viernes, enero 13, 2012

Las candidaturas ciudadanas “patito”


Por Amando Basurto
En México, los últimos reacomodos en las “pre-campañas” han sido no solamente vertiginosos sino incluso sorpresivos. Después de ver la manera tan cívica en la que Marcelo Ebrard concedió la candidatura ante la popularidad de Andrés Manuel López Obrador y en la que Manlio Flavio Beltrones se retiró para dejarle el camino libre a Enrique Peña Nieto, parecía que la disciplina y el claro perfil partidista de los candidatos sería la principal característica de las elecciones. Incluso los panistas, a pesar del boxeo de sombra y el intento de madruguete, parecen haber encontrado la manera de competir sin llevarse al partido entero entre las patas. En ninguno de estos casos están en duda las credenciales partidistas de los aspirantes. Sin embargo, los últimos cambios en las pre-candidaturas para jefe de gobierno del Distrito Federal modifican las cosas, aunque sea un poco.

En el caso del Partido de la Revolución Democrática, las dimisiones han sido radicalmente opuestas en sus formas y contenidos políticos. Por un lado, Mario Delgado abandonó la competencia sin sumarse ni declinar a favor de otro candidato; recodemos que la declaración de su renuncia fue sencilla, muy directa, y sin aspavientos. Sin tonos derrotistas, Delgado se reconocía simplemente como un no-favorito. En contraste, el Senador Carlos Navarrete declinó en una ceremonia festiva, casi triunfalista, en la que le levantó la mano a Alejandra Barrales. La intención es, obviamente, sumar fuerzas y contrapesar la cargada que apoya a Miguel Ángel Mancera. Y no es que Mancera represente a una tribu opuesta; exactamente lo contrario: es un incondicional de Ebrard que no milita en el PRD y que no ha militado en ningún otro partido. Su alto perfil técnico y su bajo perfil partidista parecen representarle una importante ventaja.

Algo parecido, que no igual, sucedió en la designación de la señora Isabel Miranda de Wallace como candidata por el Partido Acción Nacional para la jefatura del Distrito Federal. Hay que recordar que el PAN ha criticado la manera en que los candidatos a la presidencia del PRI y PRD son “únicos” y “designados desde la cúpula;” a diferencia de la “gran competencia democrática” en la que participan Santiago Creel, Ernesto Cordero y Josefina Vázquez Mota. Evidentemente los jalones de pelo y las bofetadas poco amistosas entre estos influyó en la drástica decisión tomada en el caso del Distrito Federal. Dejar a jóvenes promesas políticas del partido como Gabriela Cuevas, Mariana Gómez del Campo y Carlos Orvañanos como el chinito –nomás milando– no ha de haber sido fácil pero tal vez necesario. Si, necesario no sólo para evitar mayor desgaste en el partido como consecuencia de la “competencia democrática” sino también para enlistar como candidata a alguien que tenga un perfil más “ciudadano” que “partidista”. ¿Qué aceptaron los pre-candidatos en la negociación? Sólo lo sabremos si la Señora Miranda gana la jefatura.

De manera tal que si el candidato termina siendo Miguel Ángel Mancera, tendremos al PRD y al PAN presentando candidaturas ciudadanas “patito.” El ejercicio será, por decir lo menos, interesante. Si alguno de los dos ganase la elección podríamos ser testigos de una de dos: podemos soñar con que el carácter ciudadano del nuevo jefe de gobierno modificase los patrones clientelares de los partidos (por lo menos en el D.F.), y posiblemente sería un sueño frustrado porque muy probablemente presenciemos el poder que tienen los partidos políticos para corromper tan falsa “ciudadanización” de sus candidaturas. Sea cual sea el caso, las ventajas de Miranda y Mancera son a la vez el talón de Aquiles del PAN y el PRD: un deseo de mayor ciudadanización y menos partidocracia.

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