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miércoles, julio 11, 2012

La democracia mexicana: farsas, tragedias e impugnaciones


Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley.

Los resultados de la elección federal del pasado primero de julio, han dejado al descubierto –una vez más- los problemas, pendientes, debilidades y vacíos de nuestro sistema electoral; otra arista de la (al parecer) perenne problemática institucional mexicana. Se ha logrado mucho desde las elecciones limitadas de los años setenta, el fraude –ese sí, a todos luces- de 1988 y su “caída del sistema”, la (hasta cierto punto) cuestionable elección de Ernesto Zedillo y la sospechosista de Felipe Calderón Hinojosa, doce años después de aquella. La jornada es, sin duda alguna, menos oscura, es transparente aunque confusa; no está exenta de fallas, pero es mucho más confiable que otros ejercicios. Sin embargo, nuestra transición a la democracia, sigue siendo una camino lleno de farsas, tragedias e impugnaciones.

Los reclamos de AMLO y, hay que decirlo, de buena parte de las izquierdas, incluyendo movimientos ciudadanos, están cayendo en la irracionalidad, las suposiciones, el fanatismo, la nada extraña falta de autocrítica y una clara falta de visión a futuro, e inclusive realismo. No haría daño reflexionar un poco sobre algunos de estos argumentos que sostienen (débilmente) la impugnación; misma que se entiende más como una expresión irracional (en el sentido de la filosofía política) del hartazgo y frustración, que como una respuesta articulada y razonada frente a la profunda inequidad del proceso. Lo delicado, es que lo que se necesita –y desde hace 12 años, al menos- es lo segundo, y no lo primero.

En efecto EPN ganó la elección presidencial teniendo a más del 60% del electorado en contra de su candidatura, pero eso no lo hace una imposición, ni ilegítimo; y en todo caso el porcentaje se amplía con AMLO y JVM. Pretender que se desconozca a EPN o que renuncie y sea (nombrado) presidente AMLO, sí sería una imposición. No pretendo ser un apólogo del IFE, ni defensor de EPN o el PRI -¡jamás!- pero clamar “¡Fraude!” o “¡Impugnación!” es un asunto muy serio y debe estar documentado con pruebas irrefutables, no suposiciones, aunque estén fundamentadas en la razón o la historia. No invito al silencio, ni a la sumisión, pero sí a la responsabilidad que supone la presentación de pruebas, a fin de demostrar allende cualquier duda los ilícitos en materia electoral.
A ver, separemos tres cuestiones elementales: una cosa es la jornada electoral en su conjunto, otra el conteo de los votos y aún otra las condiciones en que se desarrolla el proceso electoral en sentido amplio. La primera obedece a los acontecimientos que suceden el día de la elección, ya sea dentro, fuera, cerca o en los alrededores de las casillas; así como todo aquello que impacte en la votación, de manera directa o indirecta, en todo el territorio nacional. Esta fue muy accidentada, no fue tersa, impoluta o inmaculada; nada más lejano a ello. Pero eso no la hace fraudulenta per se. Cierto, el IFE reportó más de mil incidentes el 1º de julio, pero la gran mayoría obedecieron a problemas al instalar las casillas; como las más de 70 casillas en Tamaulipas que tuvieron que cambiar de lugar o que retrasaron su apertura debido a la lluvia. Ahora bien, existen muchos reportes de compra del voto –Soriana y Monex- lo cual debe investigarse y es nuestra obligación exigir penas EJEMPLARES para quienes hayan cometido dichos ilícitos. Eso sí puede calificarse como fraude.

La Ley General de Medios de Impugnación en Materia Electoral es muy clara al señalar que no se puede ejercer presión o violencia física para influir en el resultado de la elección, de hacerlo sería causa de nulidad en la casilla (Artículos 75, 76, 77 y 77 bis). Pero también es clara la Ley al señalar que se deben comprobar dichas acciones, y para que se anule la elección se deben anular el 25% del total de casillas instaladas. No dudo de la compra de votos, pero sí dudo que haya sido exclusivo del PRI; ¿acaso no recordamos las elecciones internas del PRD? ¿ya olvidamos que alguna o algunas tuvieron que ser anuladas, precisamente por la compra de votos? Y también dudo que la compra de votos pueda cambiar el 25% de las casillas, y en consecuencia anular la elección; lo cual por cierto, haría el TEPJF, no el IFE. Por supuesto queda la duda de cómo comprobar que hubo compra del voto; ¿cómo comprobar que Juan Pérez cambió su voto a cambio de una despensa o un horno de microondas? Si estamos insatisfechos con los criterios del COFIPE, del TEPJF o con la Ley mencionada, entonces hay que organizarnos, hay que presionar para que se modifiquen. Pero esas reglas del juego, esos actores, esos árbitros, fueron avalados por los Partidos políticos, no fueron impuestos. El fraude desde la autoridad electoral, al menos en esta elección, es una farsa, un ardid, un sofisma o retórica, pero la limpieza de la jornada electoral también lo es. No porque haya dados cargados, o una conspiración a todo lo largo del territorio nacional para evitar que AMLO sea presidente, sino porque hay permisividad para la trampa, para el cochupo. Porque hay árbitros con muy pocos dientes, e interesados en que eso se mantenga. El IFE no aprobó la Ley, sino el Congreso.
La segunda, el conteo de los votos, se refiere simple y llanamente a eso, al ejercicio de sacar las boletas de las respectivas urnas y ubicarlas en el montoncito que le corresponde: PAN – PRD – PRI – PANAL – Nulos, y posteriormente contar las boletas no utilizadas. Corroborar las cifras finales de la casilla y  registrar el resultado en la sábana respectiva, con la anuencia y aprobación de los representantes de los partidos que ahí se encuentren. En esta elección, vale recordarlo, hubo representantes de todos los partidos políticos en poco más del 96% de las casillas; y simpatizantes de AMLO en más del 98% de ellas. Se reporta el resultado al IFE, se lleva la urna al Instituto, y ahí se lleva a cabo el conteo rápido, que es sólo una muestra estadística y una proyección del resultado. El miércoles posterior a la elección de realiza el cómputo de todas las casillas, y ése es el resultado final, que ratifica el Consejo General del IFE. A grandes rasgos, eso sucede en esta etapa del proceso, y en ella es muy difícil que exista manipulación alguna, toda vez que quienes participan son ciudadanos –no a partidistas muy probablemente, pero tampoco militantes- y además ¡hay representantes de los partidos en las casillas! Por si fuera poco, la UNAM -que de algún prestigio goza y no es de corrupta- analizó los procedimientos del Instituto Federal Electoral y los aprobó –podríamos decir- con Mención honorífica. Ahora, cierto, un buen conteo no significa equidad, ni legitimidad, aunque sí legalidad. De cualquier forma, esa sería otra discusión.

La tercera, es decir las condiciones en que se desarrolla el proceso electoral en sentido amplio, es en buena medida –a mi parecer- la clave del problema en nuestra transición a la democracia. El proceso fue claramente inequitativo, las irregularidades son la regularidad; el caos, la falta de certidumbre, de transparencia, el sospechosismo, la debilidad, temor y acotamiento del árbitro, son la norma, lo normal. Lo que debe estar ahora en nuestra mira es precisamente eso, las condiciones del sistema político-electoral, y del político en su conjunto. Si hubiera ganado AMLO, ¿hubiera estado todo bien? No, las tareas seguirían pendientes, al menos muchas de ellas. Recordemos que algunas de las leyes que el Gobierno del DF ahora presume –y hace bien- fueron detenidas por AMLO, quien por ejemplo quería someter a referéndum algunos derechos de la comunidad LBGTQ. Cosas de la vida, una diputada panista le corrigió la plana. Hay que presionar a los legisladores -vía personal, ONG’s o Movimientos ciudadanos- para que no sea permisible la compra del voto o cualquier otra ilegalidad, para que haya equidad en el proceso, para que haya penas duras ante alguna infracción o ilícito. Si creemos que la Segunda Vuelta electoral resolverá el problema de la legitimidad, entonces presionemos para que se legalice, se regule de forma precisa y no de forma espontánea. Sólo consideremos que la segunda opción de quienes simpatizan con el PAN es el PRI, por cuestiones de Agenda, y no el PRD.

Hay que aceptar, no guste o no, que el voto favoreció al PRI y su candidato; es decir, no sólo a EPN, sino al PRI, eso puede apreciarse en los resultados de la elección general, no sólo presidencial. Afirmar que quienes votaron por el PRI son corruptos o ignorantes, es un error y una irresponsabilidad. Hay millones de personas que eligieron esa opción, y seguramente la mayoría lo hizo consciente de su decisión; no coincido con ellos, en lo absoluto, pero tampoco puedo descalificarlos, ni acusarlos. Merecen respeto a su voto, amén del desacuerdo.
El resultado parece ser definitivo y no se ven signos, pruebas, de que un fallo del TEPJF vaya en sentido opuesto; en consecuencia debemos trabajar con las elecciones intermedias de 2015 y las federales d 2018 en mente. Presionemos por una Reforma del Estado que abra espacios de toma de decisión política, por la transparencia y el acceso a la información, por imponer límites a los grupos de interés, por otorgar dientes a los órganos que lo requieren a fin de articular y construir condiciones democráticas. Consolidemos la rendición de cuentas y sus mecanismos. Construyamos un sistema democrático.

La democracia, una vez más, es mucho más que elecciones; participar es mucho más que votar; rendir cuentas trasciende la re elección y las instituciones gubernamentales; la inequidad no es fraude, la ilegalidad sí lo es. Pensar lo contrario es una farsa y una tragedia.

jueves, julio 05, 2012

Evaluando los daños de la elección federal en México II


–Segunda entrega de dos

–Por Amando Basurto.

Hasta el día de ayer por la noche, al terminar de escribir la presente, los distritos electorales no había terminado de hacer el análisis ni el recuento total de (por lo menos) el 54.5% del total de la elección presidencial. Lo que quedaba cada vez más claro es la enorme cantidad de irregularidades del proceso; lo que ha significado de entrada una bofetada con guante blanco a todos aquellos que repitieron alguna variante del estribillo iluso: “la jornada electoral fue un ejemplo de pulcritud y expresión fina de la democracia mexicana”. Tener que recontar más de la mitad de la elección es un gran revés a la confiabilidad inicial del proceso.

Sin embargo, las irregularidades en las actas no es el peor de los problemas que enfrenta la confiabilidad de nuestro sistema electoral. Si lo es, desafortunadamente, el desaforado uso del poder político, el corporativismo, la corrupción, la compra sistemática de votos y el uso ilegal de recursos públicos en los que se ha convertido la maquinaria política de los partidos políticos. Especialmente las maquinarias estatales del Partido Revolucionario Institucional han demostrado ser el renovado origen de su poder político. Los grandes ganadores de las elecciones del año 2000 fueron los comités estatales que, tras depender del poder concentrado en la figura del presidente desde 1930, obtuvieron descomunales recursos para su operación política local (un avanzado cacicazgo institucionalizado). Estos son los espacios desde donde la coacción y la compra de votos fue orquestada este año con una coordinación difícilmente igualable. Esto ha puesto de cabeza el sistema electoral al que se había (supuestamente) blindado en contra del “embarazo” de urnas. El Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no tienen suficiente facultades para castigar estas ilegalidades y no tienen suficiente poder para anular completamente unas elecciones con tal cantidad de irregularidades. En este sentido, la evaluación arroja números rojos tanto para la confiabilidad general del proceso como para la legalidad con la que proceden los partidos políticos.

¿Cómo hacer para evitar que las dinámicas de corrupción y abuso de la necesidad sigan siendo la constante en nuestro país? Por lo visto una reforma política a fondo no será fácilmente aprobada por la partidocracia mexicana. Lo que nuestro país necesita es una sacudida política; al estilo del “pípila” –ese cuasi-mítico personaje de nuestra independencia– la estructura política necesita ser incendiada desde sus cimientos para reestablecer límites civiles de acción política, imponiendo altos costos al abuso y la corrupción y construyendo definitivamente un sistema electoral confiable. Pero más importante, ¿cómo lo hacemos políticamente antes de que la violencia nos gane el paso y veamos a nuestro país envuelto en una guerra civil?

