Por Amando Basurto-
Mientras
el Rey Juan Carlos de Borbón se paseaba por Botswana buscando matar
paquidermos, Doña Cristina Fernández de Kirchner preparaba la propuesta de ley,
que ya incluso aprobó el Senado Argentino, para expropiar el 51% de la empresa
YPF, controlada por la petrolera española REPSOL. Algunos dicen que la economía
Argentina terminará con la cadera fracturada como en el caso del Rey de España,
otros sin embargo justifican la acción.
Muchas
fueron las voces que se alzaron indignadas al hacerse público que el Rey Juan
Carlos se había ido de safari. Algunos protestaban por el vergonzoso hecho de
que el jefe de la casa real española participase de la cacería de elefantes;
especialmente cuando desde 1968 el Rey Juan Carlos ocupa una presidencia
honoraria del World Wildlife Fund
España (sobra decir que la Organización ya se ha reunido y decidido modificar
sus estatutos “en relación con las figuras honoríficas”). La designación de
Juan Carlos como presidente honorario de el WWF sucedió cuando aún no era
heredero al trono, sino un año antes de que fuera designado “Príncipe de
España” por el Generalísimo Francisco Franco; aún así, resulta muy difícil
extrañarse de que un monarca sea aficionado a la cacería cuando fue
precisamente la nobleza europea quien inventó los safaris. Lo que nos habría de
extrañar es que el WWF haya esperado hasta este evento para repensar la
presidencia honoraria del Rey, quien ya se ha visto envuelto en escándalos
similares, como aquel de la caza de osos en Rusia en 2006. Obviamente este
viaje a Botswana ha sido groseramente mediático debido al accidente que sufrió
y por ello la tumultuosa reacción.
La
segunda forma de indignación vino de aquellos que consideraron inaceptable que
el Rey de una nación en bancarrota –con una tasa de desempleo de casi 25%– se
diera el estrafalario gusto de irse de safari, un gusto que cuesta alrededor de
50 mil dólares. El levantadero de voces no se hizo esperar y el Rey, en un caso
muy inusual, se disculpó de viva voz en una transmisión televisiva. Pero lo que
más extraña es que pocas de las voces se levantaran contra el Presidente
Mariano Rajoy, a quien el Rey le avisó de su viaje el 2 de abril. Evidentemente
los safaris de Juan Carlos de Borbón no son actos oficiales y no se dan a
conocer para evitar la mala publicidad. Pero que a Rajoy no se le ocurriera que
el viaje del Rey era una mala idea en las circunstancias actuales, sí es de
extrañar.
En el caso
de la nacionalización de la empresa petrolera YPF, también hay quienes resultaron
sorprendidos. Una breve lectura política del gobierno de Fernández y de la
historia de peronismo les permitiría a aquellos que se dicen extrañados estarlo
mucho menos. El gobierno argentino justificó la expropiación argumentando la
sospecha de una “desinversión” realizada por la petrolera para beneficiarse de
la importación de energéticos. Este tipo de “desinversión” es el dolor de
cabeza de la liberalización de los mercados y de las políticas de
privatización, porque al abrir ciertos sectores productivos a la iniciativa
privada no hay manera de asegurarse de que esta última se concentre más en
producir que en aumentar sus márgenes de ganancia con la importación,
distribución y venta del mismo producto. De tal manera que el gobierno
argentino acusa a YPF de desabastecer el mercado energético nacional y por eso
ha decidido tomar el control de los activos. Al caso de “desinversión” hay que
sumar el hecho de que la Casa Rosada obtuvo información de negociaciones
secretas entre REPSOL y la compañía china Sinopec para la compraventa de YPF.
Había que adelantarse a este posible intercambio.
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