Cada
año, el informe sobre el Estado de la Unión pone sobre la palestra al
presidente de los Estados Unidos de América frente al Congreso. Históricamente,
la figura presidencial es muy respetada por los legisladores sin importar su
perfil partidista; usualmente el presidente recibe aplausos incluso de la
oposición (con la excepción de hace un año en que Obama fue incluso
interrumpido). Esto impone un tono tan formal al discurso que es muchas veces
aburrido.Ayer, sin embargo, esperábamos otra cosa. Esperábamos un discurso
directo y punzante en el que Obama explicara la razón de la actual parálisis
legislativa, responsabilizando a los Republicanos. Un discurso que, además,
presentara claramente el plan que en los próximos meses guiará su política
económica y su política exterior.
Esperábamos un discurso de contraste aunque no de confrontación con el ala
Republicana.
La
tensión estaba allí desde antes de que iniciara la transmisión del discurso;
las transmisoras de televisión estaban plagadas de anuncios pagados por Comités
de Acción Política (PAC’s) Republicanos en los que se hacía una fuerte crítica
a la administración Obama. Ataque mediático que sirve de preámbulo a lo que
sucederá ahora que los estos comités tienen manga ancha para obtener dinero y
gastarlo en campañas políticas.Obama no defraudó. El ritmo del mensaje fue
fluido y muy directo. Comenzó con un llamado patriótico sobre el papel de las
fuerzas armadas y terminó con un llamado de unidad que replique el sentido de
equipo y de camaradería militar en el que todos se cuidan las espaldas
mutuamente y nadie queda detrás. En medio de estas referencias
patriótico-marciales, Obama habló de los pocos logros de los que puede presumir
en este año. Primero se refirió al retiro de tropas de Irak, al incremento del
“respeto” a los Estados Unidos alrededor del mundo y al asesinato de Osama Bin
Laden. En un centello de triunfalismo, el presidente presumió haber restaurado
el liderazgo estadounidense en la política internacional; y aprovechando el
impulso victorioso, afirmó: The State of
our Union is getting stronger.
No sin
un dejo de nostalgia, Barack Obama planteó los puntos básicos para proseguir
con la recuperación económica. Una economía que perdure, explicó, debe de ser
construida sobre la independencia energética y sobre la recuperación del
empleo. Obama se vanaglorió de haber vuelto a poner de pie la industria
automotriz.
De
entre los temas relacionados con la recuperación económica cinco llamaron fuertemente
mi atención. Primero, que Obama se atreviese a referirse a la lucha de clases (class warfare) a la que, según los
republicanos, está sometiendo al país. En vez de explicar por qué el hecho de
que los millonarios paguen proporcionalmente menos impuestos que prácticamente
toda la clase media es una “lucha de clases” de hecho, decidió simplemente
deshacerse de la categoría diciendo que no es un asunto de lucha de clases sino
de “sentido común.” Sugirió una tasa mínima de 30% de impuesto sobre ingresos mayores
al millón de dólares. Segundo, al relacionar la recuperación económica con
educación propuso que los estados hagan la educación preparatoria obligatoria.
Es posible que esta propuesta quede en el olvido, pero también puede suceder
que los republicanos la usen una y otra vez para denunciar a la administración
Obama de querer controlar e intervenir en la vida de los ciudadanos de una
manera que atenta contra la libertad individual. Tercero, exigió una reforma
integral de migración sin dar muchos detalles (sólo una pequeña referencia al Dream Act), suficiente para que las
organizaciones políticas hispanas se dieran por escuchadas.
Cuarto,
de manera más agresiva, Obama acusó a los republicanos de detener la agenda de
generación limpia de energía y de reparación de infraestructura, ante lo que
afirmó que firmaría órdenes ejecutivas para permitir el uso de tierra pública
para la producción de energía limpia y para agilizar el uso de recursos
federales para la construcción y reparación de infraestructura –especialmente
de comunicaciones y transporte. Finalmente, el presidente llamó a establecer
políticas que no sólo permitan vigilar y evitar las malas prácticas financieras
sino que ayuden a refinanciar hipotecas para reactivar la industria de la
construcción.
Por
otro lado, dos temas destacan en política exterior: primero, Obama reafirmó que
las fuerzas militares estadounidenses saldrán finalmente de Afganistán en el
verano. Recordemos que desactivar las guerras –invasiones– de Irak y Afganistán
fueron promesas de campaña que pretende cumplir antes del fin de su “primer”
período. Segundo, y probablemente más importante, hizo gala de haber conseguido
unidad internacional alrededor de las sanciones a Irán. Fue muy enfático al
afirmar que no descartaba ninguna opción para evitar que el régimen de Mahmoud
Ahmadinejad desarrollara armas nucleares.
El discurso puede ser calificado como un catálogo
de frases triunfalistas y buenos deseos que serán destruidos o boicoteados
desde el Congreso todo el año. Sin embargo, el discurso fue emotivo y fuerte,
agudo pero conciliador; fue un llamado a la unidad que, con la intención de
embelesar a los independientes, fue capaz de equilibrar la crítica partidista
con un llamado de solidaridad. Lo que es un hecho es que Obama demostró no
haber perdido la gran calidad oratoria que le caracterizó en su campaña
presidencial y parece estar listo para enfrentar al candidato que sobreviva las
primarias republicanas.
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