Romney al interior del conservadurismo sin duda inclinará la balanza en la elección del compañero de fórmula del ex Gobernador.

Aunque la elección se definirá por el tema económico, la campaña de Romney ha enfocado buena parte de sus baterías a consolidar el perfil de mano dura del ex gobernador. La principal crítica al Presidente Obama, ha sido la tibieza con que lleva su política exterior y el consecuente debilitamiento de los Estados Unidos en la arena internacional. Romney ha sostenido –así como asesores y coordinadores de campaña, como Mitchell Reiss, Alex Wong  y Dan Senor- que la política exterior de EEUU debe ser mucho más agresiva, intervencionista, y poco flexible ante rough states como Irán, Siria o Corea del Norte. Incluso han mencionado que Washington debe abandonar su rol de mediador en el conflicto Israel-Palestino y volver a ser un claro aliado de Israel. La intención electoral es evidente. La plataforma de Romney incluye un endurecimiento hacia Rusia y China, con respecto a su democracia, transparencia y apertura, así como disminuir el papel de la OTAN en la seguridad regional e incrementar el de EEUU.

Estas declaraciones, y en general la plataforma en política exterior del ex Gobernador, parecen indicar que están en una lógica distinta a las condiciones del mundo actual. Incluso algunos republicanos expertos en política internacional, han criticado el enfoque bipolar –me refiero al orden de Guerra fría, supongo que también los republicanos- con que Romney y sus asesores han articulado su estrategia de política exterior. Parte del problema puede obedecer a que el numeroso equipo de asesores en la materia no están definiendo el tema, sino sus más cercanos colaboradores, Kerry Healey y James M. Talent, quienes no son expertos en política internacional. No obstante, otros cercanos asesores de Mitt Romney y que también podrían explicar el perfil de su política exterior, son Eric Edelman (Subsecretario de Defensa con G. W. Bush), Rich Williamson (que tuviera diversos puestos en política exterior con Ronald Reagan y G. W. Bush), y los mencionados Reiss, Wong y Senor, éste último vocero durante la ocupación en Irak.

Un aspecto fundamental en las campañas, amén de los temas decisivos –economía principalmente- es la recaudación, el financiamiento que logren las campañas. Eso determina en buena medida la estrategia de campaña; en 2008 los asesores de Obama decidieron “pelear” los estados que eran claramente republicanos, no con la intención de ganar, sino de obligar a la campaña de McCain a gastar en estados en los que no tenía pensado hacerlo. Con ello minaron la capacidad de los republicanos para invertir y así disputar estados no decididos (swinging states). En esta ocasión la recaudación de las campañas bien podría ser decisiva, así como los mecanismos ya explicados en otro artículo (PAC’s, Súper PAC’S y grupos 527). Al respecto el sitio de internet Open Secrets ha reportado que la campaña del Presidente Obama ha recaudado 575 millones de dólares (mdd) y la de Romney 279 mdd. Habiendo gastado a fines de julio ambas campañas, 400 y 205 mdd, respectivamente. No obstante la diferencia entre ambas campañas, los republicanos han superado a los demócratas en mayo, junio y julio, y son quienes han gastado más, por lo que será interesante ver cómo administran sus recursos en los últimos tres meses de la elección.

Por otro lado, quién complete la fórmula republicana, es decir, quién sea invitado como el candidato a la Vicepresidencia de los EEUU –acompañando a Mitt Romney- será un factor que contribuya a la definición de la elección general en noviembre; así como ayudó a definir aquella de 2008 cuando John McCain eligió a Sarah Palin. La lista parece acortarse, de acuerdo a medios como The Washington Post y Weekly Standard, a tres fuertes candidatos: el senador por Ohio, Rob Portman, el ex gobernador de Minnesota, Tim Pawlenty, y Paul Ryan, congresista por Wisconsin. Ryan, aunque es el tercer sembrado en la corta lista de VP’s (candidatos a la vicepresidencia), podría ser la opción más indicada, toda vez que es un joven conservador del Medio Oeste, muy bien visto por el establishment republicano, pero también por jóvenes conservadores que buscan una nueva cara de dicha tradición. Es una opción que atraería votos del centro y oeste del país, complementando a los Este que pueda aportar Mitt Romney. La moneda por la elección del compañero de fórmula sigue en el aire, pero en una semana o menos, la decisión estará tomada y podría inclinar una balanza, que hasta el momento está sumamente equilibrada.

