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miércoles, septiembre 28, 2016

El detalle está en los pormenores del debate

Por Amando Basurto–

Y llovieron los comentarios tras el debate entre los candidatos presidenciales Donald Trump y Hillary R. Clinton. La mayoría se concentró en juzgar quién ganó, cómo el debate cambiaba las condiciones de la carrera electoral, si el valor del peso mexicano respondió como se esperaba, si alguno o los dos candidatos tienen talante y aplomo presidencial, etcétera. Especial atención se puso, en México, al hecho que el primer país que Trump mencionó en el debate –casi inmediatamente– fue precisamente el nuestro. Y es cierto, es importante tener una idea del posible impacto político del debate (aunque en verdad se exagera cuando se cree que los debates influyen relevantemente en las preferencias) en relación no sólo con proceso electoral sino, también, con el futuro de la política exterior estadounidense.

Es en los detalles del discurso de los candidatos que encontramos señales sobre lo interesante o lo insensato de sus proyectos. Aquí les presento una lista de tres detalles del debate llevado acabo el pasado lunes que pueden ver de nuevo aquí:

1. Donald Trump indicó que va a repatriar (o evitar la fuga) de compañías a travez de imponer un arancel que haga muy costoso producir fuera de los Estados Unidos e introducir dichos productos en el mercado estadounidense. Hay quienes han calificado esta política como “proteccionista”, pero no lo es en estricto sentido. Repatriar una compañía o todo un sector industrial a travez del uso punitivo de aranceles no significa protegerles sino obligarles, no es pues una propuesta proteccionista sino disciplinario-mercantilista. Ya que el objetivo no es proteger a un sector productivo sino obligar a producir dentro del territorio estadounidense (posiblemente con mano de obra estadounidense) sería necesario asegurarse de que esta opción implique costos de producción menores al costo que representa el pago del arancel y por lo tanto una muy poco probable reducción del precio de mano de obra en los Estados Unidos. El plan de Trump podría difícilmente crear empleos, y si lo hace serían mal pagados y de mala calidad muy probablemente. Cabe señalar que el candidato republicano es muy claro en su propuesta “we have to stop them [las compañías] from leaving”; es decir, su proyecto pretende alinear al sector privado (por lo menos una parte) bajo un a política pública de repatriación industrial. No han a estar felices muchos empresarios.

2. Hillary Clinton camina sobre una línea muy delgada cuando se refiere al problema de racismo en los Estados Unidos y su expresión en abuso policiaco que sistemáticamente sufren las comunidades afroamericanas e hispanas en buena parte del país. ¿Cómo hablar de los efectos judiciales del racismo sin que los cuerpos policiacos y sistemas judiciales locales se sientan atacados? ¿cómo referirse y proponer soluciones al racismo sin atender los problemas de exclusión social y económica estructurales? Este no es un tema de simple “ley y orden”, como supone Donald Trump, sino un tema de justicia en el más amplio sentido de la palabra; es decir, de compaginar la aplicación de la ley con un completo respeto a los derechos civiles de los ciudadanos. Trump tiene razón, sin embargo, cuando afirma que el partido demócrata ha defraudado históricamente a las comunidades afroamericana e hispana al no impulsar políticas que realmente reduzcan los diferenciales de bienestar o permitan la regularización de migrantes sin documentos sin antecedentes penales, así que Clinton requiere volver a ganar la confianza de ambas para movilizarlas electoralmente.

3. Es obvio que Donald Trump confunde su “éxito” empresarial con tener las cualidades para conducir la economía y política exterior estadounidense; como si fuese igual dirigir una o varias empresas y presidir un país (en México ya sufrimos los efectos devastadores cuando un presidente de la CocaCola fue electo como presidente de la república). Esta confusión es lo que lleva a Trump a pensar que los acuerdos bilaterales y regionales de defensa mutua se pueden transformar en simples contratos de prestación de servicios militares, ¿cómo? pues simplemente haciendo saber a los aliados históricos de los Estados Unidos que la defensa mutua sólo será posible si pagan por los “tremendos servicios” (Trump dixit) que reciben o se tendrán que defender ellos mismos (volviendo ahora si de facto a las fuerzas armadas estadounidenses en mercenarios). Esto es, pues, otra expresión del mercantilismo-punitivo militar que Trump dice planea usar como estrategia de política exterior. La postura de Trump termina siendo congruente: si para no pagarle a personas que han prestado sus servicios para sus compañías Trump ha “taken advantage of the laws of the nation”, cree que puede hacer lo mismo con respecto a los servicios prestados a estados militarmente aliados al sacar provecho del derecho internacional transgrediendo el principio pacta sunt servanda (los acuerdos deben ser cumplidos) que es fundamental para la gobernabilidad construida en el último siglo.


- Amando Basurto Salazar

Doctor en Política por la New School for Social Research, N.Y. y Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México @amandobasurto

jueves, agosto 04, 2016

Hillary Clinton y Donald Trump, a 96 días de la elección.

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley


¿Pánico en el Partido Republicano?

