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jueves, junio 30, 2016

Vuelve la burra al trigo: España 26J

Hace justo 4 meses escribía en este espacio sobre el resultado en las elecciones en España de diciembre de 2015: Elecciones en España: de cómo terminar con un presidente que la mayoría no eligió.
En aquel momento hacía un recuento del resultado así como de las  (im)posibilidades de que el PSOE formara un gobierno de coalición con los partidos emergentes.  Remarcaba que quizás lo novedoso y muy notorio del proceso electoral de diciembre era el fin del bipartidismo de la democracia española.
Pues bien pasó medio año de la jornada electoral y fue imposible hacer gobierno en coalición, lo que llevó a convocar nuevamente a elecciones generales este pasado 26 de junio. Las encuestadoras y el ánimo apuntaban a que Podemos, quien durante estos meses planteó alianza con el partido Izquierda Unida, iba a repuntar o quizás rebasar al PSOE para quedar como segunda preferencia y así lograra la posibilidad de formar gobierno.
La realidad: el abstencionismo aumentó, contrario a las predicciones Podemos no logró sobrepasar al PSOE y solo obtuvo 2 escaños más teniendo un total de 71; PSOE obtuvo 85 escaños, 5 menos que las elecciones pasadas, Ciudadanos pierde 8 escaños y se queda con tan solo 32; y el PP se alza como el ganador con 137 escaños 14 más que en las elecciones pasadas. Sin embargo esto deja en una situación más complicada a los españoles.
Por un lado el novedoso quiebre del bipartidismo se desquebrajó toda vez que el 55% de los votantes eligió a los ya tradicionales PP y PSOE, partidos que siguen hablándole a la España de 50 años o más y que deja a los jóvenes fuera de sus prioridades , de su discurso y sus propuestas.
Por otro lado el PP sigue sin tener la mayoría de 176 escaños para formar gobierno, lo cual lleva a Rajoy a la necesidad de negociar con los partidos que no han querido generar alianzas con el PP y que dadas sus plataformas sería como plantear que agua y aceite funcionen. Puede negociar con Ciudadanos, un partido joven pero con quien comparte idearios y propuestas desde la derecha. Sin embargo ello no plantea un escenario suficiente para lograr la mayoría y necesitarán 8 lugares más para declarar gobierno.
Su última opción es un gobierno en minoría mismo que tendría que ser aprobado por los diputados y de no llegar a ese acuerdo convocar a nuevas elecciones. Para ello tendrán que convencer a los demás partidos que voten a favor o bien se abstengan. Queda claro que los partidos de izquierda y extrema izquierda votarán en contra ¿qué pasará con PSOE que dados los resultados poco le conviene ir a otras elecciones, que no votará a favor pero que de abstenerse lograría que el PP lo logre?
Rajoy gobernará, el PP gobernará habiendo obtenido solo el 32% de la preferencia de los votantes, gobernará con una oposición absoluta, tendrá que negociar política pública, presupuestos y directrices con quien no las comparte. Presidirá en minoría con la premura de poder gobernar y llegar a acuerdos, en una España urgida de acciones y de soluciones a su crisis política, económica y sí también social. Gobernará un país con dos territorios que en sus resultados electorales muestran su cada vez más marcada diferencia con el resto: País Vasco y Cataluña.
La situación política de España invita a la autocrítica de un sistema que aunque democrático claramente es poco representativo, quizás esta oposición mayoritaria pudiera considerar una urgente reforma política. También toca a la ciudadanía hacer una reflexión a conciencia de su voto y de qué tan responsables son de lo sucedido.
Así vuelve la burra al trigo: Elecciones en España: de cómo terminar con un presidente que la mayoría no eligió.

– Melissa Ortiz Massó

Melissa Ortiz Massó es activista social especialista en poder legislativo, transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información. Promotora del Parlamento y Gobierno Abierto @melamalo

viernes, febrero 26, 2016

Elecciones en España: de cómo terminar con un presidente que la mayoría no eligió

Melissa Ortiz Massó –

El pasado 20 de diciembre se llevaron a cabo elecciones generales en el Reino de España, unas elecciones muy esperadas tras una de las peores crisis económicas y sociales en España desde la llegada de la democracia. Unas elecciones con nuevos actores, nuevos partidos con una cara distinta y nuevos votantes. Todo ello  adelantaba el fin del bipartidismo del Partido Popular (PP) y el Partidos Socialista Obrero Español (PSOE).