miércoles, enero 25, 2012

El informe sobre el Estado de la Unión de Barack Obama


Cada año, el informe sobre el Estado de la Unión pone sobre la palestra al presidente de los Estados Unidos de América frente al Congreso. Históricamente, la figura presidencial es muy respetada por los legisladores sin importar su perfil partidista; usualmente el presidente recibe aplausos incluso de la oposición (con la excepción de hace un año en que Obama fue incluso interrumpido). Esto impone un tono tan formal al discurso que es muchas veces aburrido.Ayer, sin embargo, esperábamos otra cosa. Esperábamos un discurso directo y punzante en el que Obama explicara la razón de la actual parálisis legislativa, responsabilizando a los Republicanos. Un discurso que, además, presentara claramente el plan que en los próximos meses guiará su política económica y  su política exterior. Esperábamos un discurso de contraste aunque no de confrontación con el ala Republicana.

La tensión estaba allí desde antes de que iniciara la transmisión del discurso; las transmisoras de televisión estaban plagadas de anuncios pagados por Comités de Acción Política (PAC’s) Republicanos en los que se hacía una fuerte crítica a la administración Obama. Ataque mediático que sirve de preámbulo a lo que sucederá ahora que los estos comités tienen manga ancha para obtener dinero y gastarlo en campañas políticas.Obama no defraudó. El ritmo del mensaje fue fluido y muy directo. Comenzó con un llamado patriótico sobre el papel de las fuerzas armadas y terminó con un llamado de unidad que replique el sentido de equipo y de camaradería militar en el que todos se cuidan las espaldas mutuamente y nadie queda detrás. En medio de estas referencias patriótico-marciales, Obama habló de los pocos logros de los que puede presumir en este año. Primero se refirió al retiro de tropas de Irak, al incremento del “respeto” a los Estados Unidos alrededor del mundo y al asesinato de Osama Bin Laden. En un centello de triunfalismo, el presidente presumió haber restaurado el liderazgo estadounidense en la política internacional; y aprovechando el impulso victorioso, afirmó: The State of our Union is getting stronger.

No sin un dejo de nostalgia, Barack Obama planteó los puntos básicos para proseguir con la recuperación económica. Una economía que perdure, explicó, debe de ser construida sobre la independencia energética y sobre la recuperación del empleo. Obama se vanaglorió de haber vuelto a poner de pie la industria automotriz.

De entre los temas relacionados con la recuperación económica cinco llamaron fuertemente mi atención. Primero, que Obama se atreviese a referirse a la lucha de clases (class warfare) a la que, según los republicanos, está sometiendo al país. En vez de explicar por qué el hecho de que los millonarios paguen proporcionalmente menos impuestos que prácticamente toda la clase media es una “lucha de clases” de hecho, decidió simplemente deshacerse de la categoría diciendo que no es un asunto de lucha de clases sino de “sentido común.” Sugirió una tasa mínima de 30% de impuesto sobre ingresos mayores al millón de dólares. Segundo, al relacionar la recuperación económica con educación propuso que los estados hagan la educación preparatoria obligatoria. Es posible que esta propuesta quede en el olvido, pero también puede suceder que los republicanos la usen una y otra vez para denunciar a la administración Obama de querer controlar e intervenir en la vida de los ciudadanos de una manera que atenta contra la libertad individual. Tercero, exigió una reforma integral de migración sin dar muchos detalles (sólo una pequeña referencia al Dream Act), suficiente para que las organizaciones políticas hispanas se dieran por escuchadas.

Cuarto, de manera más agresiva, Obama acusó a los republicanos de detener la agenda de generación limpia de energía y de reparación de infraestructura, ante lo que afirmó que firmaría órdenes ejecutivas para permitir el uso de tierra pública para la producción de energía limpia y para agilizar el uso de recursos federales para la construcción y reparación de infraestructura –especialmente de comunicaciones y transporte. Finalmente, el presidente llamó a establecer políticas que no sólo permitan vigilar y evitar las malas prácticas financieras sino que ayuden a refinanciar hipotecas para reactivar la industria de la construcción.

Por otro lado, dos temas destacan en política exterior: primero, Obama reafirmó que las fuerzas militares estadounidenses saldrán finalmente de Afganistán en el verano. Recordemos que desactivar las guerras –invasiones– de Irak y Afganistán fueron promesas de campaña que pretende cumplir antes del fin de su “primer” período. Segundo, y probablemente más importante, hizo gala de haber conseguido unidad internacional alrededor de las sanciones a Irán. Fue muy enfático al afirmar que no descartaba ninguna opción para evitar que el régimen de Mahmoud Ahmadinejad desarrollara armas nucleares.

