miércoles, noviembre 30, 2011

Sobre la "primavera árabe" y su complicada perspectiva.

Por Miguel Ángel Valenzuela Shelley.


Hace unos meses vimos con asombro cómo países con añejos gobiernos autoritarios, se cimbraban ante la presión de las masas en la calle, en las plazas, en la Internet. El clamor popular por participación, inclusión y derechos civiles hicieron que gobiernos con décadas en el poder tuvieran que prometer reformas, ceder espacios políticos o declinar al ejercicio del poder. En algunos casos, como el egipcio, las promesas de reformas a corto o mediano plazo no fueron suficientes y los mandatarios fueron obligados renunciar.

A meses del inicio de estos movimientos –el final de ellos no se ve próximo y aún es pronto- no está claro el rumbo que tomarán las revueltas populares en la región. En el amanecer de la “primavera árabe” había la esperanza –o la idea- de que una ola de revoluciones demoliberales recorrerían el norte africano y Medio Oriente, sin embargo, no eran pocas las voces que advertían –y aún hoy- que estos movimientos no residían en el espíritu democrático, sino que atendían a crisis particulares ajenas a los valores e ideales de la democracia occidental. No obstante, cabe la aclaración de que no toda democracia es liberal, pero sí debería ser participativa, y eso es el común denominador de los movimientos sociales árabes de los últimos meses.

Autoritarismo, malas administraciones, demografía y desempleo, fueron los principales detonantes de una crisis que comenzó en Túnez y que aún está por verse su alcance y profundidad. El problema que ahora enfrentan las revoluciones árabes es, al igual que muchas revoluciones, abrir un espacio político real ante fuerzas que pretenden –luego de aprovechar el ímpetu democrático- limitar y contener el clamor popular.

Egipto es particularmente foco del escepticismo, pues del gobierno militar de Hosni Mubarak se transfirió el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA); de un gobierno militar  a otro. El CSFA prometió transferir el poder a un gobierno civil luego de organizar elecciones para fines de 2012, pero ante el reclamo popular y de las diversas fuerzas políticas –como los partidos liberales y los Hermanos Musulmanes- ha ofrecido adelantar los comicios para mediados de 2012 e inclusive –en las últimas horas- la organización de un gobierno civil de transición a manos de un antiguo colaborador de Mubarak, Kamal al Ganzuri. Propuesta rechazada por las distintas fuerzas políticas.

El problema de Egipto es cómo organizar un gobierno de transición legítimo y consensuado; ¿cómo negociarán fuerzas tan disímbolas como los ocho partidos islamistas y los catorce liberales, entre ellos socialdemócratas? Habrá que esperar probablemente a los comicios escalonados para el Parlamento que tendrán lugar entre este lunes 28 de noviembre y febrero del próximo año. ¿Cómo quedará la correlación de fuerzas, si se calcula que un 20-30% apoya a los Hermanos Musulmanes y un 20% a los partidos liberales? El restante 50% del electorado no tiene una  postura definida. Esto amén de las rivalidad entre el CSFA y los Hermanos Musulmanes, que divide importantemente al país.

Otro foco de atención y escepticismo, con sobrada razón, es Siria, pues en las últimas semanas ha habido un recrudecimiento de la represión por parte del gobierno a los movimientos civiles que protestan contra cuarenta años de gobierno de la familia del presidente Bashar al Assad. Esto ha generado por un lado una severa crisis humanitaria en gran parte del país, y por otro una gran oleada de refugiados sirios a Turquía. El escenario llama cada vez más la atención de potencias que por diversos motivos, sobre todo geopolíticos, quisieran intervenir en la región y así tener influencia en la reconfiguración política de la región, no únicamente Siria.

Países como Libia o Túnez ya están dando los primeros pasos en la conformación de un nuevo gobierno –el primero debe organizar comicios constituyentes en ocho meses y el segundo recién ha inaugurado su Asamblea Constituyente- pero todavía queda por ver –al igual que en Egipto y Yemen que apenas ha anunciado medidas para nuevas condiciones políticas- qué papel tendrá la sociedad en la reconfiguración sociopolítica, e incluso las fuerzas políticas organizadas.

En efecto es dudoso que haya un espíritu demoliberal impulsando a la “primavera árabe” como fenómeno amplio, pero sin duda se encuentra en algunas fuerzas políticas, así como otras filosofías políticas. Lo que sí está presente es la participación ciudadana en la reconfiguración política de sus Estados, ese es sin duda un ejercicio democrático que buena falta hace en otros horizontes. Lo que está por escribirse es sin lugar a dudas la parte más complicada e interesante en la refundación o reorganización de un Estado: la organización de un nuevo sistema político, o al menos diferente; un proyecto o idea de nación incluyente, participativo y con amplios derechos y obligaciones sociopolíticas.