El Gobierno Abierto y los retos de la ciberdemocracia.
Durante el siglo XX la democracia se consolidó como herramienta
legitimadora de gobiernos dado su carácter plural, representativo, incluyente, transparente
y participativo. Sin embargo, los gobiernos democráticos han sido en su mayoría
gobiernos cerrados, en los que cambió una clase política por otra, o bien, se
incluyeron actores al sistema político, pero no hubo transformaciones
sustanciales en la estructura política, que abrieran espacios de participación
ciudadana más allá de procesos electorales, mismos que si bien son muy
importantes, son sólo un forma de participación; algo así como la transición a
la democracia en México.
En consecuencia, la distancia entre los intereses de los gobiernos, los
partidos y los políticos, con respecto a los de la sociedad en su conjunto (o
de grupos dentro de ella) se ha ampliado, generando con ello una severa crisis
del sistema o mostrando su verdadero rostro. El descontento e incluso el
hartazgo ante tal situación es claro, evidente y está en expansión, sin
embargo, la apatía y la parálisis política de grandes sectores de la población,
resultantes de la ignorancia (o de su prima sexy, la desinformación) así como
de falta de mecanismos de participación o denuncia, están siendo revertidas
gracias a la mega expansión de la web (y sus versiones) al ciberactivismo
(desde Wikileaks hasta Anonymous) así como a la constante presión y
participación de individuos y organizaciones no gubernamentales en diversos
temas.
Como uno de los resultados de esta tríada, o al menos coincidiendo con
ella y con la crisis de los gobiernos democráticos cerrados, está la Open
Government Partnership (OGP; Alianza por el Gobierno Abierto, AGA, en español) que
es una iniciativa multilateral encaminada a propiciar compromisos concretos por
parte de los gobiernos para promover la transparencia en la información
gubernamental y garantizar el libre acceso a ella; aumentar la participación
ciudadana en los asuntos públicos; y la colaboración entre el sector público,
el privado y la sociedad (en toda su diversidad) aprovechando las nuevas
tecnologías a fin de combatir la corrupción y robustecer la gobernanza. Es
decir, construir desde distintos polos un verdadero gobierno democrático
abierto; la redundancia es discutible.
A la fecha y luego de poco más de cuatro años de existencia, la AGA
cuenta con 68 países y se configura como una de las iniciativas internacionales
voluntarias más vigorosas, con un desarrollo vertiginoso y un respaldo financiero
seguro al menos al mediano plazo, condición sine que non para el desarrollo de
los procesos indispensables para la tranformación de los gobiernos y el impulso
de la participación ciudadana. Ahora bien, aunque AGA ha impulsado
importantemente el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información como
herramientas eje en la ampliación de la participación ciudadana –lo que es
comprensible desde una visión urbana y/o de un país desarrollado- es
indispensable subrayar que los procesos de Gobierno Abierto no pueden limitarse
a la plasticidad de las “apps” o de la web 2.0, 3.0, etcétera. Éstos deben
adaptarse a las necesidades y condiciones de países en desarrollo o tan
disímbolos (¿acaso plurisímbolos?) como México; he ahí el reto que se nos
presenta en la construcción de la democracia abierta.
El pasado mes de octubre se llevó a cabo en la Ciudad de México la
Cumbre Global de la Alianza, reuniendo a más de 3500 asistentes de más de 70
países. Más allá de la Cumbre misma, en donde allende el intercambio de
experiencias nacionales y locales en la construcción del Gobierno Abierto, fue
evidente la diferencia de condiciones en las que se desarrollaba el proceso
mismo, así como de voluntades y niveles de compromiso gubernamental. Por
ejemplo, México ha hecho importantes avances en el marco de la AGA -no sin
cuestionamientos, tal es el caso del Plan de Acción 2011-2012, elaborado sin la
participación de la sociedad civil- como la creación de un Secretariado Técnico
Tripartita (STT) que encabeza y articula acciones o programas de diversas
dependencias de gobierno dentro de AGA, y está conformado por una
representación del Ejecutivo Federal (la Oficina de la Estrategia Nacional
Digital de la Presidencia), una representación del Instituto Nacional de Acceso
a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) y una representación
del Núcleo de Organizaciones de la sociedad civil. Pero contrariamente al
espíritu de AGA y de la idea de Gobierno Abierto, ha sido dudoso su accionar
(por decir los menos) en temas de corrupción e impartición de justicia.
Por último, cabe destacar que el eje temático de la Cumbre fue la vinculación de AGA con los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Esta concatenación entre AGA y ODS, abre un abanico de oportunidades y de sinergias temáticas que representa una invitación a la participación ciudadana para avanzar en los temas que la comunidad internacional ha destacado como críticos en el mediano plazo. La construcción de esta democracia abierta, de este Gobierno Abierto (en transición, por cierto, a un Estado Abierto) está permitiendo a la ciudadanía definir la agenda local, nacional y/o global de acuerdo a percepciones, realidades e intereses comunes, frente a intereses particulares (de gobierno, de partido o individuales). Pero es imperativo tener claro que estos procesos, no serán tersos y que nuestra participación es una condición sinne que non. Estos son los retos de la democracia abierta, nuestros retos como ciudadanos.
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