El discurso puede ser calificado como un catálogo de frases triunfalistas y buenos deseos que serán destruidos o boicoteados desde el Congreso todo el año. Sin embargo, el discurso fue emotivo y fuerte, agudo pero conciliador; fue un llamado a la unidad que, con la intención de embelesar a los independientes, fue capaz de equilibrar la crítica partidista con un llamado de solidaridad. Lo que es un hecho es que Obama demostró no haber perdido la gran calidad oratoria que le caracterizó en su campaña presidencial y parece estar listo para enfrentar al candidato que sobreviva las primarias republicanas.

miércoles, diciembre 21, 2011

El retiro de las tropas estadounidenses de Irak y sus retos


El pasado lunes, el presidente Barack Obama anunció el retiro de las fuerzas armadas que aún quedaban activas en Irak. El anuncio evitó ser una declaración triunfalista como aquella que George W. Bush realizó hace poco más de ocho años sobre el portaviones Abraham Lincoln (Mission Accomplished). Como es habitual, el mensaje intentó reconfortar al débil gobierno iraquí asegurando que la asistencia técnica, económica y diplomática seguirá siendo significativa una vez que se retire el ejército estadounidense.
Y no son sólo los estadounidenses los que se retiran. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) anunció el mismo lunes que también retirará su Misión de Entrenamiento (Training Mission) de Irak. Esta misión ha tenido como objetivo el adiestramiento de militares y policías iraquíes; pero tras el fallido intento de negociar una extensión del mandato de la Misión, ésta se retirará definitivamente el 31 de diciembre próximo.

Las reacciones no se han hecho esperar. Los precandidatos republicanos a la presidencia criticaron casi al unísono el retiro de las tropas. Mitt Romney acusa al presidente Obama de terminar las operaciones en Irak sin un proceso de transición seguro. Según Romney, Obama pone en riesgo aquello que ganaron las tropas con esfuerzo y sangre estadounidense sin la más mínima intención de reconocer que quien verdaderamente puso en riesgo vida y sangre de las tropas estadounidense fue el expresidentes Bush al iniciar una operación bélica que en ningún momento tenía posibilidades de terminar exitosamente. Por su lado la aspirante a candidata presidencial, Michele Bachmann, ha concentrado su crítica en un frustrado sentimiento de prepotencia. Para la republicana, los Estados Unidos debiesen terminar operaciones con una expresión de fuerza, poder y liderazgo y no bajo la sombra del fracaso o incompetencia.

Pero más allá de los argumentos políticos a favor y en contra del retiro de las tropas es importante anteponer por lo menos dos datos: el primero es el alto costo de las operaciones en Irak desde 2003; este costo incluye los 4,500 estadounidenses que han perdido la vida, los más de 32,000 soldados heridos y los $704,000 millones de dólares de costo financiero. El segundo de los datos es la encuesta publicada la semana pasada por Gallup que muestra que el 75% de los estadounidenses aprueba el regreso a casa de los activos militares. Especificando por partido, 96% de aquellos que se reconocen como demócratas y 77% de los que se etiquetan republicanos aprueban la decisión de Obama. Esto demuestra que a pesar de las críticas de los republicanos, la decisión del gobierno en turno no sólo es razonable sino muy popular.

En la última semana, sin embargo, se han desatado una serie de eventos que podrían ser efectivamente utilizados para criticar el retiro militar estadounidense. El Primer Ministro de Irak –el Shiíta Nuri Kamal al-Maliki– acusó al Vice-Primer Ministro –el Sunnita Tariq al-Hashimi– de haber ordenado el asesinato de oficiales del gobierno en turno. A lo que Hashimi respondió acusando al Primer Ministro de utilizar las fuerzas de seguridad nacionales para amedrentar a los Sunnitas opositores. No es coincidencia que estas acusaciones sean hechas justo cuando Obama y la OTAN anuncian el retiro de tropas de Irak. Esta situación parece dirigirse hacia un punto muerto que incluso podría derivar en la división del territorio Iraquí en dos; en todo caso, la pugna dentro de la élite gubernamental de Irak pone en riesgo la estabilidad y gobernabilidad que según el presidente Obama justifica el retiro de tropas.