En efecto el resultado trae las nuevas buenas: final del modelo bipartidista tras casi 4 décadas. Sin embargo no todo son buenas noticias, el resultado mete al Congreso y a los españoles en un dilema y atore del que a más de dos meses y sólo unos días de la investidura presidencial, no han podido salir.
De acuerdo al sistema electoral español para que un partido logre el encargo presidencial debe llegar a tener mayoría absoluta, es decir 176 diputados. En las elecciones el PP con Mariano Rajoy a la cabeza gana la mayoría de escaños en el Congreso con 123 votos, seguido del PSOE de Pedro Sánchez con 90, Podemos de Pablo Iglesias con 69 y Ciudadanos de Albert Rivera con 40 (el resto de los 6 partidos obtienen 28 escaños entre todos). Dados estos resultados el PP y el PSOE se ven en la necesidad de asegurar alianzas con los demás partidos para conseguir los diputados necesarios que les lleve a la Presidencia.

Esto no es solo un problema simple de aritmética. Entramos aquí en la discusión y en las etiquetas que entre uno y otros se han puesto o que bien han demostrado es su quehacer gubernamental o en sus plataformas, unos de izquierdas PSOE y Podemos y otros de derechas PP y Ciudadanos, con sus matices e intensidades, unos más en los extremos Podemos y PP y otros más en los centros PSOE y Ciudadanos. Son estas etiquetas las que pudiendo hacer las combinaciones posibles, en realidad hacen lo imposible: ponerlos de acuerdo.

El PP desde un inicio manifestó interés del apoyo de Ciudadanos pero aun así le era necesario negociar con el PSOE o Podemos, partidos que claramente no se sentarían con ellos sea por el deseo del poder exclusivo o por incongruencia de visiones políticas y morales. Igualmente para el PSOE, pese a tener uno de los peores resultados en su historia electoral, desde un principio manifestó la negativa a negociar con el PP y cederles la posibilidad de gobernar por un periodo más. Ante ello PSOE necesita sentarse con Ciudadanos y con Podemos para lograr el título, suena fácil sin embargo Ciudadanos y Podemos tienen clara la imposibilidad congeniar ni sentarse en conjunto porque sus visiones de España y de política social y económica no coinciden.

En medio de este embrollo de posturas y vale decir arrogancias, tras no tener un acuerdo que diera presidente a España, el Rey Felipe en su calidad de jefe de Estado decide el 2 de Febrero encargar (lo que ello signifique) a Pedro Sánchez del PSOE que forme coaliciones para obtener la Presidencia teniendo un mes para hacerlo.

En principio el próximo 2 de marzo Pedro Sánchez tendría que presentarse ante el congreso y obtener la investidura Presidencial. La prensa española ha dado cuenta desde el 3 de febrero a la fecha de todos los dimes y diretes entre los cuatro partidos, y el ir y venir de acusaciones, de desplantes y de una evidente lucha por el poder que deja ver lo alejados que están los partidos del interés primordial de la ciudadanía.

Notas van y vienen reflejando el nivel de negociación en el que cada partido se ha instalado. Un PP que le habla a una mayoría del electorado mayor de 40 años; un PSOE que insiste instalarse en la izquierda aunque sus propuestas y plataformas no reflejen esa postura; un Podemos que, pese a ser una novedosa opción para el electorado joven, no ha sabido comunicarse con la mayoría de adultos y que lejos de sostener sus propuestas pareciera que están luchando por los puestos y no la agenda; y por último Ciudadanos que siendo la cuarta fuerza y con solo 40 escaños apunta al ser el gran ganador, olvidando su cercanía al PP y prefiriendo pactar con el PSOE a cambio sí de lugares en el gobierno pero también de agenda.

Termina febrero y parece que España no tiene miras para llegar al 2 de marzo y tener presidente. Grave es, ante una recesión económica inminente, la presión de los jerarcas europeo y empresariales, pero quizás más grave para las y los españoles es estar atorados en un sistema electoral que les de pluralidad pero que no refleja necesariamente democracia. Un sistema en donde el Rey encarga a un partido sin mayoría que busque gobierno. Un sistema que hoy no les permite tener el gobierno que quisieran: las últimas encuestas hechas por Metroscopía muestran al PP como la preferencia de la mayoría (eso sí sin Rajoy al frente), el PSOE como segunda fuerza, Podemos como la tercera y Ciudadanos como la cuarta. Un sistema donde los representantes tan alejados de sus representados alegan por el poder y no por las agendas, lo que se escuchan son condiciones de negociación y no propuestas en común.

España se enfrenta a una crisis económica y social que no termina; con una Cataluña que amenaza independizarse; políticas laborales y de libertades que el pasado gobierno del PP impuso en una lógica liberal y regresiva en materia de derechos y ahora una crisis política que pudiera no terminar de la forma más democrática. Las opciones para la ciudadanía: estar cerca y presionando a sus representantes, exigir unas nuevas elecciones en junio y después de ellas una necesaria reforma política.