Luego de las turbulentas convenciones del Partido Republicano y el Demócrata –en Cleveland y Filadelfia, respectivamente- está definida (todo parece indicar) la carrera presidencial que terminará en noviembre entre el millonario Donald Trump y la ex Senadora y otrora Secretaria de Estado, Hillary Clinton. Trump se impuso sorpresivamente a candidatos que contaban tanto con experiencia política, como con el respaldo de la clase política republicana y a jóvenes promesas del Partido; tal fue el caso de Jeb Bush, Rick Perry, Chris Christie, Marco Rubio o Ted Cruz, entre otros. Clinton por su parte, logró vencer con más dificultades de las previstas a un Bernie Sanders, quien si bien no obtuvo la nominación, sí pudo influir en la definición de la plataforma del Partido, dada la gran cantidad de delegados y respaldo popular; ahora, la candidata no está obligada a apegarse a la plataforma, pero deberá al menos seguir los ejes del programa de Sanders, si quiere contar con el apoyo de sus simpatizantes. Pero, ¿cómo inician la carrera ambos candidatos? ¿Qué perspectiva tienen?
El proceso demócrata para definir a su candidato, culminó en medio de escándalos tanto del Partido mismo como de la entonces pre candidata Hillary Clinton; escándalos que incluso hicieron necesaria una investigación del FBI por el manejo irresponsable de información clasificada vía correo electrónico desde la Secretaría de Estado. A fin de cuentas fue exonerada, permitiéndole así seguir en la búsqueda de la nominación; lo que pareció más una decisión política que judicial. Clinton también enfrentaba –y enfrentará durante la campaña presidencial- cuestionamientos con respecto a su responsabilidad en el ataque al consulado estadounidense en Bengasi (Libia). Por último, el Partido Demócrata sufrió unas horas antes del inicio de su Convención un ataque cibernético, mediante el cual se filtraron cientos de correos electrónicos en los que se mencionaba la estrategia del establishment demócrata para asegurar la candidatura de la ex senadora. Estos problemas sin duda representan una dificultad para la campaña de Clinton, principalmente Bengasi y los e-mails, sin embargo el buen posicionamiento en estados clave, la maquinaria electoral demócrata y la superioridad en el financiamiento (a fines de julio Clinton ha reaudado cuatro veces más que Trump, según la Federal Election Comission) presentan una muy halagüeña perspectiva a Hillary Clinton.  A esto habría que agregar los desatinos en la campaña de Donald Trump.
La estrategia de Trump o su personalidad -ya a estas alturas no está claro qué domina la campaña- se ha caracterizado por ser altisonante, burda, absurda y confusamente anti minorías. Gracias a esto ganó la nominación republicana, pues le habla a aquellos que no se sienten representados por los candidatos tradicionales del Partido Republicano o Grand Old Party (GOP), a aquellos trabajadores afectados por la Globalización; una especie de Barack Obama de la derecha. Obama le hablaba a los liberales que querían más reformas, más cambios, más gobierno, más democracia y menos capitalismo salvaje, liderazgo y no hegemonía; Trump, le habla a quienes buscan mano dura en seguridad, en migración, en política internacional, menos gobierno y más Mercado. Pero esta exitosa estrategia –demos el beneficio de la duda- está mostrando muy temprano en el día su falibilidad en la elección general.
Trump se ha alejado claramente de las minorías –sin duda un muy bajo porcentaje de mujeres, latinos, musulmanes o negros votarán por él, si es que alguno lo hace- y con ello de muchos electores independientes, pero también lo ha hecho de su propio partido; y eso se acrecienta día con día. A sólo semanas de haber aceptado la candidatura, Donald Trump entró en un desafortunado debate con el padre del capitán Humayun Kahn, muerto en servicio en Irak; con Paul Ryan (Speaker of the House) y con el senador John McCain, al no apoyarlos en su reelección para sus respectivas cámaras; y con la Comisión para los Debates Presidenciales (Comission for Presidential Debates, CPD), por programar convenientemente para Hillary Clinton –afirma Trump- dos de los tres debates presidenciales coincidiendo con juegos de la NFL; sin embargo, el calendario de debates se hizo público el 23 de septiembre de 2015. Esto sin mencionar la exigencia de que haga públicos sus declaraciones al Internal Revenue Service (ISR); tema por demás delicado, al parecer.
Los desatinos (al menos) semanales de Trump han provocado que su jefe de campaña, Paul Manafort, exprese su frustración con respecto a la falta de disciplina del candidato; que cada vez más miembros de la clase política republicana declaren que votarán por Clinton o al menos no lo harán por su partido; que su compañero de fórmula, Mike Pence, lo contradiga abiertamente con respecto al apoyo a Ryan y McCain; y que los sondeos en estados clave como Pensilvania, Virginia, North Carolina, Nevada, Colorado o Florida, se vayan decantando por la candidata demócrata. Esto es mortal para la campaña de Trump, pues no sólo los demócratas tienen virtual ventaja en el Colegio electoral (202 votos contra 154) sino que hasta fines de julio Clinton cuenta con 84 millones de dólares, frente a los 22 de Trump. A este respecto vale la pena mencionar que el millonario neoyorkino podría optar por financiamiento federal –que asciende a 96 mdd- con lo que alcanzaría a Clinton, pero tendría que renunciar al financiamiento privado; no obstante, el perfil anti gobierno federal de Trump, hace prácticamente nula esa posibilidad.
Ante tal escenario el Partido Republicano podría asumir una escandalosa derrota en la elección presidencial pero proteger el Congreso –que parece ser la opción elegida- apoyar a un candidato que no les simpatiza y que podría traer altos costos, o aplicar el artículo 9 de la Comisión Nacional Republicana y cambiar al candidato. Esto no ha sucedido, pero ya que el artículo establece esa posibilidad en caso de “muerte, renuncia o cualquier otra cosa”, se abre esa alternativa. La pregunta es ¿hasta dónde llegará el pánico del Partido Republicano? Una cosa es cierta, con las semanas se incrementa.

miércoles, mayo 11, 2016

El camino a la Casa Blanca: cuesta arriba e incomodidad para el GOP.


Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley

El escenario de una Convención disputada o abierta prácticamente ha desaparecido, con lo que se confirmaría la contienda entre Hillary Clinton y Donald Trump por la presidencia de los Estados Unidos de América. La elección tendrá lugar el segundo martes de noviembre –en esta ocasión martes 8- y aunque todavía falta que los candidatos acepten la nominación en sus respectivas convenciones, veremos de aquí hasta ese momento una gran cantidad de encuestas y proyecciones que de una u otra manera nos mostrarán parte del escenario electoral, principalmente en estados que podrían decidir quién ocupará la Casa Blanca en los próximos cuatro u ocho años. En este artículo presentaré la situación que parecen enfrentar ambos partidos, partiendo de la pregunta ¿podrá Donald Trump repetir la sorpresa y convertirse en el 45º presidente de los EEUU?
Aunque en un principio la élite política del Partido Republicano –el establishment Republicano- no consideró posible que Donald Trump fuese el eventual candidato del Grand Old Party (GOP) –como se conoce a dicho Partido- conforme la candidatura del empresario neoyorkino cobró fuerza,  aquella intentó evitar que se convirtiera en su abanderado. No obstante, el apoyo a John Ellis “Jeb” Bush, posteriormente a Marco Rubio y finalmente a Ted Cruz –quien inclusive trató de ganar delegados al nombrar a la otrora empresaria y precandidata Carly Fiorina como compañera de fórmula-  fueron infructuosos y probablemente ayudaron a la victorias de Trump en Florida, Indiana o Texas, en algún sentido. Es decir, Donald Trump está a punto de ser el candidato Republicano a la presidencia a pesar (o tal vez gracias) al establishment del GOP; habrá que ver cómo pesará esto en la elección general de noviembre.
De acuerdo al sistema electoral de los EEUU un candidato o candidata, necesita 270 votos del Colegio electoral para ganar la Presidencia, por lo que esa es la cantidad que se debe buscar en las sumas y restas de los votos del Colegio electoral que representa cada estado de la Unión. Toda vez que quien gana un estado se lleva todos los votos –a excepción de  Nebraska y Maine que pueden dividirlos, pero aportan muy pocos votos del Colegio electoral; 5 y 4, respectivamente- y que las ciudades más pobladas pueden decidir la elección, hay que poner atención en la distribución poblacional y sus características, lo que –dicho sea de paso- ha modificado el mapa electoral. Es decir, la población blanca tradicional (White Anglo Saxon and Protestant, WASP) ya no decide por sí sola cada vez más estados, y son las minorías las que lo están haciendo; mujeres, negros, latinos y homosexuales, principalmente, son grupos de ciudadanos que deben ser más tomados en cuenta como parte fundamental del crisol estadounidense, no sólo en el discurso, sino en las políticas públicas, en el ideario político. He aquí la clave de la cuesta arriba Republicana.
Le elección de 2012 alejó claramente a los Republicanos de las minorías; en aquella Obama obtuvo 332 votos del Colegio electoral contra apenas 206 de Mitt Romney. Pero más aún, confirmó la tendencia Demócrata al alza y la baja Republicana. Si comparamos el mapa electoral de 2004 (GW Bush vs JF Kerry) con el de 2012 (BH Obama vs WM Romney), los Demócratas han ganado en 2008 y 2012 los estados de Florida, Colorado, New Mexico, Ohio, Virginia, Nevada y Iowa, es decir 88 votos del Colegio electoral; eso explica la victoria en 2008 por 365 contra 173 y la ya mencionada en 2012 (332 versus 206), pero también es un indicador importante para esta elección, pues muestra una tendencia.
Donald Trump retó al establishment Republicano y ganó, lo que alimenta su afirmación con respecto a que puede ganar aún sin los Republicanos –refiriéndose a la élite del Partido- el problema para Trump es que si los Demócratas ganan los 19 estados que han ganado en las últimas 6 elecciones más Florida y Washington D. C., Hillary Clinton sería la 45ª presidenta de los EEUU al sumar 271 votos del Colegio electoral; y eso en una perspectiva en cierto modo conservadora, ya que algunas proyecciones dan a Clinton un resultado favorable de 337 contra 201 de Trump. Esta es una de las razones por las que la campaña de Trump y algunas casas encuestadoras, como Quinnipiac University, intentan manipular al electorado amañando algunos resultados en las encuestas. Por ejemplo, el día de hoy -10 de mayo- Donald Trump celebró en redes sociales el hecho de que un estudio de la mencionada Universidad lo ubica por delante de Hillary Clinton en un estado importante, representativo (cuestionable) y no definido, como es Ohio, sin embargo, este estado tiene un 79% de población blanca votante y el estudio se realizó con un 83%, cosa no menor toda vez que la diferencia entre el Republicano y la Demócrata es precisamente de 4%.
Un estado clave en las aspiraciones presidenciales y que ha sido muy peleado es Florida. Muchos podrían pensar que dado que dos de los principales contendientes por la candidatura Republicana pertenecen políticamente a dicho estado –Marco Rubio y Jeb Bush- los 29 votos que otorga Florida irían a la columna de Trump, pero los Demócratas han ganado las dos últimas elecciones ahí. En 2000 GW Bush ganó el estado por 537 votos, pero Obama lo hizo por poco más de 100 mil en 2008 y por cerca de 74 mil en 2012; y lo que es más, Clinton aventaja a Trump por 7% de acuerdo al promedio de Election Projection, según distintas encuestadoras en un reporte actualizado el día de hoy (mayo 10).
Si vemos el escenario desde la perspectiva Republicana la situación es peor, pues aún ganando los estados que tradicionalmente obtiene o que ha ganado en las últimas seis elecciones, el GOP contaría con 102 votos electorales, es decir que aún debería buscar 168 más. Cierto, es muy probable que gane 9 estados más que significarían 117 votos del Colegio electoral y podría pelear Colorado y Florida, que los llevaría a 255, pero aún así quedaría corto por 15 votos. La pregunta no es sólo de dónde sacaría esos votos, sino si alcanzará los votos necesarios para estar en la pelea, y es que la apuesta Republicana en las últimas dos elecciones ha sido por el voto blanco, alejándose de las minorías; estrategia que no sólo está repitiendo Donald Trump, sino que está yendo más allá al afirmar que podría ganar sin el establishment Republicano.
En cierta forma Donald Trump es la expresión de Obama en el GOP, es decir, Barack Obama tuvo un gran apoyo del electorado por ser un outsider, es decir, un político ajeno (hasta cierto punto) a la clase política tradicional, al establishment Demócrata. Por eso Trump ha tendido tanto apoyo en estados como Indiana o incluso Florida, pero Obama contaba con las minorías y eso decidió el proceso electoral; lección –al parecer- aprendida por el Partido Republicano al contar con candidatos como Carly Fiorina, Ben Carson, Ted Cruz o Marco Rubio, pero el candidato será Donald Trump. La carrera por la Casa Blanca está definida y al momento, es cuesta arriba para el Grand Old Party y su incómodo candidato.

lunes, abril 18, 2016

La revolución política de Bernie Sanders

Por Amando Basurto –

Mañana se llevará a cabo le elección primaria del Partido Demócrata en el estado de Nueva York y será un evento políticamente relevante por el simple hecho que en ella se enfrentan un nativo de Brooklyn aunque con trayectoria política en Vermont – Bernie Sanders– y una hija pródiga adoptiva y exSenadora por Nueva York –Hillary Clinton. Una victoria por amplia mayoría de Sanders en NY pondría en muy serios aprietos la nominación de Clinton. Es importante resaltar el elemento de “amplia mayoría” porque ganar la elección por un margen reducido no es suficiente en Estados en los que los delegados se asignan proporcionalmente (por ejemplo, la última victoria de Sanders se dio en Wyoming en donde obtuvo el 55% de los votos por lo que los 14 delegados en juego se dividieron siete para él y siete para Clinton). Sin embargo, estos triunfos tienen un gran valor propagandístico y permiten que la campaña de Sanders mantenga viva las esperanzas de alcanzar y rebasar a Clinton en la cantidad de delegados comprometidos.

¿Pero quién es Sanders, qué representa su desafío al oficialismo demócrata y cuáles son los límites de su proyecto? Bernie Sanders es Senador por el estado de Vermont con una vibrante carrera política como independiente. La mayor parte de su trabajo político la ha realizado a nivel local; fue alcalde de la ciudad de Burlington (1981-1989) y después legislador estatal (1991-2007). Desde 2008 se desempeña como Senador por el estado de Vermont. Todos estos puestos de elección popular los ha obtenido participando como “Independiente” en un estado que ha sido dominado históricamente por el Partido Republicano. Su ascendente carrera política ha sido caracterizada por un consistente discurso en contra del oficialismo partidista y de la colusión entre los gobiernos estatales y federal con las grandes corporaciones. También ha sido muy consistente en la promoción de ampliar las coberturas públicas de salud, educación y desempleo.

Bernie Sanders es un significativo heredero de la tradición “progresista” estadounidense de finales del siglo 19 que abanderó la lucha en contra del poder económico y político de los grandes monopolios. Woodrow Wilson, una versión desradicalizada y tardía de aquel progresismo ganó las elecciones presidenciales de 1912. Las comparaciones personales son odiosas y por ello no haré una aquí, especialmente porque en vez de pensar en las posibles disimilitudes entre Wilson y Sanders habría que analizar seriamente las similitudes entre las condiciones de alta concentración de capital y riqueza a finales del siglo 19 (características de la gran depresión de 1873 y sus efectos) y las de principios del siglo 21. Sería realmente irónico que Sanders ganase la nominación y las elecciones de noviembre como Woodrow Wilson lo hizo en 1912, es decir, aprovechando un escisión en el Partido Republicano.