A final de cuentas, la inestabilidad en Medio Oriente y el rol que debiese jugar el gobierno estadounidense será un tema recurrente en las campañas electorales. El gobierno de Obama, en este sentido, tiene poco que presumir al día de hoy. Especialmente en tres temas: primero, a pesar de tratar de evitarlo, la autoridad Palestina solicitó ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas su inclusión como Estado miembro (lo que hasta ahora ha resultado en la inclusión de Palestina como miembro de la UNESCO); segundo, el gobierno estadounidense no ha podido disuadir a al gobierno de Irán de renunciar a su programa nuclear; y, tercero, el retiro de sus fuerzas armadas puede dejar a Irak sumido en la ingobernabilidad. La administración Obama deberá hacer frente a estas acusaciones e intentará defender su decisión final durante los siguientes once meses de campaña.

martes, noviembre 22, 2011

La democracia en tiempos de liberalismo y republicanismo descafeinados


Hay quienes piensan que la realidad virtual es en verdad una realidad sin esencia, sin contenido. Especulan que vendrá el día en que no estaremos seguros si lo visto existe ahí frente a nosotros, si lo que escuchamos y saboreamos son más allá de estímulos cuya existencia no cuestionamos.
Sin embargo, cuando uno observa etiquetas como las que rezan: “leche deslactosada,” “café descafeinado” e incluso la de aquella mantequilla que se llama “I can’t believe it is not butter,” uno no puede sino cuestionar si no es que ya vivimos en una realidad sin esencia, vaciada de contenido. Es decir, si no es que ya convivimos en una sociedad en la que nos convencemos los unos a los otros de que a pesar de estar vacía de contenido, esta realidad es la más real posible. En este mismo sentido, nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo en donde los absolutos ideológicos –ya sean políticos o religiosos– conviven con una generalizada incredulidad y desconfianza hacia todo lo que pretenda ser homogenizante o universalista.
La modernidad, con su ilustración ultranacionalista, prometió entre otras cosas un orden interestatal construido sólidamente sobre la institucionalización de la legitimidad político-estatal y la normalización jurídica de las relaciones entre los estados. La modernidad también prometió el fin de los dogmas a través de la defensa de la pluralidad y el individuo. Mientras la razón se convertía en el eje definitorio de lo humano, la personalidad jurídica y la diferencia de opinión garantizaban individualidad.
Es la modernidad misma la que trae consigo la colisión sociopolítica con el viejo régimen rígidamente estamentario. El republicanismo de la Roma clásica –patricio, altamente jerárquico y que había sido reemplazado por proyectos monárquicos absolutistas– contendía ahora contra el liberalismo. El primero le otorga a lo político un rol esencial en la condición humana del hombre. El Estado, en este caso, es una expresión refinada de civilidad. El segundo, igualitario e individualista por definición, otorga preeminencia al individuo por sobre la sociedad y sobre la comunidad política. El liberalismo disloca al individuo de su entorno político y naturaliza al mercado como su esfera primaria de acción. El ser humano es un ente social porque satisface sus necesidades y deseos en el mercado y requiere del Estado sólo como un garante del orden y la legalidad.
Desde el siglo XIX hemos sido testigos del debate constante entre republicanismo y liberalismo. Entre aquellos que consideran la pertenencia a una comunidad política como esencial en la estructura ontológica del ser humano y los que asumen que el individuo, por ser autónomo, debe de ser protegido en sus bienes y derechos del poder político del Estado. La constancia de dicho debate no es simplemente una consecuencia de que  ninguno haya triunfado del todo, sino también de que el debate se ha desarrollado en el contexto de desconfianza e inconsistencia ideológica de la modernidad.
Más allá del debate mismo, lo que podemos apreciar cada vez con mayor intensidad es que el liberalismo y el republicanismo han sido vaciados de contenido, descafeinados pues. Y no es sólo que a algunos se les ha ocurrido diluir las diferencias entre los dos al afirmar que el liberalismo es una ideología con raíces en el republicanismo (algo que es obvio a menos que se crea que el liberalismo haya tenido un origen ex nihilo), sino también por una intención generalizada de simplemente encontrar puntos intermedios, de falsa convergencia, entre ambas filosofías políticas.