- Melissa Ortiz Massó


Melissa Ortiz Massó es activista social especialista en poder legislativo, transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información. Promotora del Parlamento y Gobierno Abierto @melamalo




[1] http://metroscopia.org/barometro-febrero-2016/

jueves, abril 19, 2012

A la caza de elefantes petrolíferos


Por Amando Basurto-

Mientras el Rey Juan Carlos de Borbón se paseaba por Botswana buscando matar paquidermos, Doña Cristina Fernández de Kirchner preparaba la propuesta de ley, que ya incluso aprobó el Senado Argentino, para expropiar el 51% de la empresa YPF, controlada por la petrolera española REPSOL. Algunos dicen que la economía Argentina terminará con la cadera fracturada como en el caso del Rey de España, otros sin embargo justifican la acción.

Muchas fueron las voces que se alzaron indignadas al hacerse público que el Rey Juan Carlos se había ido de safari. Algunos protestaban por el vergonzoso hecho de que el jefe de la casa real española participase de la cacería de elefantes; especialmente cuando desde 1968 el Rey Juan Carlos ocupa una presidencia honoraria del World Wildlife Fund España (sobra decir que la Organización ya se ha reunido y decidido modificar sus estatutos “en relación con las figuras honoríficas”). La designación de Juan Carlos como presidente honorario de el WWF sucedió cuando aún no era heredero al trono, sino un año antes de que fuera designado “Príncipe de España” por el Generalísimo Francisco Franco; aún así, resulta muy difícil extrañarse de que un monarca sea aficionado a la cacería cuando fue precisamente la nobleza europea quien inventó los safaris. Lo que nos habría de extrañar es que el WWF haya esperado hasta este evento para repensar la presidencia honoraria del Rey, quien ya se ha visto envuelto en escándalos similares, como aquel de la caza de osos en Rusia en 2006. Obviamente este viaje a Botswana ha sido groseramente mediático debido al accidente que sufrió y por ello la tumultuosa reacción.

La segunda forma de indignación vino de aquellos que consideraron inaceptable que el Rey de una nación en bancarrota –con una tasa de desempleo de casi 25%– se diera el estrafalario gusto de irse de safari, un gusto que cuesta alrededor de 50 mil dólares. El levantadero de voces no se hizo esperar y el Rey, en un caso muy inusual, se disculpó de viva voz en una transmisión televisiva. Pero lo que más extraña es que pocas de las voces se levantaran contra el Presidente Mariano Rajoy, a quien el Rey le avisó de su viaje el 2 de abril. Evidentemente los safaris de Juan Carlos de Borbón no son actos oficiales y no se dan a conocer para evitar la mala publicidad. Pero que a Rajoy no se le ocurriera que el viaje del Rey era una mala idea en las circunstancias actuales, sí es de extrañar.

En el caso de la nacionalización de la empresa petrolera YPF, también hay quienes resultaron sorprendidos. Una breve lectura política del gobierno de Fernández y de la historia de peronismo les permitiría a aquellos que se dicen extrañados estarlo mucho menos. El gobierno argentino justificó la expropiación argumentando la sospecha de una “desinversión” realizada por la petrolera para beneficiarse de la importación de energéticos. Este tipo de “desinversión” es el dolor de cabeza de la liberalización de los mercados y de las políticas de privatización, porque al abrir ciertos sectores productivos a la iniciativa privada no hay manera de asegurarse de que esta última se concentre más en producir que en aumentar sus márgenes de ganancia con la importación, distribución y venta del mismo producto. De tal manera que el gobierno argentino acusa a YPF de desabastecer el mercado energético nacional y por eso ha decidido tomar el control de los activos. Al caso de “desinversión” hay que sumar el hecho de que la Casa Rosada obtuvo información de negociaciones secretas entre REPSOL y la compañía china Sinopec para la compraventa de YPF. Había que adelantarse a este posible intercambio.

Recordemos que la principal ola de nacionalización en la historia de Argentina sucedió durante el primer mandato de Juan Domingo Perón, cuando éste nacionalizó el banco central, los ferrocarriles y la telefonía –entre otros.  Así que no es de extrañar que el gobierno de Cristina Fernández nacionalice YPF. Coherente con principios peronistas, el gobierno argentino nacionaliza tras leer correctamente los tiempos político-económicos de España y ponderar la cuasi-imposible tarea de recuperar las Islas Malvinas. En el corto plazo, la nacionalización energética representará un impulso a la popularidad de la presidenta más barato que volver a intentar recuperar la soberanía sobre las islas. Ahora, comparar al gobierno argentino con el de Kim Jong-un o Hugo Chávez, como lo hacen algunos, es un disparate por decir lo menos. El populismo nacionalista argentino tiene, y ha tenido históricamente, muy poco de socialista. Hoy es simplemente muy temprano para aventurar el resultado medioplacista de la nacionalización de YPF. Lo que es cierto es que en el siglo XXI las empresas nacionales ­–como es el caso de PETROBRAS– realizan acuerdos de inversión, exploración y explotación con otras múltiples empresas privadas y públicas. ¿Será que el gobierno argentino actualiza su nacionalismo económico, específicamente energético? ó ¿será que la nacionalización energética se convierte en el nuevo elefante blanco de la Argentina?