La evaluación de daños arroja un gran perdedor. El Partido Acción Nacional pierde posiciones políticas en casi todos los puestos de elección por los que compitió el domingo. Perder la Presidencia se suma a la pérdida definitiva de la gubernatura de Morelos, a la reducción de su fuerza en el Distrito Federal y, finalmente, a convertirse en tercera fuerza política en el Congreso. La gran impopularidad de la administración Calderón penetró hondo en el sentir del electorado y Josefina Vázquez Mota no sólo cometió errores graves durante su campaña sino que no pudo desmarcarse del todo para venderse como producto “diferente”. Es muy probable que la bancada intenten convertir al PAN en el partido “bisagra” en la negociación de las “reformas estructurales” con el PRI, pero en todo caso asistirá a las negociaciones con una fuerza muy menguada.

En términos de sistema de partidos, los ciudadanos resultamos perdedores tras la jornada dominical. Que el Partido Nueva Alianza mantenga su registro sólo coadyuva a la institucionalización de la corrupción y el corporativismo. Que Gabriel Quadri haya recibido poco más del 2% del voto presidencial habla muy mal de la política mexicana, en donde algunos prácticamente votarían por cualquiera con tal de no votar por los de siempre. Lo peor es que el recuento distrital podría poner al PANAL en la situación de convertirse en un partido “bisagra”, lo que nos dejaría en manos de un triunvirato temible PRI-PVM-PANAL.
Sorpresivamente, suceda lo que suceda tras los conteos distritales, la revisión de los paquetes con irregularidades y las impugnaciones ante el tribunal electoral federal, los verdaderos ganadores de la jornada del primero de julio son los partidos que conforman la Coalición Movimiento Progresista. Aun si después de agotar todas las instancias legales Andrés Manuel López Obrador no es declarado Presidente, la Coalición consiguió ganar las gubernaturas de los estados de Morelos y Tabasco, así como la Jefatura de Gobierno del D.F. (los números de la elección siguen sin ser finales pero es necesario trabajar con este supuesto). El capital político adquirido es enorme; de no dilapidarlo y coordinarlo, la Coalición se erigirá como segunda fuerza política.

Lo que se requiere es una verdadera autocrítica al interior de la Coalición y una definición de sus prioridades. En caso de que el TEPJF otorgue la constancia de mayoría a Enrique Peña Nieto, la Coalición deberá considerar lo inefectivas que fueron las acciones post-electorales de 1988 y del 2006. Posiblemente la mejor opción sería reconocer el resultado bajo protesta y usar el nuevo capital político para intentar crear un marco jurídico mucho más efectivo en contra de todas las irregularidades que se han presentado en las últimas elecciones presidenciales. Podrían también jugar un papel más constructivo en las reformas fiscal y laboral, y una muy legítima oposición política desde el Congreso. Incluso más importante, podrían utilizar el movimiento construido por AMLO para presionar políticamente y fiscalizar a los gobiernos estatales priístas y panistas, así como para asegurar que los gobernadores de “las izquierdas” cumplan con las expectativas de quienes los eligieron. De esta manera allanarían el camino para la elección presidencial del 2018. Para eso tendrían que reconocer que, a diferencia de los casos de Morelos y Tabasco, ganaron la Jefatura de Gobierno y una mayoría legislativa y delegacional aplastante del D.F. como resultado del efecto Ebrard y no López Obrador. Esto ayudaría a convencer a AMLO de liberar su movimiento de su liderazgo y permitir que trascienda su persona en pos de una izquierda políticamente lista para dirigir el país.

Mientras tanto nos queda estar pendientes al proceso de conteo y calificación de la elección; y debemos hacerlo reconociendo que el IFE, la FEPADE, el TEPJF no tienen las facultades de resolver todos los ilícitos ocurridos durante la campaña y la jornada. Actuar de manera efectiva y estratégica será lo único que puede hacer de este proceso uno constructivo.

