Por Amando Basurto–
Los
debates presidenciales suelen caracterizarse porque los candidatos son poco
explícitos con respecto a sus propuestas. En el caso del segundo debate
presidencial del pasado domingo, ninguno de los candidatos presentó algo
parecido a una propuesta viable. Lo que nos presentaron fue una lista de
grandes temas y los nombres de algunos programas que se supone establecerían
para tratar problemas como la pobreza y la desigualdad en México. Los extremos
se movieron entre, por un lado, Gabriel Quadri que propone inocente o
ignorantemente crear nuevos Institutos y Secretarías “sin nueva burocracia”;
incoherencias como su gabinete de educación que incluye a la “dirigencia
sindical” y el Instituto Cultural Octavio Paz que pretende competir o
complementar al Instituto Cervantes en la promoción del idioma español. Y, por otro lado, Andrés Manuel López
Obrador quien se dedicó a repetir los grandes temas de combate a la pobreza y a
la corrupción sin dar algún dato que permita saber si sus propuestas son
viables o no. Los otros dos candidatos incluso se atrevieron a piratear
propuestas de la izquierda brasileña como el programa Hambre Cero sin decir
cómo es que lo pretenden implementar.
Los
debates políticos son para presentar propuestas, expresar posiciones políticas
y confrontar políticas públicas, no es una competencia tras la que se pueda
declarar ganadores. Es importante anotar, sin embargo, que fue sorpresivo el
cambio en la calidad de la presentación de Josefina Vázquez Mota. Ella fue
quien entre el primer y el segundo debate mostró una mejoría perceptible y
transmisible al auditorio. A pesar de no definirse entre seguir o no con las
políticas del presidente Calderón, Vázquez Mota mostró mayor articulación
discursiva tanto al poner en un mismo grupo al PRI y al PRD como partidos
populistas y corruptos, como al dejar en claro que cada voto que consiga
Gabriel Quadri sería un voto a la corrupción y a los puestos políticos de la
familia de Elba Ester Gordillo. Pero Vázquez Mota también cometió errores: por
ejemplo, su fallido ejercicio de imaginación en donde caracterizó a los demás
candidatos como si fueran mujeres; su objetivo al parecer era decir que a ella
se le calificaría distinto si hubiese igualdad de condiciones de género pero lo
que acabó diciendo es que no importa si los demás candidatos fueran mujeres
porque lo que les define es su apariencia, su carácter y sobre todo el partido
político al que representan. Por donde lo vean el ejercicio ha desembocado en
una serie de burlas y pitorreo que no creo se reflejen en un cambio en las
preferencias electorales a su favor.
Probablemente la más deslucida de las secciones del
debate fue la dedicada a “México en el Mundo”. Evidentemente todos los
candidatos se concentraron en la
relación con los Estados Unidos a pesar de que Gabriel Quadri insistió en la
relación con China y en un tratado de libre comercio sin tener la más mínima
idea de cuál es el potencial competitivo comparado de México con esa nación.
Aunque los candidatos mencionaron que es necesario diversificar las relaciones internacionales
de México, ninguno mencionó a los países europeos; parece que la crisis del
Euro borró a aquellos países de los discursos de los candidatos. Más allá de no
hacer una sola propuesta específica, los cuatro candidatos mostraron su
profunda ignorancia en temas de relaciones internacionales y en la historia de
la política exterior mexicana. Todos se mostraron muy preocupados por resolver
la mala “percepción” o la mala “fama” que nuestro país tiene en el exterior
peor no hicieron ninguna referencia a los grandes desafíos que la diplomacia y
el multilateralismo enfrenta en el contexto internacional contemporáneo. En
esta sección los candidatos mostraron no sólo que no entienden que aunque sean
electos presidentes todas sus propuestas necesitan de una negociación con el
Congreso sino que todas sus propuestas de política exterior deberán de ser
negociadas con países que tienen intereses y poder internacional relativo; es
decir, que la política en este sentido no se trata de voluntarismo sino de
capacidad de negociación y diplomacia, cualidad que por cierto los candidatos no
han demostrado tener.
Al
final parece que las preferencias de voto no serán significativamente alteradas
por este segundo debate. Esto sólo sucedería si el debate convenciera a la
mayoría de los indecisos a expresarse a favor de uno u otro candidato, cosa que
parece muy difícil que suceda.
Por
cierto,
NI UN VOTO
AL PANAL VI
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