Sanders ha concentrado sus ataques a la campaña de Hillary Clinton en dos frentes: el primero, el más consistente, ha sido el señalamiento de la cercanía de la candidata con grandes intereses económicos y financieros, insistiendo en cómo ésta limita seriamente la posibilidad de que su presidencia les desafíe en favor de los derechos del ciudadano común. Este señalamiento se inscribe en un proyecto general de reformar la política de financiamiento a las campañas políticas que incluye revertir la decisión de la Suprema Corte en el caso comúnmente llamado Citizens United. El segundo frente ha sido cuestionar el “juicio” de Hillary Clinton en relación tanto a su voto como Senadora a favor de la invasión a Irak en 2003 y la inadecuada planeación alrededor del cambio de régimen en Libia mientras fungía como Secretaria de Estado. En contraste, Sanders propone una política exterior que utilice la vía armada sólo como último recurso y nunca como herramienta habitual de política exterior.

La agenda económica de Sanders es definitivamente la más progresista entre los candidatos que aun tienen oportunidad de abanderar a sus partidos en noviembre. Esta incluye una serie de medidas como aumentar 100% el salario mínimo federal, anular los acuerdos de libre comercio que –él acusa– han resultado en la exportación de producción y empleos, establecer un sistema de salud de cobertura universal y la segmentación de los bancos y agencias financieras más grandes del país. Es especialmente esta agenda la que ha motivado la masiva movilización de demócratas e independientes que se han sumado a lo que Sanders llama “revolución política”.

El Senador ha ganado las últimas siete elecciones primarias estatales, lo que ha significado un gran impulso a una campaña a la que pocos auguraban buen fin. Sin embargo, la gran desventaja de Sanders sigue siendo la cantidad de superdelegados (469 de 500) que han anunciado votarán por Clinton en la Convención Nacional a realizarse en Julio y que difícilmente cambiarán de parecer. El otro gran reto de la “revolución política” de Sanders será, de ganar la nominación y la presidencia, poder cumplir sus ambiciosas políticas; esto requeriría una mayoría legislativa que difícilmente lograrán los demócratas. De hecho, para poder ganar los cuatro asientos que les regresarían el control del Senado, los demócratas requieren movilizar toda su maquinaria política (el stablishment), que es blanco central de los ataques del mismo Sanders. Aunque el partido demócrata consiguiera la muy difícil tarea de ganar el control de ambas cámaras del congreso es muy probable que las políticas propuestas por Sanders sólo puedan ser llevadas a cabo parcialmente sin aprobación legislativa en forma de órdenes ejecutivas.

El mayor problema de la “revolución política” de Bernie Sanders es que parece depender de su elección como presidente, sin una verdadera base político legislativa (en algo que bien se podría llamar caudillismo a la estadounidense). El contraejemplo es el ultraconservador Tea Party, que no sólo moviliza ciudadanos a grandes mítines sino que han conseguido instalar a algunos de sus miembros en el Congreso. Desde allí, los ultraconservadores han erosionado el poder del oficialismo republicano (que ya no tiene a un pre-candidato en la carrera). Una verdadera “revolución progresista” en los Estados Unidos requeriría de un trabajo político similar: la elección al Congreso de una serie de progresistas demócratas que dieran sustento y viabilidad a una agenda como la de Sanders.

Por el momento Sanders y Clinton se enfrentarán mañana en NY. La campaña de Sanders sabe muy bien que será difícil ganar la elección; si lo logran pondrán en grandes aprietos a Hillary Clinton. Su estrategia, ganando o no, es quitarle tantos delegados como sea posible a Clinton para mantener el margen entre ellos tan cerrado como sea posible.


- Amando Basurto Salazar

Doctor en Política por la New School for Social Research, N.Y. y Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México @amandobasurto

martes, marzo 01, 2016

Apuntes para el Súper Martes de elecciones primarias en los EE.UU.

Por Amando Basurto –

Múltiples focos rojos se encendieron durante la última semana desde que Donald Trump ganara los caucuses de Nevada con un 46% del voto, por lo que su candidatura pareciera imparable ahora que es favorito a ganar en la mayoría de los 13 estados que van a elecciones primarias el día de hoy. Los miembros del status quo republicano ven su influencia cada vez más reducida, como aplastada entre el paralizante tea party y el energéticamente movilizador Donald Trump. ¿Qué, Donald no es lo suficientemente conservador para ser el candidato republicano? Posiblemente no, pero ese no es el problema. Ahora, propios y extraños, reconocen a Trump como una bala suelta, es decir, como un inexperto egomaniático populista (lo cual definitivamente no es peligroso) con posibilidades de ganar la candidatura republicana y la presidencia estadounidense acompañado de una mayoría republicana en ambas cámaras del congreso (lo cual sería verdaderamente alarmante). Las elecciones del día de hoy son fundamentales tanto para las aspiraciones de Trump como para las esperanzas del establishment republicano de detenerlo en el intento. Las peores noticias para los republicanos en general es que Ted Cruz y Marco Rubio no parecen, ni de lejos, caballos ganadores. Si Trump obtiene una ventaja muy importante el día de hoy muy probablemente veremos al partido republicano hacer uso de medidas extra-electorales para deshacerse de él.

En el caso del Partido Demócrata, este martes se llevarán a cabo elecciones primarias en 11 estados de la unión (y el territorio de Samoa).  De este lado del ring también los dados están fuertemente cargados a favor de Hillary Clinton, quien se prevé ganará la mayoría de las contiendas asegurando una ventaja casi insuperable de camino a la convención nacional del partido. En este caso los focos encendidos después de las elecciones en Carolina del Sur del sábado pasado son azules, muy azules, ya que calmaron la ansiedad del establishment demócrata porque las probabilidades de que Bernie Sanders gane la candidatura al parecer se verán drásticamente reducidas esta misma noche. Y no es que Bernie Sanders sea una bala perdida, ni mucho menos un ególatra populista, sino que el oficialismo demócrata considera que la radicalidad de su “revolución política” aliena a una fracción importante de demócratas “conservadores y moderados” que son fundamentales para mantener el control de la Casa Blanca. Si, de la Casa Blanca porque será muy difícil que tanto Clinton como Sanders generen tal tracción electoral que les lleve a ganar la presidencia y, además, impulsar la elección de una mayoría demócrata en el congreso. Y es precisamente por eso que, a pesar de su “radicalidad”, Sanders no es considerado un “peligro”: su presidencia muy probablemente tendría que sobrellevar el peso de una paralizante mayoría legislativa republicana y, por lo tanto, sería casi inoperante desde el día uno.

Aún con este panorama, y con los oficialismos partidistas encima, no se puede descartar completamente una contienda entre Donald Trump y Bernie Sanders por la presidencia estadounidense. Si ésta sucediera, ya lo ha advertido, el magnate Michael Bloomberg planea lanzar una campaña independiente que, irónicamente, aumentaría las probabilidades de que Sanders ganase las elecciones; parecido a lo acontecido en la elección presidencial de 1912, la candidatura “progresista” de Theodore Roosevelt dividió el voto republicano (siendo William H. Taft el candidato formal), lo que abrió la puerta al triunfo de Woodrow Wilson. La ironía no reside en que Sanders, como Wilson, ganase las elecciones por una fractura entre los republicanos, sino que la elecciones las ganase un “socialista” cuando en aquella elección de 1912 Eugene Debs perdió obteniendo casi un millón de votos (la mayor cantidad que conseguiría el Partido Socialista de América) pero sin poder ganar los votos electorales de un solo estado.


