Por Amando Basurto-
Tras el discurso de Andrés Manuel López Obrador en el mitin del día ayer en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, vale la pena pensar lo que su escisión con los partidos del Movimiento Progresista significa y significará en un futuro cercano. Sin embargo, un análisis así admitiría el status quo de “las izquierdas” en México en vez de cuestionar críticamente qué significa ser de izquierda en nuestro país.
Tras el discurso de Andrés Manuel López Obrador en el mitin del día ayer en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, vale la pena pensar lo que su escisión con los partidos del Movimiento Progresista significa y significará en un futuro cercano. Sin embargo, un análisis así admitiría el status quo de “las izquierdas” en México en vez de cuestionar críticamente qué significa ser de izquierda en nuestro país.
Desde sus antecedentes Jacobinos, la
“izquierda” ha sido una denominación política poco clara y por ello mudable. El
origen de la palabra se remonta a la Francia revolucionaria del siglo XVIII y
se refería a la posición que (en los Estados Generales y luego en la Asamblea
Nacional) tomaron los más radicales defensores de la República (los Jacobinos).
El Reino de Terror instaurado por
Maximilien Robespierre dotará de un específico carácter de “violento” al
concepto de “izquierda”. Más tarde, los rasgos “radical y violento” fueron
reforzados al denominar a todo movimiento Socialista y Comunista como de
“izquierda”. Finalmente, “la izquierda” ha sido utilizada para etiquetar a los
anti-conservadores de todo tipo (incluso a los liberales demócratas como Barack
Obama en los Estados Unidos).
Pero, ¿qué significa ser de izquierda
hoy en México? No significa, de seguro, un antimonarquismo radical (eso lo eran
algunos miembros de las fuerzas insurgentes independentistas a principio del
siglo XIX). Tampoco significa ser simplemente “radical”, porque en todo esquema
político hay tanto radicales de derecha como de izquierda (radical es sólo una
posición relativa y no requiere ser violenta). Mucho menos significa ser
Socialista o Comunista; o ¿acaso creemos que Cuauhtémoc Cárdenas, López
Obrador, Jesús Sambrano, o Dolores Padierna son Comunistas? Entonces, ¿son
anti-conservadores? ¿Cómo se puede ser anti-conservador si en su discurso
representan viejas formas de corporativismo estatal que fueron práctica común
en el México de la década de los 50?
¿Ser de izquierda en México significa
ser “progresista”? ¿Liberal? ¿Ultraliberal? ¿Estar en contra del poder del
clero y de la concentración del poder en un solo nivel de gobierno? ¿Es estar a
favor de la defensa de los Derechos Humanos? ¿Es una posición de gobierno o
sólo se puede ejercer desde la oposición? Tal vez, en México, no se pueda
ejercer ni desde el gobierno ni desde la oposición porque en ambos casos se
está limitado a los límites institucionales y a las componendas de partido.
¿Será que sólo se puede ser de izquierda de manera constructiva y sin ataduras
corporativas desde la sociedad civil?
Estas preguntas vienen a colación de
que el “izquierdoso más peligroso de y para México” ha decidido separarse de
los partidos del Movimiento Progresista. López Obrador hecho pública su
voluntad de proseguir con su papel de “luchador social” fuera de la vida
partidista. Por lo menos hasta que los congresos de MoReNa no decidan que
intentarán constituirse como partido político.
Por un lado, la separación de López
Obrador del Movimiento Progresista es una buena noticia en lo general. No sólo
porque abre la posibilidad, como dijo Jesús Ortega, de que se termine la
“esquizofrenia” de la izquierda; y digo posibilidad porque el ex-dirigente del
Partido de la Revolución Democrática parece sobrevaluar la figura de López
Obrador y menospreciar la gran aportación “esquizofrénica” de las tribus al
interior del PRD y de la pluralidad que representan “las izquierdas”. De hecho,
al contrario, si MoReNa se constituyese como partido político, el primero de
los efectos sería una mayor esquizofrenia y una potencialmente mayor fractura
entre las izquierdas. Por desgracia las batallas campales las acabará pagando la
ciudadanía; especialmente la sociedad civil organizada podría encontrar los espacios
de negociación copados y/o ya muy repartidos.
Difícil tarea pues la de definir a la izquierda en México. Aún más difícil será para los que se denominan de izquierda reconstituirse no sólo como una alternativa viable no de gobierno, sino como una alternativa viable y constructiva de acción desde la sociedad civil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario