jueves, marzo 10, 2016

Del DF a la Ciudad de México II


Oportunidades en la transformación.

El próximo 5 de junio elegiremos en el aún Distrito Federal a 60 de los 100 diputados de la Asamblea Constituyente que serán los encargados de elaborar el marco jurídico que regirá a la nueva Ciudad de México; con esto se dará un paso muy importante en el proceso de transformación que vivimos en la capital del país, pero no es el único, el último o el más importante. En las próximas semanas es muy probable que el tema de la elección de diputados constituyentes gane espacios al taquillero Donald Trump y su antimexicanismo por demás altisonante, propagandístico e irresponsable. A esto podría seguir una superficial discusión en los medios de comunicación sobre algunos aspectos de la Constitución para la Ciudad de México, pero difícilmente veamos en diversos foros –mediáticos o no- una gran cantidad de discusiones sobre temas que en Nomos Político nos parecen de suma importancia, tales como rendición de cuentas, transparencia, participación ciudadana, gobierno abierto, parlamento abierto, equidad  y otros. Conceptos que deberían ser indispensables no sólo en la creación de un marco jurídico para una ciudad (del siglo XXI), sino en la transformación de la ciudad misma.
En la pasada entrega de este artículo –Del DF a la Ciudad de México, Nubarrones en el escenario- se mencionaron algunas situaciones poco o nada deseables que podrían presentarse en el ejercicio mencionado; en esta ocasión se hará referencia a, lo que a mi parecer, es la oportunidad más importante que ofrece esta coyuntura: repensar y transformar la ciudad misma. Hace muchos años que la Ciudad ha dado muestras desde diversas perspectivas y en múltiples temas de la necesidad de un cambio profundo, continuo y en un mismo sentido, que combata exitosamente la problemática que ella enfrenta. Así como debe existir un proyecto de nación, debe haber una idea de Ciudad que guíe el desarrollo, el crecimiento, las políticas públicas, al gobierno y a la sociedad en su conjunto. Esto evita tanto políticas o programas improvisados que obedecen a intereses de grupo o particulares, como paliativos que no sólo resultan insuficientes e inadecuados, sino en muchas ocasiones contraproducentes.
Entiendo que la idea de repensar la Ciudad (de México) se perciba como una tarea titánica o francamente imposible dada la descomposición de ella misma, de su estructura, de su infraestructura, de sus actores –al menos de buena parte de ellos- dada la dimensión espacial, la heterogeneidad y vicios de sus habitantes, del oportunismo de buena parte de su clase política, así como de otras razones y factores que el lector pueda identificar cotidianamente. Sin embargo, así como hay mucho qué resolver, hay muchos elementos, herramientas con qué hacerlo; y lo más importante, es que es posible hacerlo. Ejemplo de ello son las ciudades españolas de Bilbao y Valencia; aquélla en un proceso de transformación desde hace casi 25 años, ésta apenas iniciándolo. Dada la juventud del caso valenciano, mencionaré brevemente el caso bilbaíno, esperando nos sirva como referente e inspiración.
Desde principios de la década de los 90, Bilbao inició un proceso de rescate, revitalización y de hecho transformación de la ciudad misma, luego de encontrarse en una profunda crisis, abandono y deterioro, resultado a su vez de la crisis industrial de los años ochenta y del propio modelo de desarrollo; en consecuencia, la ciudad portuaria e industrial se abandonó y deterioró vertiginosamente en aquella década. En respuesta a aquella situación se creó el proyecto Ría 2000 –como se denominó a la compañía sin fines de lucro encargada de los proyectos de transformación urbana de Bilbao- ha sido el responsable de repensar la Ciudad y reconvertirla en su conjunto, logrando ser un muy atractivo destino de turismo cultural, así como un importante centro productivo en lo referente a la industria extractiva y manufacturera, pero lo más importante es que ha mejorado las condiciones de vida de sus habitantes y las perspectivas de desarrollo de los bilbaínos. Aunque Bilbao es conocido y reconocido principalmente por el Museo Guggenheim del arquitecto Frank Gehry, Ría 2000 es mucho más que eso –a pesar de las acusaciones y críticas ene se sentido- es un proyecto que sigue transformando a la ciudad en su conjunto con dos ideas guía: la habitabilidad y la sustentabilidad.
La oportunidad que se nos presenta a los capitalinos es precisamente la de repensar la ciudad, no sólo crear una Constitución, replantear los poderes, redefinir el presupuesto o reorganizar la administración local, sino darle un nuevo rumbo a la Ciudad de México, guiar su desarrollo, su crecimiento, sus políticas, etcétera, hacia una idea de ciudad que sea para y por sus habitantes. No me refiero a elevar el Plan de Desarrollo Urbano a nivel constitucional –son dos cosas distintas, evidentemente- sino a establecer guías para la Ciudad a nivel constitucional o a crear un pacto resultante de una visión de ciudad compartida. Es decir, si se plasman en la Constitución o se comparten a nivel ciudad ideas o principios como habitabilidad –que contiene criterios muy claros como contaminación ambiental, auditiva y visual, imagen urbana, iluminación, áreas verdes y otras- o gobierno abierto –en términos de proceso para la elaboración de políticas publicas, por ejemplo- entonces los programas y/o políticas de las nuevas alcaldías o del gobierno central, se verían acotados o bien, limitados por aquéllos, toda vez que deberán justificarse a partir de su aporte a la habitabilidad o de su proceso de elaboración.
Más allá de la transformación de la administración pública, cosa no menor, la posibilidad de transformar la Ciudad en sí, es algo mucho más trascendental y necesario. El ejercicio puede ser paralelo a la Asamblea Constituyente o estar inmerso en ella, pero considero central que esta discusión gane espacios: ¿Qué modelo de ciudad necesitamos y queremos? ¿Qué valores y principios queremos que guíen a la Ciudad? ¿Qué ideas queremos que nos gobiernen? ¿Hacia dónde queremos llevar a la Ciudad y a nosotros con ella? Estas y muchas otras preguntas deben ser respondidas, pero algo es indiscutible, debemos tener claro que la Ciudad es de todos y la hacemos todos, por lo que nuestra participación en este proceso y en el devenir de la Ciudad de México es una obligación moral, social y política.

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