- Amando Basurto Salazar

Doctor en Política por la New School for Social Research, N.Y.y Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México @amandobasurto

jueves, octubre 03, 2013

Algunas pistas sobre el cierre parcial del gobierno en EEUU

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley


Ya para este momento –primeras horas del 1º de octubre- estaremos ante el primer cierre parcial del gobierno estadounidense desde 1996, a causa del estancamiento en el Congreso para definir el Presupuesto para el año 2014; tras varias semanas de estancamiento en el debate entre Republicanos y Demócratas en ambas Cámaras, ya varias agencias gubernamentales preparan planes de contingencia, es decir ausencias obligatorias o suspensiones indefinidas, en el sentido amplio de la palabra. Por ello esta nota dará algunas pistas para entender por qué se presenta el cierre parcial del gobierno y qué implica esto, así como el conflicto político detrás del Shutdown, como se le llama en EEUU. El Partido Republicano ha condicionado enmiendas a la ley de Obama, a cambio de aprobar el Presupuesto, no sin algunos cambios, e incluso de una negociación sobre el techo del endeudamiento. ¿Por qué se busca acercamiento con Siria y Rusia, y de hecho se les hacen concesiones, pero no hay acercamiento alguno con los Republicanos? es una retórica pregunta que ha circulado por algunos influyentes medios de comunicación, refiriéndose al Presidente Obama y su Administración.

Como es sabido, cada año el Congreso debe aprobar el Presupuesto para financiar al gobierno el año siguiente, pero existe una fecha límite para ello, en esta ocasión es hoy -1º de octubre- y el Congreso no ha podido llegar a un acuerdo, con lo que no habría liquidez para solventar los gastos del gobierno. La falta de acuerdo tiene diversas aristas, por un lado la negativa de los Republicanos a elevar el techo del endeudamiento –mismo que ahora asciende a 16,7 mil mdd- y por su parte los Demócratas rechazan reducir gastos en programas sociales, principalmente. Sin embargo, la manzana de la discordia o el tema sobre el cual está girando la negociación entre la Casa de Representantes (House of Representatives, también conocida como House) dominada por el Partido Republicano y el Senado, dominado por el Demócrata, es el programa de regulación para la Salud del Presidente conocido como Obamacare. Al respecto algunos analistas e institutos, como el Cato Institute, señalan que el Partido Republicano debió negociar sobre el techo al endeudamiento y no el Presupuesto, pues podrían haber obtenido mayores concesiones por parte de los Demócratas, pero al obstaculizar el financiamiento del gobierno, prácticamente imposibilitan una negociación, con lo que ambos Partidos apuestan al costo político por la “irracionalidad” del “otro”.

Esa amenazante situación, contrario a lo que pudiera pensarse, no es nueva y cuando se ha presentado –de hecho los últimos años- el gobierno opera mediante presupuestos parciales, también llamados “resoluciones continuas”, que no son otra cosa más que acuerdos parciales entre la Casa (de Representantes) y el Senado, el problema es que en esta ocasión el acuerdo ya se ha anulado, toda vez que la Casa se ha negado a pasar al Senado una tercera propuesta de enmienda para financiar al gobierno hasta el próximo mes de noviembre. La razón es que el día de ayer –lunes 30 de septiembre- la Casa envió al Senado dos propuestas –en realidad enmiendas a la propuesta de Senado para financiar al gobierno hasta el 16 de noviembre- mismas que fueron rechazadas por el Senado, ya que obstruía –cancelaba o paralizaba- la ley de salud conocida como Obamacare al negarle fondos, y por otra parte sólo garantizaba el pago de salarios a militares y trabajadores indispensables para el gobierno federal. Consideremos que buena parte del Obamacare entraría en vigor precisamente el día de hoy. No obstante, la Casa Blanca ha declarado estos días que la obligación de todos aquellos que emplean a 50 personas o más y que estarían obligados a pagarle un seguro médico a sus trabajadores, quedaría suspendida hasta 2015, cosa no menor, ya que es uno de los aspectos más criticados.

El costo del Shutdown será muy severo y un probable acuerdo difícilmente pueda resarcir los daños, pues esta situación es peor que lo sucedido en los años 90; esto debido a que en aquella ocasión el Congreso aprobó presupuesto para diversas agencias y programas gubernamentales; ahora sólo el ejército ha sido protegido, lo que no incluye a los veteranos. Por lo pronto se calcula que más 800 mil trabajadores de un total de 2 millones dejarán su empleo, y no se sabe si lo recuperarán después del Shutdown. Parques nacionales, museos y una gran cantidad de programas y servicios cerrarán, se le pedirá a miles de trabajadores de servicios esenciales como la Border Patrol que trabajen sin sueldo, incluso trabajadores de la Casa Blanca y el Congreso perderán sus empleos.

Sin embargo hay una fecha aún más preocupante y un debate mucho más delicado, y es el referente al techo del endeudamiento del gobierno estadounidense. Si el Congreso no incrementa para mediados de octubre el techo del endeudamiento, el gobierno no podría pagar sus prestamos, lo que afectaría severamente la economía global, como le advierte el Presidente Obama.

jueves, noviembre 08, 2012

Cuatro años menos para Barack Obama


Por Miguel Angel Valenzuela Shelley y Amando Basurto –

Siempre vale la pena, hablando de políticas públicas y representatividad republicana, pensar los periodos político-administrativos no sólo como tiempo que uno tiene de más”, sino como el tiempo que a uno le resta para cumplir lo prometido en campaña. Es por ello que, después de las elecciones de ayer, es deseable que el Presidente Barack Obama comprenda que lo que tiene son cuatro años menos y que tendrá que cambiar de estrategia si no quiere ver su gobierno de nuevo amputado por la parálisis legislativa. Un vistazo inicial a los resultados de la elección permite proyectar las posibles lecturas políticas que les darán ambos partidos.

El día de ayer, Obama fue reelecto luego de una apretada contienda que le otorga entre 303 y 332 votos del Colegio electoral –faltando que se determine el resultado en Florida- contra 206 ó 235 de Mitt Romney. El análisis de los resultados a grosso modo de una elección (es decir sólo con las cifras finales) impide una lectura correcta, amplia del propio proceso; esto es especialmente cierto en los Estados Unidos debido a su complejo sistema electoral. El resultado ya mencionado parecería indicar una clara victoria de Obama. También el resultado parcial del voto popular que le da al Presidente 60’075,442 sobre los 57’397,415 obtenidos por el ex gobernador Romney parece ser muy categórico. Pero es necesario conocer a mayor profundidad el sentido del voto –quién y con qué características voto en qué sentido- para comprender el resultado del proceso y cómo se podrían mover los Partidos en un futuro.