viernes, junio 29, 2012

Dudas para joder un voto razonado

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley


A menos de 48 horas de la jornada electoral, seguramente la gran mayoría de los votantes ya estén seguros sobre el sufragio que emitirán, de hecho muy probablemente lo estaban aún antes de que se definiera el candidato por el partido con el cual simpatizan o en que militan. Sin embargo, una parte importante de quienes emitiremos nuestro voto el 1o de julio -sin duda no la mayoría, pero sí un número que podría definir la elección- aún no definimos la intención de nuestro sufragio. Nos debatimos entre seis posibilidades al encontrarnos frente a la inevitable decisión: Josefina Vázquez Mota, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Gabriel Quadri de la Torre, anular nuestro voto o simplemente, no asistir a la jornada electoral, y obviar o evadir nuestra responsabilidad ciudadana. Para quienes nos encontramos en esta situación, aunque nos estemos inclinando hacia alguna de esas posibilidades, los cuestionamientos que a continuación expongo, reflejan las dudas, angustia y sin sabores que enfrentamos. Éstos, podrían a fin de cuentas invitar a una última reflexión antes de tomar la decisión final sobre el proceso electoral y las opciones que se nos presentan.

Idealmente, deberíamos preguntarnos qué candidato o qué plataforma nos atrae más, cuál creemos que es más adecuada, conveniente, etcétera, no obstante, parece que para quienes no simpatizamos (al parecer) incondicionalmente con alguno de los principales partidos políticos, la decisión está entre quién es el menos malo, quién traería menos costos y algunos beneficios. Con base en esa lógica la decisión se hizo muy difícil toda vez que cada una de las opciones nos presentan un alto grado de desencanto, riesgo y dudas. El historial y personalidad de casa uno de los aspirantes a la presidencia de la república, nos generaba muchas dudas, y las campañas que el miércoles 27 de junio han terminado, no hicieron más que profundizarlas; quienes ya habían decidido su voto, sólo utilizaron las campañas para radicalizar sus posturas y tratar de disminuir el apoyo a otro candidato, principalmente a través de las redes sociales.

¿Por qué no votar por Josefina Vázquez Mota? La candidata del Partido Acción Nacional representa continuar con un proyecto de gobierno que si bien ha generado una gran estabilidad económica, cosa no menor si consideramos la inestabilidad que caracterizó a México al menos desde los años setenta y hasta los noventa, también ha traído un gran costo social, se ha incrementado la desigualdad, no ha habido desarrollo que acompañe la estabilidad, la estrategia del presidente Calderón en el combate al narcotráfico ha sido errada y muy costosa, la corrupción se ha incrementado y varios estados han combatido algunas iniciativas progresistas en materia de equidad de género y derechos para la comunidad homosexual. La continuidad se ese proyecto parece alto, pero no habría que hacer a un lado que mientras que buena parte de nuestros socios comerciales pasan por muy severas crisis económicas, lo que ha afectado a regiones enteras, México ha soportado dichas crisis gracias al buen manejo financiero; pero a fin de cuentas esa estabilidad podría desvanecerse si el desarrollo sigue siendo una promesa del futuro...la eterna promesa de las campañas electorales; ¿retórica vacía o sofismas? Aunado a esto, Josefina Vázquez Mota no logró inspirar al electorado, tarea nada fácil, de hecho -a excepción del segundo debate y probablemente el tercero- inclusive la candidata fue rechazada por dos personas a quienes ella "invitó" a formar parte de su gabinete. JVM en más de una ocasión demostró falta de capacidad al entrar en contacto directo con la gente en espacios no controlados -como el caso de Tres Marías- amen de diversos gazapos en declaraciones, comentarios, afirmaciones, etc. Tal es el caso de su último comentario, al señalar que invitaría al presidente Calderón formar parte de su gabinete como Secretario de Seguridad.

