jueves, abril 19, 2012

A la caza de elefantes petrolíferos


Por Amando Basurto-

Mientras el Rey Juan Carlos de Borbón se paseaba por Botswana buscando matar paquidermos, Doña Cristina Fernández de Kirchner preparaba la propuesta de ley, que ya incluso aprobó el Senado Argentino, para expropiar el 51% de la empresa YPF, controlada por la petrolera española REPSOL. Algunos dicen que la economía Argentina terminará con la cadera fracturada como en el caso del Rey de España, otros sin embargo justifican la acción.

Muchas fueron las voces que se alzaron indignadas al hacerse público que el Rey Juan Carlos se había ido de safari. Algunos protestaban por el vergonzoso hecho de que el jefe de la casa real española participase de la cacería de elefantes; especialmente cuando desde 1968 el Rey Juan Carlos ocupa una presidencia honoraria del World Wildlife Fund España (sobra decir que la Organización ya se ha reunido y decidido modificar sus estatutos “en relación con las figuras honoríficas”). La designación de Juan Carlos como presidente honorario de el WWF sucedió cuando aún no era heredero al trono, sino un año antes de que fuera designado “Príncipe de España” por el Generalísimo Francisco Franco; aún así, resulta muy difícil extrañarse de que un monarca sea aficionado a la cacería cuando fue precisamente la nobleza europea quien inventó los safaris. Lo que nos habría de extrañar es que el WWF haya esperado hasta este evento para repensar la presidencia honoraria del Rey, quien ya se ha visto envuelto en escándalos similares, como aquel de la caza de osos en Rusia en 2006. Obviamente este viaje a Botswana ha sido groseramente mediático debido al accidente que sufrió y por ello la tumultuosa reacción.

La segunda forma de indignación vino de aquellos que consideraron inaceptable que el Rey de una nación en bancarrota –con una tasa de desempleo de casi 25%– se diera el estrafalario gusto de irse de safari, un gusto que cuesta alrededor de 50 mil dólares. El levantadero de voces no se hizo esperar y el Rey, en un caso muy inusual, se disculpó de viva voz en una transmisión televisiva. Pero lo que más extraña es que pocas de las voces se levantaran contra el Presidente Mariano Rajoy, a quien el Rey le avisó de su viaje el 2 de abril. Evidentemente los safaris de Juan Carlos de Borbón no son actos oficiales y no se dan a conocer para evitar la mala publicidad. Pero que a Rajoy no se le ocurriera que el viaje del Rey era una mala idea en las circunstancias actuales, sí es de extrañar.

En el caso de la nacionalización de la empresa petrolera YPF, también hay quienes resultaron sorprendidos. Una breve lectura política del gobierno de Fernández y de la historia de peronismo les permitiría a aquellos que se dicen extrañados estarlo mucho menos. El gobierno argentino justificó la expropiación argumentando la sospecha de una “desinversión” realizada por la petrolera para beneficiarse de la importación de energéticos. Este tipo de “desinversión” es el dolor de cabeza de la liberalización de los mercados y de las políticas de privatización, porque al abrir ciertos sectores productivos a la iniciativa privada no hay manera de asegurarse de que esta última se concentre más en producir que en aumentar sus márgenes de ganancia con la importación, distribución y venta del mismo producto. De tal manera que el gobierno argentino acusa a YPF de desabastecer el mercado energético nacional y por eso ha decidido tomar el control de los activos. Al caso de “desinversión” hay que sumar el hecho de que la Casa Rosada obtuvo información de negociaciones secretas entre REPSOL y la compañía china Sinopec para la compraventa de YPF. Había que adelantarse a este posible intercambio.

Recordemos que la principal ola de nacionalización en la historia de Argentina sucedió durante el primer mandato de Juan Domingo Perón, cuando éste nacionalizó el banco central, los ferrocarriles y la telefonía –entre otros.  Así que no es de extrañar que el gobierno de Cristina Fernández nacionalice YPF. Coherente con principios peronistas, el gobierno argentino nacionaliza tras leer correctamente los tiempos político-económicos de España y ponderar la cuasi-imposible tarea de recuperar las Islas Malvinas. En el corto plazo, la nacionalización energética representará un impulso a la popularidad de la presidenta más barato que volver a intentar recuperar la soberanía sobre las islas. Ahora, comparar al gobierno argentino con el de Kim Jong-un o Hugo Chávez, como lo hacen algunos, es un disparate por decir lo menos. El populismo nacionalista argentino tiene, y ha tenido históricamente, muy poco de socialista. Hoy es simplemente muy temprano para aventurar el resultado medioplacista de la nacionalización de YPF. Lo que es cierto es que en el siglo XXI las empresas nacionales ­–como es el caso de PETROBRAS– realizan acuerdos de inversión, exploración y explotación con otras múltiples empresas privadas y públicas. ¿Será que el gobierno argentino actualiza su nacionalismo económico, específicamente energético? ó ¿será que la nacionalización energética se convierte en el nuevo elefante blanco de la Argentina?

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