Un primer vistazo a los números indica que a mayor nivel de urbanidad y educativo más votos para Obama, y a mayor ingreso y práctica religiosa, más simpatía por Mitt Romney. Eso puede apreciarse, allende las cifras, tanto en los estados que apoyaron a uno y a otro, como en la dinámica electoral. Es por ello que podía adelantarse –proyectarse- antes del cómputo final, que Obama ganaría Ohio, Virginia y Florida por las características urbanas y sociales de los distritos que faltaban por enviar resultados, sin importar que el Presidente estuviera debajo en los conteos. En Ohio, por ejemplo,  la región automotriz del estado tardó en enviar los resultados –Sandusky, Lorain, Cuyahoga, etc.; mismo caso el los condados de Charlottesville y Albermarle de Virginia, o de Palm Beach, Broward y Miami Dade, en Florida, que enviaron resultados hasta ya muy entrada la noche, y al ir llegando estos se invirtieran los resultados parciales.

También se puede observar que mientras los hombres votaron mayoritariamente por Romney (52%), las mujeres y los jóvenes lo hicieron por Obama (55% y 60% respectivamente). Sin embargo, al discernir el perfil de las votantes encontramos que el voto de las afroamericanas y latinas fue muy relevante: 42% de las mujeres blancas, 76% de las mujeres latinas y 96% de las afroamericanas votaron por Barack Obama. El caso del voto masculino es muy similar: 35% de los hombres blancos, 65% de los latinos votaron y 87% de los afroamericanos votaron por el Presidente. Lo que se puede apreciar con estas cifras, es que no fueron mujeres quienes apoyaron al Presidente, sino mujeres afroamericanas y latinas, es decir, el voto femenino de las minorías. Parece haber no sólo una clara distinción ideológica, sino racial en el electorado norteamericano.

Una de las razones por la cual Barack Obama fue re electo, según muchos analistas (simpatizantes del Partido Demócrata u Obama; cabe mencionar que ya se debate quién ganó si el Partido Demócrata o el Presidente Obama), es la inspiración que éste genera en los jóvenes, y el 60% del voto joven parece indicarlo así, pero una vez más acerquémonos a los números. Entre jóvenes blancos de 18 a 29 años el 44% votó por Obama, mientras el 74% de jóvenes latinos y el 91% de afroamericanos tomaron la misma decisión. En ese mismo sentido, 55% de los votantes entre 30 y 39 años apoyaron la re elección demócrata, pero la gran mayoría fueron latinos y afroamericanos. Se repite la conclusión del voto femenino; no son los jóvenes que apoyaron a Obama, fue la aplastante mayoría de jóvenes latinos y afroamericanos. Esto también ayuda a explicar la derrota Republicana, y les indica qué espacios deben cubrir.

Se puede deducir que las minorías deciden ahora las elecciones presidenciales estadounidenses; los blancos, anglosajones y protestantes –el público preferido por el Partido Republicano- ya no tienen la capacidad de definirlas. También se puede decir, para evitar simplemente racializar el voto estadounidense, que ambos partidos políticos han perdido terreno al sobrevalorar el rol que la economía juega en las elecciones. La política y la decisión de quien será el próximo presidente no es un asunto de “creación de empleo” (aunque Romney como Felipe Calderón insistan en ello); la política es un asunto de la positivización y la defensa de derechos. Ojalá quede confirmado que hoy no se puede ganar una elección con propuestas que atentan contra los derechos de las mujeres, de aquellos en situación más vulnerable, del 47% que –según Romney­– son unos vividores del sistema. Es por ello que Obama consiguió ser electo con uno de los niveles más bajos de aprobación en su administración y con un nivel de desempleo de más del 8%. Parafraseando un “dicho” muy estadounidenses muy a menudo: “No, estúpido, no es simplemente la economía.”

Ejemplo de lo anterior es la aprobación en Maine, Maryland y Washington del matrimonio entre personas del mismo, o el rechazo de los votantes a una ley que lo prohibiría en Minnesota; la legalización de la marihuana en Colorado, su uso médico en Massachusetts; la elección de la senadora Tammy Baldwin (Wisconsin), la primera persona abiertamente gay electa al Senado; o el número histórico de 20 senadoras. Aún en una severa crisis económica y con altos índices de desempleo, los votantes tuvieron otras consideraciones además de la economía; Nevada, que tiene el índice de desempleo más alto del país es sólo un botón de muestra. Al final, la mayoría de los electores estadounidenses prefirieron prolongar la administración Obama, con todas sus limitaciones, a darle una sola oportunidad a quienes proponen políticas ultraconservadoras para “salvar” al país.

Los retos para Obama siguen siendo enormes. El “acantilado fiscal” que se avecina pondrá en jaque a las economías estadounidense e internacional. Hacer frente al problema poniendo orden en las finanzas públicas y cobrando impuestos a los que más dinero ganan será fundamental para evitar un periodo prolongado de estancamiento económico. Promover un gasto público razonable para mantener en marcha la producción y el consumo nacionales serán de seguro una prioridad. Y muy especialmente, Obama deberá probar a muchos más estadounidenses que sus políticas no son una expresión de una guerra entre clases (class warfare) sino una estrategia seria para renovar un sistema político y social que ha dado importantes muestras de agotamiento. Cuatro años menos, señor presidente, para lograrlo.

lunes, noviembre 05, 2012

Otro final de fotografía en la elección presidencial de EEUU

(Too close to call)

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley


El próximo martes 6 de noviembre se llevará a cabo la elección general en los Estados Unidos, y los norteamericanos elegirán mediante sus 51 procesos electorales (50 estados y Washington, D.C.) una tercera parte del Senado, renovarán la Cámara de Representantes y mediante la elección de electores, el Colegio electoral definirá la Administración por los próximos cuatro años. Las encuestas indican que no habrá mucho movimiento en las Cámaras –los Republicanos mantendrán el control de la de Representantes y los Demócratas tendrán la mayoría en el Senado- pero la elección presidencial está muy cerrada como para anticipar un ganador. La clave serán –como mencionamos hace ya algunos meses en Nomos político- los estados de Ohio, Virginia y Florida; en ellos el Presidente Obama tiene una ligera ventaja, pero Romney ha recaudado más dinero que la campaña Demócrata -escenario contrario al que tuvo Obama hace cuatro años- y eso podría definir una muy cerrada elección.

Hasta antes del primer debate presidencial entre Barack Obama y Mitt Romney, la elección estaba casi decidida, pero después de aquel primer encuentro las encuestas se cerraron y así se han mantenido; puntos arriba y abajo para ambos, pero tres días antes de la elección Obama y Romney están empatados. Sin embargo, Obama lleva una ligera ventaja en los tres swing states mencionados, aunque es de apenas 1 punto en Florida, 2 en Virginia y de 5 en Ohio. De confirmarse las tendencias y sumando a la contabilidad demócrata Ohio y Virginia, el Presidente Obama alcanzaría 274 votos del Colegio electoral y con ello cuatro años más en la Casa Blanca. Pero considerando las diversas encuestas –aceptación, rumbo del país, apoyo de votantes registrados, de votantes no registrados, etc- los swing states (Colorado, Iowa, Wisconsin, Ohio, New Hampshire, Virginia y Florida) están muy cerrados como para predecir un ganador.