¿Y Enrique Peña Nieto? Para muchos es difícil pensar en el regreso del PRI a la presidencia de la República. Hace apenas doce años México salió del "dominio priísta", de la "dictadura perfecta", y comenzamos un largo camino, una transición hacia algo aún por definir. En esa transición el PRI aún no tiene cabida en la Presidencia, consideramos muchos. Pero no sólo por la historia, desestimada por muchos priístas, sino por el presente. ¿Cómo convencernos de un nuevo PRI, cuando mantienen viejas "tradiciones" como proteger a miembros de su partido aún frente a serias y documentadas sospechas de ilícitos? Tal es el caso de Mario Marín, Arturo Montiel, Ulises Ruiz, Humberto Moreira, Fidel Herrera, Carlos Romero Deschamps o el propio candidato Peña Nieto, quien fungiera como tesorero durante la gobernatura de Montiel. ¿De qué nuevo PRI está hablando el candidato? Cuando seguimos viendo compra de votos, rebase de topes de campaña, bodegas llenas de artículos "promocionales" que van desde playeras hasta estufas, televisores o refrigeradores, ¿A qué viejas prácticas ya desaparecidas hace alusión? ¿Cómo creer en un candidato y su promesa de gobernar para todos, de dialogar con todos, cuando es incapaz de manejar un escenario adverso con estudiantes, de enfrentarlos -no confrontarlos- y/o de aceptar una invitación para in tercer debate? La victoria de EPN significaría la desesperanza del pueblo mexicano ante un proceso inevitablemente largo, como lo es la transición a la democracia, lo que además en nuestro caso significa muchas cosas y no sólo alternancia en el poder. Significaría muy probablemente, autoritarismo, como lo demostró en muchas ocasiones como gobernador del Estado de México. Pero también sería una muestra de la falta de crítica del electorado, de lo pobre de cuestionamiento, o de lo fácil que es lucrar políticamente con la pobreza, o de la corta memoria histórica, o de lo fácil que compramos un producto tan pobre, tan vacío; o del éxito de la alianza entre televisoras y partidos políticos. O todo junto.

¿Y AMLO? Andrés Manuel López Obrador representa una opción natural para muchos, merecida para otros, real de cambio para la mayoría de quienes lo apoyan, ya sea por fe, esperanza o convencimiento. Pero muchos otros no estamos tan seguros y menos convencidos. AMLO es tenaz, sin duda, pero fácilmente se convierte en necedad. Comunica e inspira a buena parte del electorado, pero mantiene un discurso maniqueo, mismo que ha matizado en las últimas semanas. Habemos muchos que creemos en una opción de izquierda a la situación que vivimos, al modelo de nación, de desarrollo, pero dudamos que AMLO la represente. En verdad parece ver un escenario de los años setenta, en política interna y exterior, en la que afirma que México no será colonia de nadie; ¿De qué está hablando? Parece retórica y puede suponer a qué se refiere, pero no hay mejores formas de comunicarlo en el siglo XXI!? ¿Qué pasa con las instituciones? No soy un defensor de ellas a rajatabla, y creo que el pueblo es un actor político cuando toma el papel de legislador o cuando toma las calles, pero desconocerlas o ponerlas en tela de juicio sin pruebas sólidas, reales y casi irrefutables, es muy irresponsable y -sin duda- poco democrático. Hace algunas semanas él cuestiono y descalificó al IFE, me pregunto si tendrá la misma opinión si resulta ganador del proceso electoral. Ya había hablado de someterse a una consulta popular al segundo años de su mandato, lo hizo en la Ciudad de México, con un método muy cuestionable, por cierto. Pero, ¿Qué tanto tomaría en cuenta a la sociedad, si a veces uno podría pensar que ni a sus asesores considera? Sin embargo, AMLO tiene un elemento muy importante a su favor, el gabinete que ha propuesto -y al que no le han declinado invitación alguna- es muy interesante toda vez que está compuesto de personas con muy buena trayectoria, reconocidas y confiables. ¿Será suficiente?

¿Quadri? Para la mayoría, según lo dictan las encuestas y el sentido común, Gabriel Quadri no es una opción real ni deseable en el proceso electoral del próximo domingo. La razón es muy sencilla y suficiente para no considerarlo como opción; Quadri significa Elba Esther Gordillo, es decir corrupción, es decir mantener a la sempiterna secretaria del SNTE como un parásito más viviendo -a todo lujo- del presupuesto. Quadri quiere convencer al electorado de su origen ciudadano, pero en realidad es un peón al servicio de Elba Esther Gordillo y del propio PRI; aquel distanciamiento entre ambos partidos políticos es una clara farsa. Un solo voto a Gabriel Quadri significaría darle un tentáculo más a la Secretaria del SNTE, y sería una clara muestra de la mediocridad o inocencia de nuestra ciudadanía.

