Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley
El escenario de una Convención disputada o abierta prácticamente
ha desaparecido, con lo que se confirmaría la contienda entre Hillary Clinton y
Donald Trump por la presidencia de los Estados Unidos de América. La elección
tendrá lugar el segundo martes de noviembre –en esta ocasión martes 8- y aunque
todavía falta que los candidatos acepten la nominación en sus respectivas
convenciones, veremos de aquí hasta ese momento una gran cantidad de encuestas
y proyecciones que de una u otra manera nos mostrarán parte del escenario
electoral, principalmente en estados que podrían decidir quién ocupará la Casa
Blanca en los próximos cuatro u ocho años. En este artículo presentaré la
situación que parecen enfrentar ambos partidos, partiendo de la pregunta ¿podrá
Donald Trump repetir la sorpresa y convertirse en el 45º presidente de los
EEUU?
Aunque en un principio la élite política del Partido Republicano
–el establishment Republicano- no consideró posible que Donald Trump fuese el
eventual candidato del Grand Old Party
(GOP) –como se conoce a dicho Partido- conforme la candidatura del
empresario neoyorkino cobró fuerza,
aquella intentó evitar que se convirtiera en su abanderado. No obstante,
el apoyo a John Ellis “Jeb” Bush, posteriormente a Marco Rubio y finalmente a
Ted Cruz –quien inclusive trató de ganar delegados al nombrar a la otrora
empresaria y precandidata Carly Fiorina como compañera de fórmula- fueron infructuosos y probablemente ayudaron a
la victorias de Trump en Florida, Indiana o Texas, en algún sentido. Es decir,
Donald Trump está a punto de ser el candidato Republicano a la presidencia a
pesar (o tal vez gracias) al establishment del GOP; habrá que ver cómo pesará
esto en la elección general de noviembre.
De acuerdo al sistema electoral de los EEUU un candidato o
candidata, necesita 270 votos del Colegio electoral para ganar la Presidencia,
por lo que esa es la cantidad que se debe buscar en las sumas y restas de los
votos del Colegio electoral que representa cada estado de la Unión. Toda vez
que quien gana un estado se lleva todos los votos –a excepción de Nebraska y Maine que pueden dividirlos, pero
aportan muy pocos votos del Colegio electoral; 5 y 4, respectivamente- y que
las ciudades más pobladas pueden decidir la elección, hay que poner atención en
la distribución poblacional y sus características, lo que –dicho sea de paso-
ha modificado el mapa electoral. Es decir, la población blanca tradicional (White Anglo Saxon and
Protestant, WASP) ya no decide por sí sola cada vez más estados, y son las
minorías las que lo están haciendo; mujeres, negros, latinos y homosexuales,
principalmente, son grupos de ciudadanos que deben ser más tomados en cuenta
como parte fundamental del crisol estadounidense, no sólo en el discurso, sino
en las políticas públicas, en el ideario político. He aquí la clave de la
cuesta arriba Republicana.
Le elección de 2012 alejó claramente a los Republicanos de las
minorías; en aquella Obama obtuvo 332 votos del Colegio electoral contra apenas
206 de Mitt Romney. Pero más aún, confirmó la tendencia Demócrata al alza y la
baja Republicana. Si comparamos el mapa electoral de 2004 (GW Bush vs JF Kerry)
con el de 2012 (BH Obama vs WM Romney), los Demócratas han ganado en 2008 y
2012 los estados de Florida, Colorado, New Mexico, Ohio, Virginia, Nevada y
Iowa, es decir 88 votos del Colegio electoral; eso explica la victoria en 2008
por 365 contra 173 y la ya mencionada en 2012 (332 versus 206), pero también es
un indicador importante para esta elección, pues muestra una tendencia.
Donald Trump retó al establishment Republicano y ganó, lo que
alimenta su afirmación con respecto a que puede ganar aún sin los Republicanos
–refiriéndose a la élite del Partido- el problema para Trump es que si los
Demócratas ganan los 19 estados que han ganado en las últimas 6 elecciones más
Florida y Washington D. C., Hillary Clinton sería la 45ª presidenta de los EEUU
al sumar 271 votos del Colegio electoral; y eso en una perspectiva en cierto
modo conservadora, ya que algunas proyecciones dan a Clinton un resultado
favorable de 337 contra 201 de Trump. Esta es una de las razones por las que la
campaña de Trump y algunas casas encuestadoras, como Quinnipiac University,
intentan manipular al electorado amañando algunos resultados en las encuestas.
Por ejemplo, el día de hoy -10 de mayo- Donald Trump celebró en redes sociales
el hecho de que un estudio de la mencionada Universidad lo ubica por delante de
Hillary Clinton en un estado importante, representativo
(cuestionable) y no definido, como es Ohio, sin embargo, este estado tiene un
79% de población blanca votante y el estudio se realizó con un 83%, cosa no
menor toda vez que la diferencia entre el Republicano y la Demócrata es
precisamente de 4%.
Un estado clave en las aspiraciones presidenciales y que ha sido
muy peleado es Florida. Muchos podrían pensar que dado que dos de los
principales contendientes por la candidatura Republicana pertenecen
políticamente a dicho estado –Marco Rubio y Jeb Bush- los 29 votos que otorga
Florida irían a la columna de Trump, pero los Demócratas han ganado las dos
últimas elecciones ahí. En 2000 GW Bush ganó el estado por 537 votos, pero
Obama lo hizo por poco más de 100 mil en 2008 y por cerca de 74 mil en 2012; y
lo que es más, Clinton aventaja a Trump por 7% de acuerdo al promedio de
Election Projection, según distintas encuestadoras en un reporte actualizado el
día de hoy (mayo 10).
Si vemos el escenario desde la perspectiva Republicana la
situación es peor, pues aún ganando los estados que tradicionalmente obtiene o
que ha ganado en las últimas seis elecciones, el GOP contaría con 102 votos
electorales, es decir que aún debería buscar 168 más. Cierto, es muy probable
que gane 9 estados más que significarían 117 votos del Colegio electoral y
podría pelear Colorado y Florida, que los llevaría a 255, pero aún así quedaría
corto por 15 votos. La pregunta no es sólo de dónde sacaría esos votos, sino si
alcanzará los votos necesarios para estar en la pelea, y es que la apuesta
Republicana en las últimas dos elecciones ha sido por el voto blanco,
alejándose de las minorías; estrategia que no sólo está repitiendo Donald
Trump, sino que está yendo más allá al afirmar que podría ganar sin el
establishment Republicano.
En cierta forma Donald Trump es la expresión de
Obama en el GOP, es decir, Barack Obama tuvo un gran apoyo del electorado por
ser un outsider, es decir, un
político ajeno (hasta cierto punto) a la clase política tradicional, al
establishment Demócrata. Por eso Trump ha tendido tanto apoyo en estados como
Indiana o incluso Florida, pero Obama contaba con las minorías y eso decidió el
proceso electoral; lección –al parecer- aprendida por el Partido Republicano al
contar con candidatos como Carly Fiorina, Ben Carson, Ted Cruz o Marco Rubio,
pero el candidato será Donald Trump. La carrera por la Casa Blanca está
definida y al momento, es cuesta arriba para el Grand Old Party y su incómodo
candidato.
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