Los analistas estadounidenses comentan que algo pasa en Octubre que impacta en las Campañas y podría ayudar a definir la elección; esta ocasión estaba a punto de acabar el mes cuando apareció dicho evento extraordinario: Sandy. Hace cuatro años la crisis financiera estadounidense impactó las Campañas –John McCain propuso una pausa para ambos candidatos (y senadores) a fin de lograr un proyecto bipartidista que atendiera la crisis; Obama aprovechó la declaración para señalar que el Presidente debía estar listo para atender diversos problemas, y él lo estaba- y también tuvo su efecto en el electorado, pues la crisis financiera se sumó a una larga lista de desencantos sobre la Administración Bush. En esta ocasión la súper tormenta Sandy –superstorm como la llamaron en EEUU- parece estar ayudando al Presidente Obama, pues si bien los estragos han sido muy importantes y la recuperación será paulatina y costosa, se vio un liderazgo inmediato, eficiente y confiable. Con ello, algunos severos críticos del Presidente alabaron su desempeño ante la crisis, entre ellos el gobernador de New Jersey, el Republicano Chris Christie; tal vez esto ayudó a que muchos votantes en swing states se han inclinado por Obama después de Sandy.

Pero no sólo el liderazgo de Obama ha ayudado a su campaña, Sandy también ayudó a traer a la mesa de discusión electoral el plan de Romney de desaparecer FEMA (Federal Emergency Management Agency) y que cada estado enfrente las crisis por sí mismo o a partir de liderazgo; esto frente a la iniciativa de Obama de incrementar los recursos para dicha Agencia. Otro ejemplo de la diferencia en ambos proyectos. Y ahí la pregunta crucial sobre el rumbo del país; pregunta que comenzó a estar en las mesas de análisis y en las encuestas –al menos con mayor peso y continuidad- a partir de la intervención de Bill Clinton en la Convención Nacional Demócrata. La pregunta arroja un resultado sumamente dividido entre los votantes: 55% piensan que el país tiene un rumbo negativo y 43% que es positivo. De primera instancia parece una importante diferencia, pero es la menor desde 1988.

Las encuestas están tan cerradas que ya se comienza a hablar de empate o que ninguno de los candidatos alcance los 270 votos necesarios del Colegio electoral, de ser así la Cámara de Representantes elegiría al Presidente –cada estado tendría un solo voto- y el Senado al Vicepresidente, bajo las mismas condiciones. No obstante, previendo conflictos post electorales, ambas Campañas ya cuentan con varios equipos de abogados listos para pelear los votos. Lo que es casi un hecho es que la noche del Martes 6 de noviembre no conoceremos al ganador de la elección general 2012.

viernes, octubre 05, 2012

Game change

Dos proyectos para el futuro estadounidense en el primer debate presidencial 

Por Amando Basurto Salazar y Miguel A. Valenzuela Shelley



La noche del Miércoles, Mitt Romney y Barack Obama se encontraron en la Universidad de Denver para el primero de los tres debates que sostendrán antes de las elecciones el próximo día 6 de noviembre. Ambos han insistido en que esta elección no es simplemente entre dos opciones personales o partidistas, sino que se trata de la elección del futuro proyecto económico y de nación (recordemos que algo muy similar decía Andrés Manuel López Obrador). Pareciera que ahora en vez de evaluar la relevancia histórica de eventos pasados, las campañas políticas se han dedicado a pronosticar la relevancia histórica del acto electoral futuro. En realidad, frente a la angustia que genera la polarización política y los altos niveles de antipatía las campañas políticas están recurriendo a la superlativización de las elecciones: “¡esta elección es la buena, es contundente, es la que define el futuro!”, dicen.
El escenario era perfecto para una noche de debate político entre contrincantes que  están, según las encuestas, en un empate técnico (con ligerísima ventaja de Obama 49% a 45%, según Real Clear Politics). Históricamente el titular (incumbent) de la presidencia ha tenido ventaja a la hora de presentarse a reelección por los recursos a los que tiene acceso, pero ahora los súper-PACs –y los grupos 527- han cambiado eso; el ex gobernador de Massachusetts ha recaudado ligeramente más que el Presidente. Romney llegaba al encuentro en la Universidad de Denver con una ventaja: menos presión, pues él no tenía nada que perder. Mitt Romney ni es el presidente, ni el favorito, ni el tenía una “ligera ventaja” qué proteger; esto le ayudó a desenvolverse con mayor flexibilidad y soltura. Barack Obama, por el contrario, se vio poco preparado y sorprendido por la eficacia de su rival; ¿lo habrá distraído su vigésimo aniversario de bodas?
Romney debía mostrarse como un candidato que puede vencer al Presidente, que puede comunicar de forma precisa y debatir exitosamente con una figura política (candidato, para ser exactos) temida por los Republicanos. Tenía que demostrar que la elección no está decidida aún, como lo anunciaran algunos analistas tanto en EEUU como en México. Mitt Romney logró su objetivo con creces; después del debate de ayer el juego cambió en las campañas y para el electorado. Obama por su parte, debía consolidar su ligera ventaja –y ampliarla, sobre todo en Ohio, Virginia y Florida– mostrando que puede evadir ataques y contrarrestar críticas a su Administración, a la vez de presentar un proyecto con bases sólidas –creadas en estos primeros cuatro años– que requiere continuidad a fin de transformar al país y alcanzar los objetivos establecidos en 2008 –y los que se acumulen. Pero el Presidente Obama tuvo un desempeño regular tanto a la defensiva como a la ofensiva. Por momentos, y no fueron pocos, parecía recibir una reprimenda por parte del ex Gobernador. Se vio una gran diferencia entre el Obama de 2008 y el de 2012, así como entre la Campaña de Obama y el Presidente –también candidato– Barack Obama.
Jim Lehrer, el moderador, fue capaz de hacer que los candidatos contrastaran claramente sus propuestas económicas sobre empleo, salud y déficit. El contraste entre las propuestas de uno y otro lado –mismo que se había perdido en las elecciones presidenciales de los últimos 24 años– se hizo patente en prácticamente todas las intervenciones. El punto de principal disidencia: el papel del gobierno federal en la vida de los individuos y la economía de los Estados. ¿Cuál es la mejor vía ante la crisis que se sigue viviendo, y que –según el FMI– durará diez años más: un gobierno fuerte, interventor o las fuerzas del libre Mercado?
El juego cambió después del primer debate por las siguientes razones: Romney está en la pelea por estados indecisos –Virginia y Florida, claramente– esto obligará a la Campaña de Obama a redoblar esfuerzos en esos estados (y otros que podrían seguir el mismo camino). Los Republicanos confianza más en la candidatura de Romney y eso generará más donaciones, sobre todo millonarias (súper PAC’s y grupos 527, quienes han mostrado su éxito en limitar la recaudación de Obama).  El Presidente Obama debe pasar de la ofensiva a jugar en ambos lados del campo –ofensiva y defensiva- y para hacerlo eficientemente debe replantear su estrategia de comunicación y administración financiera; Obama no cuenta con los recursos de 2008 –cuando quintuplicaba la recaudación de McCain- ni con el apoyo de súper PAC’s o incluso PAC’S de aquella elección.
El juego cambió, las campañas re diseñarán sus estrategias –incluidas las financieras– y se prepararán para el segundo debate el 16 de octubre. Este primer debate servirá, no sólo a los candidatos, para entender que no hay que subestimar al adversario. También nos ofrece otras lecciones: 1) Mitt Romney no es John McCain y Obama ya no es Senador,  tiene que presentarse mucho más presidencial; 2) Siempre hay que estar listo para re-accionar a los game-changers, la elección no está definida y todavía puede inclinarse para cualquier lado y; 3) pudiera ser que Barack Obama fuese un gran candidato, pero ahora debe demostrar que es un Presidente re elegible.