Este es el contexto en el que el concepto de democracia ha sido utilizado como justificador y legitimador de la versión diluida tanto del liberalismo como del republicanismo. Desafortunadamente, esto ha significado un vaciado, aun más radical, del contenido del concepto de democracia y su sobreutilización ideológica. Intentos liberalizadores como el de Norberto Bobbio, modernizadores como el de Giovanni Sartori y globalizadores como el de David Held han requerido hacer creer a sus lectores que la democracia –aquella que era evidentemente un viciado sistema político desde Platón hasta James Madison– tiene una versión mejorada en la virtuosa “democracia moderna, liberal y representativa.” Esto no sólo ha significado la bancarrota conceptual de la democracia –una bancarrota en la que la democracia ha dejado de significar demos kratos– sino también el establecimiento de un espacio de confort intelectual, un mero lugar común plagado de clichés “democráticos” que cubre al mundo con un manto super-ideológico que clama ser parte esencial del mismísimo fin de las ideologías.
Hoy la “democracia,” y todo lo “democrático,” no refiere más aquel sistema político cerrado, excluyente, de participación política directa que se caracterizaba por su inestabilidad; pero tampoco refiere simplemente un sistema político alternativo o probable. Ahora es, mejor dicho, el sistema o la característica que justifica y legitima a todo aquel sistema político con elecciones frecuentes y con cierta igualdad jurídica que garantice “un ciudadano, un voto.” Aquí es donde la democracia descafeinada –desdemocratizada– surte su primer efecto: nos hace olvidar casi por completo que el republicanismo de la Roma clásica era un sistema representativo, en el que el Senado jugaba el papel central; y nos pretende hacer olvidar también que la igualdad de derechos individuales es un principio liberal por definición y no democrático.
¿Cómo es que un orden político que combina republicanismo y liberalismo descafeinados acaba denominándose “democracia”? No es asunto menor ni gratuito; llamar democracia a las repúblicas liberales contemporáneas hace creer a los que viven en ellas que en verdad gobiernan o que en un futuro esperadamente cercano la sociedad gobernará o pondrá al gobierno netamente a su servicio. Es la expresión más alta del simulacro boudrillardiano; es el momento en el que la leche deslactosada remplaza completamente a la leche, el momento en el que el café descafeinado es verdadero café.
Pero el problema del desfondamiento conceptual, y el consiguiente abuso ideológico de la democracia, no termina allí, en una burla política de oligarquías ocultas detrás de la llamada “voluntad popular.” El segundo efecto ideológico de la democracia liberal (desdemocratizada) es geopolítico y estratégico. No sólo es la legitimación de un republicanismo liberal poco igualitario y altamente clasista, sino también es la justificación más utilizada históricamente en la política expansionista e intervensionista estadounidense.
Si los grandes imperios europeos se expandieron bajo premisas civilizatorias, los Estados Unidos de América se expandieron e intervienen alrededor del mundo bajo premisas democratizadoras. Como el republicanismo liberal (“democracia”) genera estabilidad política y libertad económica, la política exterior estadounidense ha insistido en promover su instauración alrededor del planeta, voluntariamente o a la fuerza.
Para que el concepto de democracia jugase un rol central en la política exterior estadounidense debió de ser desfondado de todo contenido y reideologizado. El proceso fue largo y tortuoso y aquí sólo lo enlisto en sus generalidades.
En primer lugar, hubo que crear un discurso y un imaginario público que permitiera el uso de la palabra democracia para referirse, ya no a aquel sistema cerrado de participación política, sino a un sistema que permitiera el libre juego de los intereses de las élites locales y nacionales estadounidenses, lo cual sucedió con la retórica que acompañó la democracia Jacksoniana de los 1830. El gran propagandista y publicista de la democracia a la americana fue Alexis de Toqueville.
El segundo momento de transición sucedió durante la presidencia de Woodrow Wilson. En tiempos de la gran guerra, la potencia mundial en ciernes decidió enfilar sus armas contra aquellos imperios trasnochados que atentaban contra la expansión de los mercados internacionales. Si el Jacksonianismo había descafeinado a la democracia haciéndola segura para el mundo, Wilson ahora intentará instaurar un mundo seguro para esa democracia descafeinada.
Hoy, finalmente, pareciera que todo sistema político debe de ser más o menos democrático en su versión más light. La falta de consenso sobre su definición es lo que ha permitido el abuso discursivo e ideológico del concepto “democracia”. El concepto se ha vuelto no sólo el catalizador del intervencionismo estadounidense, también se ha convertido en el eje legitimizador del proyecto hegemónico cultural occidental. La mejor manera de mantener el status quo es no siendo estrictos con el uso del concepto democracia; este ensayo es un intento de cambiar eso.