¿Anular o no ir, he ahí el dilema? Votar es un derecho, pero también una obligación, por tanto me parece que la opción de simplemente no ejercer ese derecho, es una grave falta cívica y de respeto a nuestra historia. Debemos comprometernos con la sociedad, con el país, con nuestra familia, con nosotros mismos. Ahora, contrariamente a la corriente que se expresa mucho en las redes sociales, considero que anular el voto es una opción válida en cualquier elección. Hay que tener claro, eso sí, que el voto nulo es una apuesta a la siguiente elección, no a la presente. La apuesta consiste en que si el porcentaje del voto nulo -ir a la casilla y anular la boleta- supera a la diferencia entre primer y segunda lugar de la elección, los partidos se preocuparán por atraer a esos votantes en la siguiente elección y con ello tener más legitimidad, ganar la elección y/o más curules en el Congreso.

La moneda sigue en el aire, ya que las elecciones no se ganan ni con encuestas, ni con marchas descomunales, sino con votos, y según estudios la mayoría de los indecisos y algunos que no están del todo convencidos, definen su voto al estar frente a la boleta electoral. Hasta ese momento, muchos nos haremos estas y otras preguntas; decidiremos, y entonces le daremos paso a la esperanza y la fe. Paradojas de la modernidad, aún ahora.

martes, junio 19, 2012

Carta Abierta al ingeniero Gabriel Quadri de la Torre


Escribo esta carta con la intención no sólo de expresarle abiertamente mi sentir con respecto a su actual candidatura a la Presidencia de la República sino de proponerle algo. No es necesario conocerle para saber, después de leer sobre los estudios que ha realizado, los puestos que ha ocupado y sus logros, que es usted una persona inteligente. Además, es evidente que usted ha sido y puede ser una persona valiosa en la promoción de temas de protección ambiental y desarrollo sustentable como lo demuestra especialmente su trabajo desde la sociedad civil y la iniciativa privada.

Lo que uno no alcanza a comprender, tras la lectura de su trabajo y sus logros, es por qué aceptó ser el candidato del Partido Nueva Alianza. Es incomprensible no sólo porque usted tendría que ser un “político de siempre” (de esos que con razón descalifica todo el tiempo) para pagar el costo político de vincularse al partido dirigido por la familia de la señora Elba Esther Gordillo, sino también porque tras abanderar el esfuerzo electoral de dicho partido va a ser muy difícil que recupere su imagen de probidad y su valía para la sociedad civil.

Aunque muchos le creemos que usted no fue designado por la señora Gordillo como candidato, no creemos que sea tan escaso de entendimiento como para no comprender que su labor se reduce a ayudar a obtener los votos suficientes para que el PANAL mantenga su registro. Es difícil creer que la dirigencia del partido se esté aprovechando de su inocencia y de su inexperiencia para que usted no se de cuenta de que sólo es un instrumento de subsistencia del partido. Que usted, en pocas palabras, trabaja para ellos. El que el PANAL le otorgue tanta autonomía en términos de plataforma sólo indica que no importa lo que usted diga o prometa en campaña mientras se consigan los votos suficientes para mantener el registro. El resto de los ciudadanos y la misma dirigencia del PANAL estamos seguros de una cosa: usted no ganará la elección presidencial del primero de julio. Lo único que conseguirá, en grave detrimento de la democracia mexicana, es la permanencia del partido político que representa la cúspide del sistema corporativo mexicano (sí, ese de chantaje y corrupción). Muy en el fondo usted también sabe que esto es cierto.

Es por ello que me he decidido a escribir y proponerle una alternativa; la única alternativa que no sólo le permite retener su dignidad sino que le permite hacer algo con verdadero valor histórico y político: renuncie públicamente a su candidatura (sin declinar a favor de nadie) y permita que el Partido Nueva Alianza siga su curso natural de extinción. Mantener su candidatura no es asunto de dignidad o de palabra, sino de terquedad, incompetencia y falta de ética política. Hoy tiene una oportunidad única de hacer algo que cambie la historia del el sistema político mexicano, no hacerlo lo hace cómplice (consciente o no) de los “políticos de siempre”.

Atentamente
Mtro. Amando Basurto Salazar