jueves, septiembre 20, 2012

Entre Septiembre negro y la Sorpresa de Octubre

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley


A menos de 50 días de la elección, las campañas del Presidente Barack Obama y el ex Gobernador Mitt Romney luchan por convencer a un electorado que duda de ambos. Los estados que aún no definen el sentido de su voto y que serán –algunos de ellos- los fieles de la balanza en la elección general del martes 6 de noviembre, están siendo el centro de atención tanto de las campañas como de los distintos comités de acción política (PAC’s, Súper PAC’s y grupos 527) que operan la propaganda y la guerra sucia localmente. La campaña de Romney se encuentra inmersa en un muy oscuro septiembre negro derivado de varios desatinos –errores estratégicos, comentarios inadecuados y filtraciones- que lo coloca en un escenario cada vez más complicado frente al Presidente Obama. Sin embargo, la moneda sigue en el aire, pues ambas campañas están aún a la espera de la Sorpresa de Octubre; un acontecimiento inesperado de política interna o internacional que define la elección de último momento.

Las Convenciones Nacionales (Republicana y Demócrata) tradicional y lógicamente impulsan al candidato que acepta la nominación de su partido, volviendo a equilibrarse los números –o a las condiciones a priori aquellas- una vez realizadas ambas Convenciones. En este caso, luego de la reunión Republicana en Tampa Mitt Romney incrementó su números en las encuestas llegando incluso a superar ligera y brevemente a Barack Obama. El escenario se diluyó unos días después al llevarse a cabo el encuentro Demócrata en Charlotte. Elemento clave para el repunte del Presidente Obama no fue su discurso de aceptación, ni el emotivo mensaje de Michelle Obama, o la importante presencia de “Hollywood”, sino el discurso del ex Presidente Bill Clinton, quien convenció a los televidentes y a miles de quienes supieron del mensaje de una u otra manera, de que si bien falta mucho por hacer, el rumbo que siguen los Estados Unidos, es el adecuado.

El impacto del discurso de Bill Clinton es evidente, pues a nivel nacional los electores que consideran que el país va en la dirección correcta aumentaron de Mayo a Agosto en más del 5%. Esto ha sido clave en estados indefinidos –o swing states- y que definirán la elección, como Ohio, Florida y Virginia. En ellos, Obama ha logrado una ventaja sobre Romney de entre 5 y 8, en los tres casos. Esto es clave toda vez que entre los 3 estados suman 60 votos del Colegio electoral, y en caso de que se cumplan los resultados por estados que reflejan las encuestas, la fórmula Obama/Biden necesita 23 votos del Colegio electoral –supuestamente cuentan con 247; esto sin contar Nevada y Colorado, que comienzan a inclinarse hacia el Partido Demócrata. Esto deja ver un escenario muy complicado para la fórmula Republicana (Romney/Ryan), que poco éxito ha tenido tanto para combatir a la Administración Obama como para posicionarse en electorado y en su propio partido.

Los temas de ataque y posicionamiento de Mitt Romney fueron desde un principio la economía y la política exterior; lo que aparentemente fortalecería su compañero de fórmula (Paul Ryan). De hecho uno de los pocos temas en que Romney superaba a Obama en las encuestas a nivel nacional, era la economía; los electores percibían al ex Gobernador como mejor preparado para enfrentar las dificultades económicas. Sin embargo los entuertos no se hicieron esperar, particularmente a partir del discurso del Representante por Wisconsin, Paul Ryan, en que aceptó la candidatura a la Vicepresidencia. Pero en las últimas semanas una serie de errores, desatinos e imprudencias eliminaron la ventaja de Romney en el tema económico, e incrementaron la ventaja de Obama en política exterior.

Las propuestas Republicana en política exterior ha estado claramente influida por los neoconservadores y su enfoque Cruzado; el poder disuade, el poder es para incrementar el poder, el poder se aprovecha, el poder obliga, el poder sirve para moldear el mundo de acuerdo a las necesidades. Estas posturas han sido claras e implícitas en la plataforma de Mitt Romney, al señalar a Rusia, China, Irán y Corea del Norte, como enemigos de los Estados Unidos, siendo el poder duro y no el suave lo que debe predominar en la estrategia de política exterior de los EEUU. Pero luego de los ataques a las embajadas estadounidenses –y algunos negocios como KFC- en Inglaterra, Alemania, Siria, Egipto, Israel, Turquía, Irán, Irak, Sudán, Libia, Yemen, Afganistán, Pakistán, Líbano, Túnez, Bahrein, India, Bangladesh, Malasia e Indonesia, Romney criticó la política de Obama en la región, acusándolo o haciéndolo responsable de los ataques y las vidas perdidas en ellos. Los señalamientos del candidato presidencial del GOP –como se le conoce al Partido Republicano- fueron duramente criticados tanto por la población como diversos analistas políticos; incluso miembros del Partido Republicano, como John McCain, reprobaron el golpe bajo de Mitt Romney, subrayando que si bien la política de la Administración es cuestionable, es momento de rezar por las almas de los fallecidos y respaldar al Presidente.

Uno de los principales problemas de Romney ha sido que es percibido como un político originado en la élite económica, muy lejano a la realidad del estadounidense común; en consecuencia no conecta con el grueso del electorado. Por ello es que parte fundamental de la estrategia de campaña –lo que se estableció claramente en los discursos que le precedieron en la Convención Nacional Republicana- era crear una imagen de Mitt Romney como un ejemplo de la Promesa Americana; al menos de tercera generación. Pero el video que se filtró esta semana en que el candidato comenta en un evento de recaudación de fondos que “47% de los estadounidenses dependen del gobierno, y creen que tienen derecho a salud, educación y vivienda”, aclarando además que “ocuparse de ellos, no era su trabajo”, poco ayuda a la imagen del Romney cercano y sensible a las necesidades de la gente. A estos gazapos habría que añadir por ejemplo, las constantes quejas de importantes donadores a la Campaña Romney/Ryan, con respecto a su Coordinador de fundraising, Stu Stevens, por no atender las necesidades de los donadores. ¿A qué se referirán?

El Septiembre negro de la Campaña de Romney ha ayudado al Presidente Obama a obtener ventaja en estados indecisos que podrían definir la elección, pero falta historia por escribir; no sólo la Sorpresa de Octubre, sino los debates presidenciales que comienzan el 3 de Octubre. Los retos se acumulan para Romney; recuperar el tema económico, posicionarse en política exterior, obtener votos de minorías clave, como las mujeres y los latinos. La comunidad LGBQT y afroamericana, son misión imposible.