Por Miguel Angel Valenzuela Shelley y Amando Basurto –
Siempre vale
la pena, hablando de políticas públicas y representatividad republicana, pensar
los periodos político-administrativos no sólo como tiempo que uno tiene de “más”, sino como el
tiempo que a uno le resta para cumplir lo prometido en campaña. Es por ello
que, después de las elecciones de ayer, es deseable que el Presidente Barack
Obama comprenda que lo que tiene son cuatro años menos y que tendrá que cambiar
de estrategia si no quiere ver su gobierno de nuevo amputado por la parálisis
legislativa. Un vistazo inicial a los resultados de la elección permite
proyectar las posibles lecturas políticas que les darán ambos partidos.
El día de
ayer, Obama fue reelecto luego de una apretada contienda que le otorga entre 303
y 332 votos del Colegio electoral –faltando que se determine el resultado en
Florida- contra 206 ó 235 de Mitt Romney. El análisis de los resultados a
grosso modo de una elección (es decir sólo con las cifras finales) impide una
lectura correcta, amplia del propio proceso; esto es especialmente cierto en
los Estados Unidos debido a su complejo sistema electoral. El resultado ya
mencionado parecería indicar una clara victoria de Obama. También el resultado
parcial del voto popular que le da al Presidente 60’075,442 sobre los
57’397,415 obtenidos por el ex gobernador Romney parece ser muy categórico.
Pero es necesario conocer a mayor profundidad el sentido del voto –quién y con
qué características voto en qué sentido- para comprender el resultado del proceso
y cómo se podrían mover los Partidos en un futuro.
Un primer
vistazo a los números indica que a mayor nivel de urbanidad y educativo más
votos para Obama, y a mayor ingreso y práctica religiosa, más simpatía por Mitt
Romney. Eso puede apreciarse, allende las cifras, tanto en los estados que
apoyaron a uno y a otro, como en la dinámica electoral. Es por ello que podía
adelantarse –proyectarse- antes del cómputo final, que Obama ganaría Ohio,
Virginia y Florida por las características urbanas y sociales de los distritos
que faltaban por enviar resultados, sin importar que el Presidente estuviera
debajo en los conteos. En Ohio, por ejemplo,
la región automotriz del estado tardó en enviar los resultados
–Sandusky, Lorain, Cuyahoga, etc.; mismo caso el los condados de
Charlottesville y Albermarle de Virginia, o de Palm Beach, Broward y Miami
Dade, en Florida, que enviaron resultados hasta ya muy entrada la noche, y al
ir llegando estos se invirtieran los resultados parciales.
También se
puede observar que mientras los hombres votaron mayoritariamente por Romney
(52%), las mujeres y los jóvenes lo hicieron por Obama (55% y 60%
respectivamente). Sin embargo, al discernir el perfil de las votantes
encontramos que el voto de las afroamericanas y latinas fue muy relevante: 42%
de las mujeres blancas, 76% de las mujeres latinas y 96% de las afroamericanas
votaron por Barack Obama. El caso del voto masculino es muy similar: 35% de los
hombres blancos, 65% de los latinos votaron y 87% de los afroamericanos votaron
por el Presidente. Lo que se puede apreciar con estas cifras, es que no fueron
mujeres quienes apoyaron al Presidente, sino mujeres afroamericanas y latinas,
es decir, el voto femenino de las minorías. Parece haber no sólo una clara
distinción ideológica, sino racial en el electorado norteamericano.
Una de las
razones por la cual Barack Obama fue re electo, según muchos analistas
(simpatizantes del Partido Demócrata u Obama; cabe mencionar que ya se debate
quién ganó si el Partido Demócrata o el Presidente Obama), es la inspiración
que éste genera en los jóvenes, y el 60% del voto joven parece indicarlo así,
pero una vez más acerquémonos a los números. Entre jóvenes blancos de 18 a 29
años el 44% votó por Obama, mientras el 74% de jóvenes latinos y el 91% de
afroamericanos tomaron la misma decisión. En ese mismo sentido, 55% de los
votantes entre 30 y 39 años apoyaron la re elección demócrata, pero la gran
mayoría fueron latinos y afroamericanos. Se repite la conclusión del voto
femenino; no son los jóvenes que apoyaron a Obama, fue la aplastante mayoría de
jóvenes latinos y afroamericanos. Esto también ayuda a explicar la derrota
Republicana, y les indica qué espacios deben cubrir.
Se puede
deducir que las minorías deciden ahora las elecciones presidenciales
estadounidenses; los blancos, anglosajones y protestantes –el público preferido
por el Partido Republicano- ya no tienen la capacidad de definirlas. También se
puede decir, para evitar simplemente racializar el voto estadounidense, que
ambos partidos políticos han perdido terreno al sobrevalorar el rol que la
economía juega en las elecciones. La política y la decisión de quien será el
próximo presidente no es un asunto de “creación de empleo” (aunque Romney como
Felipe Calderón insistan en ello); la política es un asunto de la
positivización y la defensa de derechos. Ojalá quede confirmado que hoy no se
puede ganar una elección con propuestas que atentan contra los derechos de las
mujeres, de aquellos en situación más vulnerable, del 47% que –según Romney–
son unos vividores del sistema. Es por ello que Obama consiguió ser electo con
uno de los niveles más bajos de aprobación en su administración y con un nivel
de desempleo de más del 8%. Parafraseando un “dicho” muy estadounidenses muy a
menudo: “No, estúpido, no es simplemente la economía.”
Ejemplo de lo
anterior es la aprobación en Maine, Maryland y Washington del matrimonio entre
personas del mismo, o el rechazo de los votantes a una ley que lo prohibiría en
Minnesota; la legalización de la marihuana en Colorado, su uso médico en
Massachusetts; la elección de la senadora Tammy Baldwin (Wisconsin), la primera
persona abiertamente gay electa al Senado; o el número histórico de 20
senadoras. Aún en una severa crisis económica y con altos índices de desempleo,
los votantes tuvieron otras consideraciones además de la economía; Nevada, que
tiene el índice de desempleo más alto del país es sólo un botón de muestra. Al
final, la mayoría de los electores estadounidenses prefirieron prolongar la
administración Obama, con todas sus limitaciones, a darle una sola oportunidad
a quienes proponen políticas ultraconservadoras para “salvar” al país.
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